A poco más de 4 kilómetros de Ciudad Universitaria de la BUAP, en la intersección del Periférico Ecológico y el bulevar Valsequillo se ubica uno de los cruces más concurridos de la ciudad, por donde circulan miles de autos. Escuelas, viviendas, gasolinera, negocios, entre otros, conforman un paisaje urbano que dista al de hace 10 mil años, cuando sólo había pastizales, matorrales, coníferas y árboles dispersos, característicos del clima seco-frío de la zona que envolvió a un gran volcán: el Chiquihuite.
Por fortuna para los residentes de la ciudad, este volcán es uno de los 22 monogenéticos del área metropolitana de Puebla; es decir, pertenece a los que tienen una sola erupción y una vida corta, debido a que son como burbujas de magma que se vacían al explotar.
No representan causa de alarma y sólo embellecen el paisaje del centro del estado de Puebla y el eje Neovolcánico. En cambio, los poligenéticos, como el Popocatépetl, tienen cámaras magmáticas que constantemente se alimentan.
Debido a que el vulcanismo del pleistoceno tuvo un papel crucial en la conformación de suelos y climas de la región, los monogenéticos de la zona han sido estudiados por científicos del mundo, entre ellos E. W. Guenther y H. Bunde, en 1973, en cuyo trabajo marcaron los conos volcánicos ubicados en la Presa de Valsequillo y sus alrededores; y Silvia González, de Liverpool John Moores University, Reino Unido, quien en 2006 calculó sus edades: cerca de 40 mil años.
Francisco Jiménez Moreno, biólogo por la BUAP y especialista en estudios paleontológicos de la zona, señaló que los cerros de Loreto y Guadalupe, donde se libró la histórica batalla de Puebla, así como el de Amalucan y la Paz pudieron tener un origen de carácter volcánico.
Tan sólo en las 23 mil hectáreas de superficie de la Presa Valsequillo, declarada como Humedal Ramsar de Importancia Internacional, hay tres: el Chiquihuite, de 2 mil 164 metros sobre el nivel del mar (msnm); el Toluquillo, de 2 mil 170 msnm; y el Cerro la Mesa Grande, de 2 mil 350 msnm, cerca del parque Africam Safari, según investigaciones de Bunde de los años setentas. Al norte, el Coatépetl, de 2 mil 170 msnm, y el Navajas, de 2 mil 157 msnm.
El especialista explicó que gran parte del relieve del municipio y el estado de Puebla tuvo su origen en el Pleistoceno -2,59 millones de años hasta hace 10 milenios-, cuando la zona tuvo actividad volcánica. En aquellos años se desprendieron toneladas de cenizas, las cuales al acumularse con el paso del tiempo ocasionó tobas volcánicas, una especie de roca que es común encontrar en la zona metropolitana de la capital del estado, que reposa sobre el Eje Volcánico Transversal.
“Muy poca gente conoce estos conos volcánicos porque piensan que son cerros. La Presa de Valsequillo se puede declarar como un geositio o geoparque, ya que a menos de 10 minutos de CU hay evidencia de actividad volcánica asociada a la megafauna del Pleistoceno: animales como el mamut, mastodontes, camellos, gliptodontes y bisontes prehistóricos, que posiblemente quedaron sepultados por las tobas volcánicas y otros sedimentos. Es una zona paleontológica muy importante”, comentó el investigador.
Muchos fósiles encontrados en la zona fueron estudiados y se encuentran alojados en colecciones nacionales e internacionales, como la Colección Nacional de Paleontología del Instituto de Geología de la UNAM, el Museo Regional de Puebla del INAH, el Museo de Historia Natural de Nueva York, el Instituto Smithsonian de Washington, la Universidad de Harvard, la Universidad Humboldt de Berlín y la Universidad de Kiel, entre otras.
Jiménez Moreno destacó que durante el pleistoceno, las explosiones pudieron tardar desde unos cuantos días hasta años. “Toda la zona que comprende actualmente el centro del estado se vio sometida a los cambios abruptos climáticos, ambientales y eruptivos. Las modificaciones que hicieron al ambiente no fueron inmediatas, pues entre el primer y último volcán que apareció hay un periodo de dos millones de años, como el caso de la Malinche, el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba”.