“No busco la fama o el reconocimiento, sino la honestidad”, dice Jorja Smith. Solo tiene 21 años y se ha levantado este año tal polvareda con su debut, Lost and Found (incluidas comparaciones estilísticas con Amy Winehouse) que parece concentrada en hacerlo todo bien. De ahí esa declaración de la británica.
En Madrid actuó por primera vez en septiembre en la Ciudad Universitaria, en el escenario central del festival DCode, en un debut calificable como recatado. Smith alumna privilegiada y precoz del nuevo rhythm & blues con aderezos urbanos, proviene de Walsall, a un paso de Birmingham, y con 17 años ya había conmocionado a unos cuantos oteadores con Blue Lights, oscura crónica de violencia policial en su ciudad. La canción deslumbra también en este primer LP, exhibición de soul contemporáneo y emotivo, con un punto de vitriolo y desazón en la garganta, que optaba al codiciado Mercury al mejor disco británico de la temporada. “Haber llegado hasta ahí ya es un premio suficiente, me conformo con eso”, anota con pulcra diplomacia, siempre más contenida en persona que en sus grabaciones. ¿Y si tuviera que apostar por un ganador? “Lo siento, yo nunca apuesto dinero”, zanja con rotundidad.
Hace bien, sobre todo porque el galardón recayó finalmente en Visions of a Life,del cuarteto londinense Wolf Alice, que no figuraba entre los favoritos. Pero el ascenso de Smith parece imparable, con o sin estatuillas, después de que ya haya sido reclamada por Kendrick Lamar (de cara a la banda sonora de Black Panther) o para ir de gira junto a Bruno Mars. ¿Produce vértigo el futuro? “Prefiero no pensarlo, porque no soy capaz de hacer previsiones a largo plazo. Ni siquiera sé qué haré de aquí a un par de días. Ya desde pequeña me daban miedo las películas futuristas, esas que imaginan cómo será el mundo dentro de algunos años. Me quedo con pensar en cómo es a día de hoy”.
Esa manera de sentir, exigente consigo misma aunque sin expectativas desorbitadas, parece el leit motiv de una muchacha que soporta millones de miradas a una edad en que la vida aún suele regirse por una dulce despreocupación. “Si pensara en términos de presión me hundiría, así que simplemente tiro hacia adelante”, argumenta. “Claro que hay mucha gente prestándome atención, pero no soy ningún referente generacional. Solo puedo hablar por mí”. Y recalca, aún en tono más firme: “No me considero ninguna heroína. Solo soy yo”.
Smith, que también testimonia la pesadilla de la inmigración en Lifeboats (Freestyle), ha gozado por ahora no solo de la bendición de los más jóvenes, sino de veteranos gurús televisivos como Jools Holland. No es difícil simpatizar con la enamoradiza Teenage Fantasy o con ese tramo final del álbum (Goodbyes, Tomorrow) más baladístico. Su padre le sugirió, ya con ocho años, que escribiera poemas y tomase sus primeras lecciones de piano. Desde entonces, Smith ha sabido poner en orden la florida relación de influencias que fue labrando en un hogar “que nunca estaba en silencio, porque la música sonaba a todas horas”: desde Michael Jackson a Black Sabbath o Madeleine Peyroux, con escalas destacadas en los nombres de Lily Allen o John Legend.
Y Amy Winehouse, claro. Siempre Amy. Su muerte —julio de 2011— le sorprendió en edad escolar, aún poco consciente de la relevancia del personaje. “Por entonces no sabía nada de sus problemas con la prensa o las drogas, de todas esas circunstancias terribles que refleja el documental Amy. Pero su voz era auténtica, era muy real. Venía de dentro”. Y es en ese punto donde las comparaciones, lejos de incomodar, le halagan. “Yo también quiero sonar más real. Directa. Sencilla. De hecho, ya tengo decidido que mi segundo disco lo grabaré cantando en directo. Tampoco necesitaré invitados ilustres; en todo caso, algún buen escritor, alguien muy honesto con sus letras”, anuncia.
Honestidad: eso ante todo. Un ayudante avisa a Smith de que se acaba el tiempo, pero antes le preguntamos qué piensa a sus 21 años sobre asuntos de actualidad. El Brexit, por ejemplo. Y la artista resopla y se encoge de hombros: “Sé que no es nada bueno, por lo que me ha explicado mi padre, pero carezco de una opinión sólida. Honestamente, tengo que aprender más de política…”.
Fuente: El País