El pincel es fino. La hembra parece relajada. El clítoris, claramente visible. Mayte Parada, investigadora del Laboratorio de Neurobiología de la Universidad de Concordia (Canadá), levanta la cola de la rata para que se aprecie el foco de su investigación. El epicentro del placer de la hembra, de esta y otras especies cercanas, apunta ahí, al clítoris.
Esta díscola cápsula aglutina más de ocho mil terminaciones nerviosas, y en ella podría encontrarse el velado secreto de la sexualidad femenina. Muchos y muchas estarían de acuerdo con esa afirmación. Más aún si agregamos que el 90% de las mujeres necesita estimulación clitoridiana para que se produzca el gran apagón. Pero no podía ser tan fácil resolver un enigma que cada año produce más textos científicos que la teoría de cuerdas.
Mayte Parada es una de los centenares de ilustres investigadores que tratan de desmadejar el ovillo del sexo rosa. ¿Qué quieren las mujeres en el sexo? Sus ratas son afortunadas en el mundo de los laboratorios. Parada les inyecta hormonas que predisponen a las hembras a la cópula, provocando su ovulación. Después, les estimula el clítoris con el pincel impregnado en un aroma cargante. “El clítoris es un órgano que envía señales a áreas específicas del cerebro que regulan el comportamiento sexual de la hembra. Hemos descubierto que solo asocia la estimulación con placer si se hace con roces alternos (distribuidos en el tiempo), no constantes. El área preoccipital (MPIO) responde con mucha más actividad a la estimulación entrecortada, y no ante el estimulo constante”. Vaya con las ratas. Si les dan a elegir, se quedan con el macho impregnado con el mismo aroma.
“Esto nos dice que la estimulación del clítoris ayuda a asociar esa experiencia positiva con un macho específico. El clítoris de la rata funciona como un órgano de placer y de aprendizaje.” Si la rata se lo pasa bien, y no le ocurre con cualquier pincel, recuerda al macho que tenía el olor adecuado. “Estos estudios”, explica Mayte, “son un primer paso para entender la función del clítoris en el comportamiento sexual de la mujer”.
COMBINADOS
El botón rojo, el clítoris, según todos los protocolos es un buen punto de partida para acabar con la guerra fría en las alcobas. Pero no está solo. Y aquí comienzan las complicaciones. Otras áreas genitales merecerían un tratamiento semejante. Según la región de donde proceda la señal que llega al cerebro, la sensación de orgasmo es distinta, y de ahí que sea común hablar de orgasmos clitoridianos, vaginales y “combinados”. Para acertar en la diana, hay que hacer un máster con mucha práctica; es decir, “masturbarse mucho”, recomiendan los sexólogos.
La senda por la que los impulsos nerviosos viajan de los genitales al cerebro es la médula espinal. Barry Komisaruk, especialista en psicobiología, relata en su libro La ciencia del orgasmo, publicado por la Universidad Johns Hopkins (EEUU), el caso de una mujer con una lesión en la médula que “crepitaba” al estimularse con un vibrador a la altura de las cervicales.
Komisaruk y sus colegas hicieron numerosas investigaciones de campo con voluntarias. “Creo que una de nuestras grandes sorpresas”, explica, “fue cuando encontramos mujeres que tenían orgasmos sin ninguna estimulación física. Alcanzaban el clímax (the big O) solo con la imaginación”. Algunas recreaban escenas eróticas; otras, paisajes… y una de ellas imaginaba ondas de energía que recorrían su cuerpo sinuosamente, enredándose en el vértice que formaba el ángulo de sus piernas. Komisaruk asegura que si estas mujeres pueden alcanzar el orgasmo solo con la imaginación, se debe a que el pistoletazo de salida de una buena carrera no está en el clítoris, sino detrás de los ojos. El “barrio rojo” del cerebro está perfectamente localizado. Algunos enfermos de párkinson, con implantes eléctricos ubicados en esa área para controlar los temblores característicos de la enfermedad, experimentan orgasmos o sensaciones muy parecidas de forma espontánea.
Para lubricar el cerebro hacen falta todos esos complementos intangibles que las mujeres piden con denuedo: “Imaginación, fantasía, sentirse deseada…” King Kong, el gorila, los tenía todos. En la versión sin censuras del filme, la bestia, colosal y peluda, sujeta a la bella Ann. King Kong, con esa manaza hecha para aplastar rocas, le quita la ropa muy despacio, mientras la música del metraje enciende la imaginación, y la mira con un gesto inconfundible: ¡la adora! El invencible Kong hace jirones el sedoso vestido, se lo lleva a la boca y lo olfatea como un fetiche. La sexy rubia se mueve como una anguila en las manos de su captor. Censuraron la escena por su carga erótica. Le quitaron la música, dejaron a Ann con el vestido intacto y añadieron unos alaridos de terror que aniquilaban cualquier reducto de tensión sexual. Da igual que King Kong sea un gorila peludo. Lo que acaban de demostrar en Toronto es que a la mujer, más que el personaje de la acción, lo que le excita es el contexto.
Meredith Chivers, de la Universidad de Toronto (Canadá), investigó las diferencias entre hombres y mujeres ante los estímulos sexuales. Las voluntarias observaron varios modelos de imágenes: parejas haciendo el amor, hombres desnudos haciendo deporte, mujeres desnudas, y también bonobos y chimpancés copulando al sol entre ramas y hojarasca.
Hay excitación... y excitación
Las voluntarias de la doctora Chievers tenían que pulsar una barra de ordenador para indicar lo que les parecía excitante. Por otro lado, un pletismógrafo vaginal medía el aumento de la presión sanguínea de la pared del útero y del flujo. Según Meredith, las mujeres se excitaron físicamente, es decir, el pletismógrafo “pitó” con las imágenes de hombres y mujeres, tanto hetero como homo, haciendo el amor. También con los vídeos porno de bonobos copulando. Nada que ver con lo que pasaba por sus cabezas. Las mujeres solo reconocieron excitación sexual ante las imágenes de parejas. Para los hombres, sin embargo, excitación mental y genital son la misma cosa. Las mujeres tienen síntomas físicos de “deseo”, sin que por eso tenga que haber impepinablemente deseo erótico.
Si hay una “misión” hasta ahora imposible para los sexólogos, es encontrar el afrodisíaco perfecto que active ese deseo erótico. La ostra definitiva. Hay estudios sobre el café, el vino, el chocolate… Sin embargo, uno de ellos acaba de demostrar que la administración de un placebo mejora la falta de excitación de algunas mujeres. Creer que estaban tomando una píldora para la libido sirvió para que obtuviesen beneficios. El estudio se publico en Journal of Sexual Medicine, y era parte de una investigación que evaluaba los efectos del medicamento tadalafilo (Cialis) para los problemas de falta de deseo en las mujeres. Este producto pertenece a la familia de Viagra y Levitra, para la erección en varones. Había indicios de que favorecería la vasodilatación de la vagina y la lubricación. No resistió la comparación con un placebo, o sea, una pastilla de “nada”.
“Yo creo que las mujeres no saben lo que quieren en el sexo…”, lo dice Juan, un amigo felizmente casado. “Ah! ¿Pero es que quieren sexo?”, esto lo pregunta Manolo, también casado y satisfecho. Sigmund Freud lo decía de otro modo: “La gran cuestión que nunca ha sido respondida y que no he podido responder, a pesar de 30 años de investigación sobre la mente femenina, es ¿qué desean las mujeres?”
Fuente: esquire.com