Lo que estaba programado para ser un encuentro terso con jóvenes beneficiarios de apoyos económicos en la capital acabó en un reclamo hacia Miguel Ángel Mancera, cuyo gobierno fue calificado como “fascista” y en “estado de sitio”.
El escenario del reclamo fue el Teatro de la Juventud, en la delegación Álvaro Obregón. Cientos de jóvenes de distintas demarcaciones llegaron ahí desde temprana hora para llenar el inmueble donde se realizaría la entrega simbólica de credenciales del Programa Jóvenes en Desarrollo.
Mancera Espinosa llegó minutos después de las 12 del día. Como estaría rodeado de adolescentes, se quitó el saco y la corbata. Parecía muy tranquilo y sonriente.
“¿Cómo están?”, “¿Quién vino con novio?”, “¿Quién vino soltero?”, “¿Quién va a invitar a la fiesta?”, les preguntó cual animador de eventos sociales. “A ver, ¿quién viene de la Cuauhtémoc, de la Gustavo A. Madero, de Iztapalapa? ¡Levanten la mano!”, les decía mientras los jóvenes orgullosos lanzaban el “¡yooo, aquíiii!”.
El jefe de gobierno comenzó a hablar de las bondades de la tarjeta que permite a los beneficiarios usar gratis el Metro, el RTP, el Tren Ligero y el Trolebús.
Ahí fue cuando vino el primer reclamo: “¡Metrobuuuus, incluyan el Metrobus!”, gritó un joven desde los asientos de atrás del teatro. De inmediato vinieron los aplausos y los gritos “¡Metrobús, Metrobús!”.
Todavía con el control del discurso, el jefe de gobierno les recordó que para tener gratuidad en ese servicio se debe primero hablar con los concesionarios de este tipo de transporte. Luego les prometió que la directora del Instituto de la Juventud, María Fernanda Olvera, los buscaría para plantear la petición.
Librada esa demanda, Mancera se siguió de largo al hablar del programa “Cero Rechazados”, les anunció un megaconcierto en el Zócalo durante la Semana de la Juventud y destacó la instalación de más puntos wifi en parques públicos “para que puedan echar novio a gusto por teléfono”.
Estaba tan de buenas que hasta contó de cuando él era joven y se iba al parque con su novia. “Entonces no había WhatsApp para mandarle besos y caritas”, dijo.
Y ya en tono relajado, el funcionario invitó a quienes tuvieran “mal de amores o que estén tristes porque terminaron con su novio o por algún problema” a acudir al Hospital de las Emociones, recientemente inaugurado en la delegación Venustiano Carranza.
“¡Eso no es democracia, es fascismo!”
Coincidencia o no con el discurso de las emociones, en ese momento un joven de 22 años, habitante de la delegación Benito Juárez, se acercó discretamente hasta el escenario donde hablaba Mancera y con su tarjeta de beneficiario del programa en mano, le pidió el uso de la palabra.
La presencia del joven tomó por sorpresa al mandatario local, pues aparentemente su equipo de seguridad no hizo nada por detenerlo. Entonces el muchacho comenzó a hablar y en segundos Mancera asintió para darle el micrófono sin saber lo que vendría.
“Me llamo Emiliano Morales y soy estudiante”, se presentó. Pantalón de mezclilla, chamarra café, tenis, anteojos y cabello rizado. Con voz elocuente y bien articulada, le hizo el primer reclamo:
“Es indignante que en la entrada los policías nos revisaran como si fuéramos a traer algún tipo de arma. Y no, no traemos ningún tipo de arma”.
Los gritos de apoyo comenzaron, mientras afuera aún permanecían los policías auxiliares y de tránsito al lado de las vallas metálicas que delimitaron el acceso al Teatro.
“¿Saben con qué no contaban los de su equipo de seguridad, doctor? Con que nuestra arma es la palabra”, le dijo.
Pero no fue lo más duro. Sin titubear, el joven estudiante de la licenciatura en Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, le dijo al jefe de gobierno que la juventud necesita apoyo para abrir espacios donde se pueda expresar.
