Se dice que en Nuevo León, la adrenalina encontró su hogar entre cascadas, pozas de agua color turquesa, cuevas, ríos subterráneos y enormes desfiladeros. Es el hijo predilecto de la Sierra Madre Oriental, al que llamó el cañón de Matacanes, donde todas las emociones se viven al extremo, en medio de un paisaje natural.
El tour rumbo a la aventura parte del hotel Cola de Caballo, ubicado en el Pueblo Mágico de Santiago, cerca de 30 minutos de Monterrey, donde a bordo de una camioneta todo terreno, la agencia GEO Aventura lleva a los aventureros hasta sus cabañas, enclavadas en lo alto de la Sierra de Santiago, en el ejido de Potrero Redondo.
El trayecto hasta las cabañas dura alrededor de una hora y media, perfecto para admirar la belleza de la Sierra Madre Oriental y respirar aire limpio. El camino es agreste y hay que sostenerse bien del vehículo.
La vista recoge una gran cantidad de postales con cada pestañeo: un camino de terracería serpenteante entre las montañas; árboles que abarcan todas las tonalidades del verde, desde el más pálido, hasta el más intenso, y aves y mariposas sobrevolando a su antojo. Al final, el pavimento y las torres de luz anuncian la cercanía de una localidad. A unos kilómetros están las cabañas que la empresa renta para sus clientes.
Es preciso dormir antes de las 12 para descansar y tener energías suficientes para la expedición hacia el cañón de Matacanes.
Desafío entre desfiladeros
Nuevamente en a bordo del vehículo todo terreno se llega hasta la entrada del cañón de Matacanes, luego de 30 minutos. En un sendero, en medio del bosque, los viajeros se preparan para la caminata.
Tras aproximadamente 40 minutos de caminada se llega al pie de una enorme pared de piedra de más de ocho metros. Aquí, Erick, uno de los tres guías que acompañan al grupo de ocho personas, señala que este punto es el verdadero inicio de la aventura llamada Matacanes. No se equivoca.
La primera prueba a superar es el miedo a las alturas. Y es que para continuar la travesía es necesario saltar una cascada de unos cuatro metros y caer en un pequeño río de aguas transparentes.
Luego, hay que sortear el vértigo que provoca estar a 28 metros sobre el vacío, sólo sostenidos por un arnés. Es otra cascada que da a una poza de agua. Fernando, otro de los guías, brinda las instrucciones básicas. Justo en este punto no es válido un “no puedo”.
Después de este punto hay que nadar, caminar y brincar todo lo que resta del paseo.
Hay saltos que van de los cuatro y hasta los 12 metros, por fortuna para algunos y alegría de los más osados, la mayoría de los saltos son opcionales.
El salto de la amistad, una pequeña cascada que permite que todo el grupo salte al mismo tiempo; La Cueva, completamente oscura, en la que es necesario seguir las instrucciones del guía al pie de la letra cuando grita: “corre y salta”, ya que no se ve nada; otro descenso en rappel de 30 metros; un río subterráneo y El Jardín, conforman esta gran aventura.
De vez en vez, hay que detenerse para admirar los paisajes que regala el cañón de Matacanes: ríos de aguas claras en tonos turquesa, enormes paredes de piedra grisasea, el
sonido de las cascadas inundando el ambiente y caminos sinuosos llenos de abundante vegetación, llenan la vista a cada paso.
¿Cómo llegar?
Desde la Ciudad de México Interjet ofrece vuelos directos a la ciudad de Monterree, Nuevo León. Tiene un costo de tres mil 148 por persona en viaje redondo. Desde Monterrey hay que llegar al hotel Cola de Caballo, a una media hora del aeropuerto, que es el punto de reunión de las agencias que se dedican a realizar excursiones hacia el cañón de Matacanes.
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/