Su trayectoria académica en instituciones mexicanas y del extranjero, así como su incursión en la administración pública, le han dado la experiencia para constatar que la afirmación “En México se simula que se paga, así como se simula que se trabaja” es, en muchos casos, una realidad que le impide crecer.
Desde los setenta, Mario Miguel Carrillo Huerta, Nivel III del SNI, ha hecho investigación en economía agrícola e internacional, y en evaluación de proyectos de desarrollo. Durante los últimos años ha indagado nuevas formas de promover el desarrollo regional, con énfasis en la sostenibilidad, pues el cuidado del medio ambiente es tan importante como la atención de las diferencias sociales.
“Los investigadores, si hacemos nuestro trabajo con seriedad y responsabilidad, lejos de simular, daremos avances importantes para el progreso del conocimiento. A nosotros, en cambio, nos ayuda a tener tranquilidad en el alma”.
Economista por eliminación
Para muchos, decidir una carrera profesional a una edad en la que se sabe muy poco es complicado. Mario Miguel Carrillo Huerta fue un caso. Tras escuchar a sus profesores y reflexionar sobre lo que cada opción le ofrecía, optó por la Medicina en la escuela de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Viajó de su natal Colima a la Ciudad de México. El cambio drástico de clima enfermó al joven Mario, quien por salud no asistió a sus pruebas de selección. Las fuerzas armadas le dieron una segunda oportunidad, pero él, aún convaleciente, se negó a presentar la prueba física que le impuso un militar y que consistía en nadar en agua fría. “Supe desde ahí que ya estaba fuera”. Se inclinó entonces por las ciencias sociales.
En 1966 Colima no tenía mucha oferta al respecto, por lo que viajó a Jalisco para estudiar Economía en la Universidad Autónoma de Guadalajara. “Ni idea tenía de lo que era. Lo bueno es que yo caí en Economía, donde los tecos sólo tenían profesores extranjeros, porque la UAG tuvo que hacer escuela prescindiendo de los mexicanos, al considerar a todos comunistas”.
Al terminar la licenciatura continuó con estudios de posgrado, los cuales, gracias a becas de las propias universidades, los concluyó en The Economics Institute, de University of Colorado, University of Missouri-Kansas City y en Vanderbilt University, instituciones en las que obtuvo los grados de Master of Arts Economics y Philosophy Doctor Economics.
Fue hasta su doctorado cuando "le agarró el gusto" a la Economía, pues hasta ese momento –dijo- aprendió teoría económica.
El doctor Carrillo ha obtenido varios reconocimientos por parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el Colegio de Tlaxcala y el Colegio de Puebla, así como distinciones por su desempeño laboral, entre estos la Medalla de Honor de la Universidad de Lyon, Francia, por su trayectoria en la educación e investigación universitaria.
Por romántico vuelve a México
En 1976 Carrillo Huerta concluyó su doctorado en Estados Unidos. Pese a que le ofrecieron quedarse allá, decidió volver a México. Ya en el país, ingresó a una universidad pública de Veracruz, donde chocó con la realidad nacional: “Me doy cuenta que el país en aquel tiempo no requería de doctorados para seguir adelante, sino de lo que sigue necesitando hoy en día: voluntad política para resolver problemas. No la tenemos. Los mismos problemas que estudié a mi retorno son los mismos que hay ahora: vivimos la misma historia”.
Para Carrillo Huerta durante la juventud hay momentos en los que se es romántico: “No podemos resolver problemas de un día para otro. Hay que trabajar mucho para producir cambios. De joven uno cree que los cambios son rápidos, pero no, el conocimiento avanza muy lento, es gradual. El cambio cuantitativo acumulado puede derivar en un cambio cualitativo sustancial”.
Durante su trayectoria ha escritos libros sobre desarrollo regional como Estudios regionales en México. Selección de teoría y evidencia empírica: desarrollo regional; Estudios de desarrollo regional y las relaciones económicas, México-Estados Unidos; Análisis del crecimiento económico; y El Sector agropecuario mexicano. Antecedentes recientes y perspectivas, entre otros.
Ciencia para vivir mejor
Para el economista hacer ciencia es para vivir mejor.
-¿Qué importancia tiene la ciencia para el desarrollo de México?
-Sin investigación científica no hay desarrollo porque el desarrollo, según la definición que propuse desde los setenta, es un proceso durante y mediante el cual se mejora la calidad de vida de la sociedad, de todos, y la investigación es la única manera probada por la historia de obtener conocimiento de forma democrática. Cualquiera puede hacerla. Se trata de vivir mejor y para ello hay que tener conocimientos que son los que resuelven los principales problemas sociales.
-En este escenario, ¿Cuál es la trascendencia de la universidad pública?
