Los manuales de Historia deberán reescribir las últimas frases de la biografía del gran pintor barroco Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio (1571-1610). Un nuevo estudio llevado a cabo por un prestigioso centro hospitalario y universitario, el Instituto IHU Méditerranée Infection de Marsella, conducido por siete científicos franceses e italianos y publicado esta semana por la revista Lancet Infectious, demuestra que el pintor italiano no murió de sífilis, como se creyó durante cuatro siglos, sino por una infección que contrajo durante una pelea en la que resultó herido con una espada. Conocido por tener un temperamento fogoso que le costó varios exilios en su vida, el pintor moriría en una pequeña localidad de la Toscana solo unos días después, a los 39 años.
El secreto se escondía en su dentadura. El equipo que lideró la investigación examinó la pulpa de sus muelas, caninos e incisivos, donde abundan los vasos sanguíneos, para descubrir la causa real de su fallecimiento. “Eso permitió detectar los microbios que contenía el organismo del pintor en el momento de su muerte”, explicó ayer uno de los autores del estudio, Michel Drancourt, profesor de microbiología médica. A partir de esa muestra extraída de sus dientes se examinó, en primer lugar, la presencia de sífilis, paludismo o brucelosis, algunas de las suposiciones más habituales sobre la muerte del pintor. “Pero todos los exámenes dieron negativo. Fue al utilizar métodos más amplios de análisis del ADN cuando empezamos a obtener las pistas que nos han llevado hacia esta conclusión”, añade Didier Raoult, director de este instituto marsellés especializado en la llamada paleomicrobiología. “Utilizamos técnicas propias de la policía científica para resolver misterios del pasado”, resume. En este caso, el asesino era un estafilococo dorado.
Antes de proceder al análisis, hubo que dar con el esqueleto de Michelangelo Merisi da Caravaggio. Un equipo dirigido por el microbiólogo italiano Giuseppe Cornaglia logró localizarlo en un cementerio de Porto Ercole, la localidad de la Toscana en la que murió tras huir de Nápoles. Ese equipo hizo una criba de los restos mortales encontrados, seleccionando solo los esqueletos correspondientes a un varón de 1,65 metros de altura y entre 35 y 40 años de edad en el momento de su defunción. Se encontraron nueve en total, pero solo uno de ellos databa del siglo XVII, según la prueba del carbono 14. “Una comparación genética con los habitantes de Porto Ercole que llevan el mismo apellido que Caravaggio [Merisi o Merisio] permitió confirmar que se trataba, con altísimas probabilidades, del esqueleto del pintor”, suscribe Drancourt.
El análisis de cuerpos de otros siglos no es solo anecdótico, sino que permite entender mejor las epidemias del presente. “Observar lo que sucedió en el pasado nos puede ayudar a combatir lo que sucede hoy en lugares como Madagascar”, señala Drancourt, en referencia al reciente brote de peste bubónica y neumónica en la isla africana. “En realidad, no tenemos un gusto específico por los personajes históricos. El 98% de los estudios se hacen con los cuerpos de personas anónimas”, afirma el experto.
La nueva hipótesis sobre la muerte del artista no entusiasma en exceso a Pierre Curie, gran especialista en la pintura italiana del siglo XVII y conservador del Museo Jacquemart-André de París, que este jueves inaugurará una muestra que reúne diez obras de Caravaggio, procedentes de los mayores museos italianos. “Es fruto de un fetichismo que no aporta demasiado ni a la gloria del artista ni a la historia del arte. Me parece malsano ponerse a buscar esqueletos en cementerios”, ha señalado Curie, partidario de dejar a los cadáveres tranquilos, aunque no cree que las investigaciones sobre el pintor desaparezcan. “Habrá otras en el futuro, porque no sabemos gran cosa sobre su vida. Caravaggio es un personaje que se nos escapa. Y tal vez sea mejor así, porque eso nos permite proyectar lo que queramos en la obra de este gran pintor”. Su leyenda tiene, desde este miércoles, un final distinto.
Fuente: el pais.com