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Viernes, 22 Junio 2018 19:53

Lucky, cuando comienzas a despedirte de la vida

Por  Staff Puebla On Line

La vida de Harry Dean Stanton, una de las últimas estrellas del Hollywood independiente, tocó a su fin el 15 de septiembre de 2017, dejando tras de sí un legado fílmico de diversos registros y estilos. Harry se las vio con extraterrestres, mafiosos, matones, crucifixiones y otras tantas historias en una carrera que se prolongó durante más de 50 años, siempre dejando un ejemplo de profesionalismo, exactitud y pasión en cada uno de sus papeles.

Lucky, del director John Carroll Lynch, fue su última aparición ante las cámaras a sus 91 años de edad y después de eso murió en Los Ángeles, California,

Este héroe que casi siempre representaba papeles que hablaban por las clases desvalidas de la sociedad norteamericana, y cuyo rostro era una mezcla de pena, dolor y amargo humor, es recordado por su actuación en cintas emblemáticas como Alien, París, Texas, uno de los últimos ejemplos de maestría en el séptimo arte, o la serie Twin Peaks de su amigo David Lynch.

El actor no hubiera podido elegir una mejor cinta para despedirse del cine y la vida que el western existencialista Lucky, cuya historia corrió a cargo de los guionistas Drago Sumonja y Logan Sparks. A medio camino entre la comedia y el drama, la cinta es una hermosa película de iniciación que tiene como protagonista a un hombre ateo próximo a morir. El nombre de este personaje es Lucky, habitante de un pueblo extraviado en medio de un gigantesco desierto, y a él le acompañan otras figuras entrañables que le darán las lecciones más importantes de su existencia.

En la historia del cine de los Estados Unidos el desierto juega un papel importante como un personaje más en un sinfín de cintas que no sólo tienen que ver con el género del western. En Lucky se recurre de nuevo a este paisaje árido, abandonado, caluroso, pero gélido a la vez, como el escenario para que un hombre sin fe encuentre el camino óptimo hacia la eternidad. Pero tiene miedo de lo que hay allá, donde ningún ser humano conoce la respuesta.

 

Silenciosa, contemplativa, dotada de largas secuencias donde Lucky fuma, camina en medio de ese paisaje donde sólo los matorrales y la brisa son los únicos elementos de auténtica vida y habla con otros personajes (David Lynch entre ellos), la cinta puede dar la impresión de no ofrecer algo más que la vida simple de un hombre que dejará poco tras su partida. Pero lo cierto es que mientras la cinta transcurre también el mundo alrededor de su protagonista está avanzando irremediablemente hacia su propio desenlace: se está haciendo polvo como el pueblo olvidado y oxidado en el que Lucky tiene la mala suerte de vivir.

A modo de un cadáver viviente, el vaquero Lucky va realizando acciones rutinarias que son el previo a una muerte casi sin remedio: vive sus días enteros yendo de aquí a allá, bebiendo sólo café o vasos de leche fresca, resolviendo crucigramas y viendo programas de concursos hasta que escucha a la muerte galopar cerca de él. Su rostro descompuesto, lánguido y nostálgico nos hace conectar con la vida, pero al mismo tiempo con la muerte.

En 88 minutos de filme, a ritmo semilento y acompañado por las notas de una dulce armónica, Harry Dean Stanton demuestra que este papel lo estaba esperando: sólo su cuerpo, su rostro y su manera de hablar podían ser el reflejo perfecto de la llegada del final. Sólo él podía dar vida y muerte a Lucky, el vaquero más triste y solitario del actual cine de los Estados Unidos. Únicamente su conmovedora manera de hablar, de ver a los demás y de enfundarse unas botas gastadas por el peso de la vejez podían cazar con el concepto de la película: un hombre que se da cuenta de que está muriendo.

Fuente: CULTURACOLECTIVA

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