-Todos los bienes privados te dan exclusividad, o sea que si compras una manzana, puedes hacer con ella lo que quieras. En el caso de los bienes públicos no: si pones una lámpara no le puedes negar la luz a una persona. La educación, para mí, es un bien público, una de las actividades más importantes de la humanidad; es la llave a la libertad. Mientras más educado estés, mayor el número de problemas que puedes resolver. Es una herramienta y todos tenemos derecho a ella. En ese sentido, las únicas instituciones que hacen valer este derecho son las universidades públicas.
-¿Cómo país y sociedad, a qué debemos aspirar los mexicanos?
-Yo creo que una de las diferencias entre nuestro país y otros es que simulamos mucho y tampoco tenemos el gusto de trabajar mucho.
México: ¿un país de simulación?
“En México nos falta identificar al trabajo como lo que idealmente se supone que es: una actividad que dignifica. Sin embargo, trabajar por trabajar tampoco tiene sentido: hay que contar con objetivos y esto tiene mucho que ver como se organiza la sociedad. Es muy difícil que haya multimillonarios en México por puro trabajo. ¿Por qué algunos de los que trabajan todos los días –que son muchos- no tienen siquiera para comer? Hay relaciones en las que uno se aprovecha del otro, hay explotación y eso depende de la organización social”.
Para Carrillo Huerta, trabajar y trabajar no es suficiente. Es necesario contar con un proyecto de nación porque sin este, así como para los barcos sin destino, cualquier viento es favorable. “Tenemos que organizarnos de tal manera que las cosas importantes reciban la atención necesaria y el Estado, por su parte, tiene que ayudarnos a caminar en la dirección de nuestros proyectos particulares”.
Desafortunadamente, precisó el investigador, si se realiza una encuesta se puede constatar que hoy la gente no tiene idea de un proyecto de nación porque primero tiene la urgencia de resolver su propia vida. La mitad (pobre) de los mexicanos tiene la necesidad de atender su día siguiente.
Si en México se inculcara lo importante que es innovar, sería otro:
“Innovamos muy poco y si nos mantenemos así será muy difícil que nos pongamos a la vanguardia. En México se simula que se paga, así como se simula que se trabaja.
“En la cámara de diputados pagan bien”
Carrillo Huerta incursionó en el sector público durante muchos años, principalmente en la capital del país. En el gobierno de la ahora Ciudad de México fungió como titular de las direcciones General de Gobierno, de Política Poblacional, de Comunicaciones, la Secretaría de Seguridad Pública, del Fideicomiso Educación Garantizada y del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia.
Así también, como coordinador General de Proyectos Prioritarios del Distrito Federal y como subsecretario de Educación Media Superior y Superior y secretario de Educación. Fue diputado durante la LXII Legislatura.
-¿Cuáles fueron los momentos más memorables en su paso por el sector público?
-El primero ocurrió cuando fui director de Comunicaciones de la Secretaría de Seguridad Pública, donde me encargaron la seguridad del Centro Histórico. Coloqué cien cámaras de videovigilancia para que no hubiera una sola calle de un centro de 60 manzanas sin observación. Las cámaras, aún en operación, constituyeron el primer sistema en su tipo y redujeron a menos de la mitad la incidencia delictiva. Por otro lado, la experiencia que más satisfacción me ha generado fue cuando Marcelo Ebrard, en ese entonces jefe de gobierno, me dio la oportunidad de ser secretario de Educación.
En ese cargo, el académico creó un programa que en su momento se conoció como Prepa Sí, que consistía en otorgar becas mensuales –cuyo monto dependía del rendimiento de los alumnos- a 200 mil estudiantes de preparatorias públicas de la ciudad, para brindarles más posibilidades de asistir a las escuelas.
La última actividad en el sector público la tuvo en la Cámara de Diputados.
-Cuando me preguntaban cómo iba mi trabajo en la Cámara, de broma respondía “pagan bien”. Ahí uno puede proponer lo que considere necesario, pero de eso a que te hagan caso es diferente. Por su estructura piramidal todo depende de quién eres, quién te mandó y para qué estás ahí. Uno llega a creer que es suficiente con ubicarse en los lugares donde se supone se generan cambios. No es así. Cuando fui diputado federal integré una comisión especial para la promoción del desarrollo regional. No pude hacer mucho por las reglas preconcebidas que no siempre procuran lo mejor para la ciudadanía, sino la ostentación de poder por algunos cuantos.
La BUAP, una universidad de a “deveras”
Antes de ser profesor en la BUAP, lo fue en otras instituciones como el Colegio de México, la universidades Veracruzana, de las Américas-Puebla y de Tlaxcala, así como en el Instituto Politécnico Nacional.
-¿Cómo se siente en la BUAP?
- Aquí hay libertad de decidir los temas de investigación. Nadie me viene a decir cuáles temas debo trabajar. Me gusta ir a Ciudad Universitaria, dejar mi automóvil en el estacionamiento, viajar en el Lobobus y caminar por los pasillos. Me gusta la universidad porque sí es una universidad. Una de a “deveras”.