Una colección de seis cuadros de gran formato sobre la vida de san Francisco de Asís, uno de los cuales —como era común en las series— tiene la firma del pintor poblano Gregorio José de Lara, es restaurada por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Provenientes del Ex Convento de San Miguel Arcángel, en Huejotzingo, Puebla —construido en el siglo XVI y sede actual del Museo de la Evangelización, bajo la protección del INAH—, las obras miden entre 2 y 2.15 metros, datan de la década de 1740 y muestran escenas poco conocidas de la vida del santo italiano fundador de la orden franciscana.
La serie pictórica, que es restaurada en la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH, llegó a esta institución a petición del recinto museístico y del Centro INAH Puebla, debido al avanzado deterioro que presentaba por su prolongada exposición a la intemperie, al permanecer en el claustro del convento, y posteriormente almacenada en una bodega sin las condiciones adecuadas para su conservación, posiblemente a causa del advenimiento de la desamortización de los bienes eclesiásticos en el siglo XIX.
María Cristina Noguera Reyes, especialista en conservación de pintura de caballete de la CNCPC, detalló que las obras presentan diversos deterioros en el textil, ataque por insectos xilófagos, abrasión extendida provocada por humedad directa y constante, deyecciones de murciélagos y aves, además de intervenciones anteriores, como la sustitución de miembros de los bastidores, lo que contribuyó a la pérdida de los estratos pictóricos y al debilitamiento generalizado de las obras.
“Las pinturas estaban muy deterioradas, con roturas y faltantes de soporte, incluso, se veía que les cambiaron el formato al dotarlas de un nuevo bastidor para exhibirlas otra vez. Tenían un color rojizo que, si bien, es la apariencia que tenían los cuadros coloniales, éste se acentuó por la exposición directa y constante a los agentes medioambientales; había que intervenirlas o se corría el riesgo de perderlas”, explicó.
La restauración, que se ha realizado en cuatro de las seis obras, ha consistido en el retiro de los bastidores para poder atender los lienzos que estaban afectados, algunos de los cuales tenían fragmentos de otros cuadros unidos a modo de remiendos. Se realizó un reentelado a todas las obras para posteriormente resanar los faltantes de capa pictórica, una vez realizado este proceso y tener una superficie homogénea se procedió a la reintegración cromática de las pinturas, el procedimiento mencionado anteriormente permitirá la correcta lectura de la imagen.
“La limpieza de gran cantidad de polvo y excremento de animales depositado en su superficie fue un reto, debido a que había que removerlos sin dañar las piezas”, mencionó.
Sobre el origen de la serie pictórica, la historiadora de arte, Paula Mues, destacó que, posiblemente, fueron comisionadas para recubrir los muros del claustro interno del convento de la orden franciscana, en respuesta al proceso de secularización de parroquias en Puebla, durante la segunda mitad del siglo XVII.
“En el siglo XVII y más en el XVIII, en la Nueva España, pero en particular en Puebla, el clero secular, que depende de la jerarquía eclesiástica, trataba de controlar las parroquias y las doctrinas de indios que se les había dado a los regulares, quienes administraban los sacramentos y generaban ganancias económicas; algo que era irregular ya que la encargada de esta labor era la iglesia secular, que permitió que las órdenes religiosas lo hicieran”, explicó.
Para la académica de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), con el encargo de esta serie, los franciscanos buscaban demostrar la vigencia de su poder económico y la aceptación que los habitantes de la región les tenían desde el siglo XVI.
“El programa pictórico no es del dominio público, no era usado como parte del culto, cuenta con una temática que únicamente podría ser interpretada por los miembros de la orden religiosa, ya que muestra una concienzuda selección de escenas sobre la vida de san Francisco de Asís, disponibles a través de grabados europeos publicados sobre su vida”, indicó.
Por otra parte, el hecho de que la orden hubiera invertido una importante suma para el pago de dicho ajuar, contratando al pintor Gregorio José de Lara, quien produjo una impresionante serie plena de detalles hechos para ser admirados de cerca por los propios miembros de la orden, confirma la hipótesis.
Los cuadros, dijo, son una especie de propaganda religiosa, el mensaje era algo así como “la gente nos está dando dinero para las obras, porque nos quieren aquí”, mencionó.
Paula Mues indicó que un hecho interesante es que al pie de algunas de las obras se cuenta con la leyenda “A devoción de…”, que acompaña el nombre de la persona que donó para su hechura, algo que no es común en la pintura novohispana de esta época, ya que generalmente, cuando se mandaba hacer un ciclo pictórico, lo hacía una familia, un devoto o la misma orden religiosa.
Los cuadros tenían también un carácter didáctico para quienes querían tomar los hábitos, las imágenes eran ejemplo de comportamiento, de ellas se aprendían los modelos de virtud, grandeza, humildad y bondad que representaba el santo.
En lo que respecta a los valores estéticos, la doctora destacó que la pintura poblana colonial tiene ciertas características que la distinguen de las demás de esa época, ya que autores como De Lara, daban más importancia a detalles como joyas o telas (diferenciaban revés y envés, mostraban estampados) en sus obras, mientras que los artistas de la Ciudad de México, preferían plasmar efectos de movimiento en las escenas.
Sobre el autor, Paula Mues declaró que poco se sabe, ya que de él no se tienen fechas clave como de otros artistas, aunque mencionó que sí hay muchas piezas de su autoría. La labor de restauración de su obra es un momento propicio para ahondar más en su vida y obra.