“En una democracia, las personas salen a protestar. Pero ¿sabe cuándo ya no me cuadran las ideas? En el momento en que voy caminando por el Hemiciclo a Juárez a protestar al Zócalo junto a los maestros y me encuentro con una barricada de policías y de cuerpos de granaderos”.
De nueva cuenta, pero con más fuerza, llegaron los gritos y los aplausos de aliento de los jóvenes en el auditorio.
Sin mencionarlo, se refirió a la reiterada negativa del jefe de gobierno a permitir que marchas de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y del partido Morena, acompañados por familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos lleguen al Zócalo capitalino, con el argumento de que éste se mantiene ocupado con otros eventos.
Envalentonado, Emiliano continuó:
“Entonces yo pregunto ¿dónde está esa democracia, dónde están las voces que no están de acuerdo? Las voces de la juventud en resistencia no se escuchan”.
Subió el volumen de su voz y continuó:
“¿Por qué nos ponen a policías, por qué nos ponen a cuerpos de granaderos para no permitirnos el paso? ¡Señor Mancera, eso no es una democracia. Eso es fascismo. Eso es un estado de sitio!”.
El Teatro de la Juventud parecía albergar a una multitud enfurecida. Atónito, Mancera sólo asentía con la cabeza. La sonrisa que tenía minutos antes se convirtió en un rostro serio, con quijada apretada, signo de molestia en él.
Y si no era suficiente, el joven fue más allá. Siempre llamándolo “Doctor Mancera”, lo invitó a ir a las universidades a plantear una pregunta:
“¿Por qué tengo un nivel de aprobación de menos de 30% de gobierno? (cifra publicada el pasado 4 de julio en una encuesta del diario El Universal )… Yo le digo: porque los jóvenes estamos hartos de la misma clase política, porque los jóvenes y los de abajo estamos hartos del mismo circo que se venden en los de arriba y el negocio que se ve entre los de arriba, que sólo sea para ellos”.
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Entonces, afirmó que ya era momento de que escuchara las voces de las personas y “que tome una postura en este conflicto que está haciendo con los maestros disidentes y con los estudiantes, porque ya es momento que escuchen a los de abajo”.
La gente, agregó, está cansada de “la misma clase política en Chihuahua, en Veracruz, los Moreira, el mismo licenciado Enrique Peña Nieto, si me estás escuchando te decimos ‘ya basta’. Estamos cansados de que nos traten como tontos, no somos ningunos tontos”.
No llevaba más de cinco minutos esa intervención y los ánimos en el teatro ya estaban encendidos. El estudiante agradeció a Mancera el darle la palabra. Luego bajó del escenario a paso lento, erguido y en medio de aplausos y gritos que lo acompañaron hasta la parte trasera del auditorio, donde se quedó parado y se cruzó de brazos.
De nuevo en el micrófono, Mancera aceleró el término de su discurso y trató de responder a Emiliano al decir que “el Zócalo siempre está abierto, pero hoy está la aldea digital”. La rechifla vino de inmediato. Un “¡buuuuu!” se escuchó unísono en el lugar.
Respecto al problema de la CNTE, el mandatario capitalino llamó al gobierno federal a resolverlo “con la base del diálogo”. Pero ya para entonces el clímax había pasado. Los jóvenes estaban inquietos después de horas de esperar y luego de la arenga.
Tan cansados estaban que prácticamente no pusieron atención a Andrés, otro joven que también subió al escenario y en un tono tímido, planteó sus demandas: que el gobierno no limite la participación de los jóvenes, que en vez de más zonas wifi, les dé capacitación para obtener un mejor empleo y que les de un informe detallado de las acciones que hace para apoyar a la juventud capitalina.
El acto terminó. Los cientos de jóvenes comenzaron a salir del Teatro y no faltó quien, al encontrar a Emiliano a su paso, le daba abrazos y palmadas de felicitación.
Uno de ellos, sin conocerlo, lo abrazó y le dijo: “¡Cabrón, eres un héroe!”.