A principios de los años 90, en el marco de las negociaciones para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano, el presidente Carlos Salinas de Gortari puso sobre la mesa una petición que causó perplejidad entre los emisarios de la Santa Sede: que el papa Juan Pablo II declarara nulas las excomuniones contra Miguel Hidalgo y José María Morelos.
Los negociadores del Vaticano, encabezadas por el entonces nuncio apostólico Girolamo Prigione, llevaron a Roma la solicitud del mandatario mexicano, el primero que parecía dispuesto a sepultar décadas de encono entre Iglesia y Estado y el primero que se mostraba partidario de promulgar una Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, con lo que se lo otorgaría personalidad jurídica a la Iglesia católica.
Una vez enteradas de la solicitud del presidente Salinas, las autoridades vaticanas ordenaron revisar el expediente de Manuel Abad y Queipo, el obispo de Michoacán que hace un par de siglos excomulgó al Padre de la Patria y al Generalísimo.
tras una minuciosa investigación, la jerarquía encontró el argumento ideal para complacer al mandatario mexicano y, al mismo tiempo, quitar del camino un obstáculo que podría entorpecer las pláticas diplomáticas.
Abad y Queipo nació fuera del matrimonio, y un hijo natural no podía ser obispo, según las reglas de aquella época; por lo tanto, todas sus decisiones y acciones quedaban sin efecto, incluidas las excomuniones de Hidalgo y de José María Morelos y Pavón. Los juicios contra este último iniciaron un día como hoy, pero de hace 200 años, el 22 de noviembre de 1815.
Todos contentos
“La resolución del papa Juan Pablo II fue contundente: Hidalgo y Morelos nunca fueron excomulgados. Todos contentos”, relata José Elías Romero Apis, quien formó parte del equipo del presidente Carlos Salinas de Gortari, que se encargó de negociar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede.
“Cuando durante la presidencia de Carlos Salinas empezamos a trabajar en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano, pues hubo muchas cosas vertidas en la mesa: que si los derechos políticos, que si la situación fiscal de la Iglesia, que si el reconocimiento como Estado, que si el reconocimiento como religión… un temario, como sucede en estas cosas, de 30 o 60 ítems.
“El presidente Salinas introdujo uno muy interesante históricamente, aunque pudiera parecer muy irrelevante políticamente: que el Papa, en aquel entonces Juan Pablo II, anulara, cancelara o revocara las excomuniones de Hidalgo y de Morelos”, relata el abogado, quien ha sido subprocurador de la República, así como diputado federal y catedrático.
“El Papa recibió a través de sus enviados ese asunto. Habrá dicho, ‘revísenle, a ver cómo le hacemos’. Y entonces encontraron una solución muy cómoda para ellos y muy satisfactoria para México. El obispo Abad y Queipo resultó que era hijo natural y, por lo tanto, no podía asumir de manera definitiva el obispado.
“Lo había asumido provisionalmente, pero nunca llegó a ser confirmado por el Papa de aquella época por esa situación natal que, no sé si hasta la fecha, pero en aquel entonces era imprescindible para asumir el rango de obispo. Es decir, era hijo fuera del matrimonio y eso lo hacía inelegible como obispo. No fue confirmado como tal y al no ser confirmado quedaban sin efecto sus excomuniones”, detalla Romero Apis, colaborador de Excélsior y presidente de la Academia Nacional.
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2015/11/22/1058861
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