El País informa que Luis Miguel ha pasado a ser su peor enemigo. Tiene solo 18 años y está a punto de hundirse en el alcohol y en su carrera. Alerta: spoilers. El quinto capítulo de la serie muestra a un artista devastado, egoísta y solitario. Ya no hay amor ni desamor, no queda nada de Mariana Yazbek —la primera novia que ocupa gran parte de los primeros capítulos— ni tampoco de la madre de su primera hija, Stephanie Salas. Pegado a un vaso de whisky con hielos, al borde de la quiebra por culpa de su padre, Luis Rey, su única preocupación parece la de un adolescente rico e irresponsable: un auténtico mirrey. Él, el máximo exponente del término, se emborracha una noche en Acapulco, sube a una fan a su coche y casi la mata. Así ha sido el quinto capítulo de la serie que estrena Netflix cada domingo, un trabajo supervisado y basado en entrevistas con el cantante.
Si la dramática ruptura con Mariana, en el capítulo anterior, adelantaba una nueva faceta del artista, esta quinta entrega la consolida. Adiós a la imagen edulcorada de Luis Miguel, romántico y entregado a su música. Ahora fuma y bebe sin parar mientras todo a su alrededor se desmorona. Su padre, Luis Rey, ha decidido vengarse del desplante de su hijo. En los capítulos anteriores, el cantante había decidido apartarlo de las decisiones musicales en cuanto cumplió la mayoría de edad. Le dejó, sin embargo, que administrara las finanzas. Y ahora no tienen dinero ni para pagar a sus empleados. Observa casi sin inmutarse cómo el marido de su asistente Rossy Esquivel (interpretada por Vanessa Bauche) —como una madre para él—, que había sido la cabeza de turco de las operaciones financieras de Luis Rey, va a la cárcel por fraude. Él se va de fiesta.
Resulta difícil empatizar con Luis Miguel en esta etapa. La culpa de su declive ya no es achacable a su padre ni a una infancia explotada hasta la extenuación, sino a él mismo. Hay un momento de la serie en la que el espectador llega a empatizar más con la gente de su entorno, como es el caso de su mánager, Hugo López (interpretado por el argentino César Bordón). La esposa de López ha sufrido un aborto y él no puede viajar junto a su familia porque tiene que resolver uno de los percances que podrían haber acabado para siempre con la carrera de El Sol. Destruido emocionalmente por la pérdida de su hijo, llama al cantante y descubre que mientras él ha tenido que quedarse a limpiar su imagen, la estrella de la música latina sigue de fiesta.
—No quiero volver a ver en mi vida a Luis Miguel.
Antes de que eso sucediera, una noche después de un concierto en Acapulco, una fan se había colado entre un grupo de modelos que se le ofrecían al cantante como un trofeo después del evento. Todas iban a la mítica casa del artista en la ciudad costera para continuar la noche y acabar en la discoteca de moda, el Baby' O. Aquella chica, asustada, se esconde en uno de los armarios de la habitación. Luis Miguel la descubre y se besan. La sube a su coche, pero él manejaba ebrio. En otro vehículo iba su amigo, Roberto Palazuelos.
Los dos adolescentes ricos, que se creían los dueños de cada pedazo de suelo que pisaban, deciden hacer una carrera por la avenida principal de Acapulco. A ver quién era más "cabrón". Luis Miguel no frena antes de que se terminara la carretera. Y el vehículo cae al mar. Él sale nadando, pero aquella chica que soñaba con conocer unos minutos a su ídolo estuvo a punto de morir. Aparece ingresada en el hospital y el padre le pide a Hugo López un dinero a cambio de su silencio.
Aunque la serie prometió desde su origen contar la verdad, la "única verdad", sobre la vida del cantante mexicano, no se sabe bien dónde está el límite entre la ficción y la realidad. Si aquel evento realmente ocurrió o sirve a Netflix para construir un drama perfecto.