Emma Stone, con cabello rubio claro y quien lucía pálida, estaba sentada en una silla en un plató de los estudios Silvercup, en Queens, Nueva York. Traía puesta una camisa blanca sin mangas y un overol gris. Bajo las luces fluorescentes, en su cara destacaba el ceño fruncido.
“Al final, ¿qué es lo normal?”, preguntó hacia la cámara.
Qué buena pregunta.
Stone se estrena en su primer gran papel televisivo como una joven emocionalmente dañada de nombre Annie en Maniac, un programa de diez episodios de media hora de duración. La serie, que estará en Netflix a partir del 21 de septiembre, realmente quiere mantener a los espectadores desequilibrados. Cuando crees que encontraste tu equilibrio, de inmediato terminas desorientado de nuevo. Y es que… ¿de dónde salieron esos elfos? Maniac es un programa con varios efectos secundarios.
“Era muy importante que no hubiera algo ‘normal’”, dijo el director Cary Fukunaga, conocido por True Detective, Sin nombre y Beasts of No Nation. Desarrolló el programa junto con Patrick Somerville, novelista y también escritor y productor de The Leftovers, de HBO.
Cuando el productor Michael Sugar compró los derechos para la adaptación, se los ofreció a Fukunaga, quien aceptó porque “quería hacer algo que permitiera experimentar con varios géneros”, dijo. (Por ejemplo, aventura, suspenso y fantasía). Buscó a Somerville y juntos se deshicieron de prácticamente todo el concepto original.Maniac está inspirada, muy muy vagamente, en una serie noruega absurdista que tiene el mismo nombre. La original está ambientada dentro de un hospital psiquiátrico y el personaje protagónico es Espen, un paciente de poca monta posiblemente esquizofrénico que reimagina su día a día con vidas fantasiosas como vaquero, héroe de guerra y superespía.
En vez de un hospital psiquiátrico, idearon un ensayo clínico. Y Espen ahora son dos personajes, Annie (Stone), una mujer depresiva y adicta que lidia con un trauma familiar, y Owen (Jonah Hill), un hombre enajenado de su familia acaudalada y posiblemente esquizofrénico. Con la supervisión dudosa del doctor Mantleray (Justin Theroux) de Biotech y Neberdine Pharmaceuticals, los participantes del ensayo prueban una serie de píldoras diseñadas para curar cualquier enfermedad mental y “erradicar todas las formas innecesarias e ineficientes del dolor humano para siempre”. Los resultados varían.
Las pastillas, y una “tecnología de microondas”, trasladan a los participantes a momentos como de sueños en los que se enfrentan a traumas pasados y a mecanismos de superación. (¿Estará todo en su cabeza? Sí, muy probablemente). Las mentes de Annie y Owen terminan misteriosamente vinculadas y de repente son una pareja casada en Long Island y en otro momento estafadores bien vestidos de los años cuarenta. Y, en una secuencia, Annie es un elfo.
“Mitad elfo”, dijo Stone en entrevista telefónica. “No quisiera interpretar a un elfo completo”. Ya en un tono más serio, Stone dijo que el atractivo de sumarse al proyecto de diez episodios fue porque “es muy emocionante explorar un personaje con una gama más amplia a la que estoy acostumbrada”.
El tono también varía mucho: de repente es ligero y luego misterioso, gentil y después cruel, surreal, y luego agresivo; los cambios a veces suceden en un solo episodio. Incluso las escenas ambientadas en la supuesta vida ordinaria fuera del ensayo te hacen sentir desconcertado.
En el mundo de Maniac los avances tecnológicos no pasaron más allá de los años setenta; no existen los teléfonos celulares ni los microprocesadores. Abundan las drogas y, como parte del psicodrama (énfasis en lo psicótico) de repente hay un koala de color púrpura jugando ajedrez en un parque.
Es decir que los personajes no están cómodos en sus vidas diarias, así que tampoco debe estarlo el público.
“Queríamos que la audiencia se sintiera desorientada sobre cuál es la realidad”, dijo Somerville. “¡La realidad es extraña!”.
Durante una visita al set en otoño pasado, esa realidad tenía mucha actividad. Habían completado la mitad del rodaje y varios asistentes con cafeína en mano iban corriendo para preparar el plató y a los actores para la siguiente escena.
Maniac fue grabada en cuatro meses, un periodo algo corto cuando solo hay un director para los diez episodios, sobre todo un director tan meticuloso como Fukunaga. “Para lo que queríamos lograr teníamos un presupuesto bastante bajo”, dijo Fukunaga (Netflix no quiso revelar el monto), “y una agenda casi imposible”.
Fue particularmente difícil para el equipo conseguir toda la utilería correspondiente a cada subrealidad de los sueños —durante la visita al set, Fukunaga consideró que una serie de armas medievales era muy aburrida (supongo que los elfos y mitad elfos merecen algo mejor)—, pero también fue complicado para los actores. Muchos aparecen como personajes distintos y varios de esos personajes parecen estar al tanto de que no son completamente reales. Cuando Stone interpreta a Arlie, la estafadora de los cuarenta, también debe interpretar unos momentos en los que Annie se da cuenta de dónde está y otros momentos en los que ambas se fusionan.
“Obviamente pensé: ‘¿Cómo diablos voy a hacer de cinco personajes y salir de uno y pasarme al otro cada día?’”, dijo. “Pero terminó siendo algo muy divertido”.
El otro reto, quizá el más complicado, fue realizar una serie que fuera tan extraña y torcida, con koalas y gráficos de computadoras antiguos, que fuera respetuoso de lo que sienten Annie y Owen debido a sus traumas y esquizofrenias y cómo estos han paralizado sus vidas. Eso tenía que sentirse real, incluso en una serie donde se debate qué es la realidad. Su dolor y su enfermedad nunca debían ser un chiste.
“El realismo emocional es lo que importa y si no tomábamos eso en cuenta todo se desmoronaba”, dijo Somerville.
Fuente: The New York Times