Sexo y deporte son dos temas que nos obsesionan mucho a todos. Y cuando los mezclas, aún más. Resulta particularmente interesante la hipótesis de si podemos sustituir el segundo por el primero. Las teorías al respecto son muchas y casi todas confusas: algunas defienden que una noche loca equivale a un paseo en barca por el estanque del Retiro y otras sitúan esa actividad al nivel de una media maratón.
Hace un par de años, la Universidad de Bath, en Reino Unido, publicó un estudio que pretendía conocer hasta qué punto es efectivo el sexo a la hora de quemar calorías. Para ello midieron el gasto energético real de varias parejas jóvenes de entre 19 y 21 años a través de un sensor de flujo calórico –el artilugio de marras no lo pusieron AHÍ, sino cerca del esternón atado con una cinta–. La duración media de los intercambios de fluidos que analizaron fue de 24 minutos. En ese tiempo las mujeres gastaron 69 kilocalorías –insértese aquí el chiste fácil– y los hombres, 101.
Lo que los británicos no investigaron –bien por falta de ganas, bien por falta de fondos– fueron los esfuerzos, las posturas y la intensidad de los arrumacos. Luego faltan muchos datos para extraer ciertas conclusiones. Además, ¿qué se puede deducir de manera fiable de un estudio que ignora una franja de edad comprendida entre los 22 y los 99 años?
El best seller ‘The Ultimate Sex Diet’, de Kerry McCloskey, es la referencia mundial de quienes consideran el sexo una actividad deportiva. Esta experta del vicio útil, defensora de la dieta del cucurucho, sitúa el consumo medio de kilocalorías por coito entre 150 y 350, es decir, más o menos lo que quemaríamos subiendo y bajando escaleras durante media hora o pasando la aspiradora del tirón en una casa de noventa metros cuadrados.
No tenemos ni idea si McCloskey se basó en algún tipo de estudio o se sacó los datos de su mismísimo moño. Pero el diario argentino Clarín, que en un artículo sobre este tema tampoco aportaba ninguna fuente, se atrevió incluso a ofrecer datos casi matemáticos para diferentes actividades sexuales. Así, según ellos, un beso equivaldría a quemar 4 kilocalorías –¿se fijaron en Spiderman?–, el acto sexual supondría una media entre 50 y 100 kilocalorías, y la mismas cifras valdrían para el momento del orgasmo –esto no lo entendemos muy bien a no ser que uno sea la criatura portentosa de Takashi Murakami–. No obstante, alertaban de que todo es relativo porque “las calorías gastadas dependen de las posturas, del movimiento y de la intensidad”.
Pero centrémonos en lo que dice la ciencia. La universidad de Quebec reunió en un ensayo a 21 parejas heterosexuales de entre 18 y 35 años, sanas y deportivamente activas, a las que obligaron a llevar a cabo cuatro coitos: en total, 84 relaciones sexuales de cinco minutos aproximados cada una. De semejante despliegue de vigor concluyeron que los hombres consumieron 101 kilocalorías por encuentro y las mujeres 68. Según los datos, ellos habrían quemado un 45% más de energía que ellas.
Tras esta lluvia de datos toca hablar de la investigación que más crédito nos merece, la que publicó hace dos años la revista 'The New England Journal of Medicine'. Aunque parezca poco, por las razones que arguyen y los datos que ofrecen, creemos que la información de que un coito de seis minutos equivale a un gasto de 21 kcal. es de lo más verosímil. ¿Que por qué lo es? Porque de momento es el único trabajo que ha medido con verdadero rigor este enigma. Tanto la amplia variedad de edad de los sujetos que fueron objeto de estudio como los condicionantes que se tuvieron en cuenta dan cierta credibilidad a las conclusiones.
Por lo tanto, hacer el amor es muy beneficioso. Qué duda cabe. Aunque las calorías que se queman son prácticamente anecdóticas. La tentación es grande, pero creer que un movimiento de pelvis puede sustituir al 'cardio' del gym es una forma de autoengañarse.
Fuente: GQ