ESPN informa que el Real Madrid se dejó el fútbol en la capital y sufrió un varapalo enorme en Girona. Un soberano bofetón que le deja ocho puntos por detrás del Barcelona con apenas diez jornadas de una Liga que, casi, se dejó en su estreno frente a un recién llegado a la Primera División.
Ganó, remontando, por 2-1 el Girona. Ganó con todo merecimiento el equipo catalán en su primer enfrentamiento. La casualidad dio paso a la épica. La utopía fue realidad y el equipo de Zidane se derrumbó de mala manera.
El campeón pagó su desidia, la nula intensidad con la que se presentó en Montilivi, donde se le recibió con alegría, aplausos y felicidad. Nada de la pretendida 'encerrona' que pudiera sufrir el equipo de Zidane en un territorio supuestamente hostil y que no existió. En absoluto.
Lo que sí existió, lo que sí hubo, fue una fiesta futbolística por todo lo alto. "Será una fiesta del fútbol" anunció el presidente Delfí Geli y la repetición de ese discurso por parte de Pablo Machín en la previa se trasladó al terreno de juego. Una fiesta, sí... Pero celebrada a carne viva.
Porque el Girona, consciente de que la calidad del Real Madrid era, es, infinitamente superior acudió al partido dispuesto a morir por cada balón. Una semana después de darse un alegrón en La Coruña, ganando su primer partido lejos de casa, el equipo de Machín se presentó ante el campeón explicándole que la lógica le condenaba, pero haciéndole ver, a la vez, que esa teórica derrota la pelearía hasta el fin.
Y más allá si era necesario. Pronto, muy rápido, se comprobó que el Madrid jugaba a media velocidad mientras, enfrente, el Girona le daba a todo. Y tras diez minutos de idas y venidas, en el 12 un disparo al palo de Maffeo desembocó en un contragolpe mortal con gol de Isco, aprovechando el mal rechace de Bounou.
¿SENTENCIA?
Todo hacía pensar que ese 0-1 era el principio del fin en la fiesta del Girona... Pero, para nada, el equipo catalán se dejó ir. Redobló su pelea y empequeñeció a un campeón muy alejado de la imagen que debería ofrecer.
Tal es así que el primer tiempo acabó con otro remate al palo, este de Portu, y el Madrid agradeciendo la llegada de un descanso tras el que, se supuso, debería acabar con las dudas. Pero no fue así.
Aday sacó bajo palos un remate inverosímil, con el tacón, de Benzema. Pudo pitar penalti el árbitro pero ni tan solo acertó a ver ningún jugador del Madrid que el zaguero del Girona tocó, de forma involuntaria, el balón con el brazo, como había ocurrido en la primera mitad con otro del propio delantero francés.
Y pasando los minutos, sin decidir el Real Madrid, se presentó ante la historia el Girona marcando Stuani el empate que enloquecía las gradas y dejaba sin aliento a un campeón incrédulo. Lo más increíble es que a ese 1-1 del minuto 54 siguió el 2-1 apenas cuatro después, quizá en fuera de juego de Portu pero en la demostración definitiva de lo que era un equipo y el otro.
Entregado a su ilusión, el equipo de Pablo Machín había volteado el marcador y dejado al borde del KO a un rival alrededor del cual se había hablado tanto de seguridad que no se había atendido al fútbol.
Con Cristiano Ronaldo desesperado en una mediocridad absoluta, con Benzema sin encontrar su sitio y el Girona ocupando de todas las maneras cualquier lugar en el terreno de juego, la derrota del campeón fue abandonando la utopía para convertirse en probable.
A la contra, incluso, pudo el Girona lograr el 3-1 ante el desespero de un Real Madrid más hundido a cada minuto que pasaba... Y que cerró la tarde de la peor manera: encajando una derrota, después de 4 victorias seguidas en el campeonato, que le aleja de manera muy peligrosa del título.