ESPN informa que en una de las actuaciones más convincentes de la temporada, el Real Madrid venció por 3-0 al Sevilla en la ida de los octavos de final de la Copa del Rey disputada este miércoles en el Santiago Bernabéu.
Real Madrid hizo lo que quiso con el Sevilla. Lo trató como juguete de feria y ni siquiera hizo falta la BBC. Bastó con tener al mediocampo titular - Kroos, Modric y Casemiro - arropado por el inmenso talento de los jugadores de segunda línea. Esos que en cualquier otro equipo serían indiscutibles como Marco Asensio y Nacho Fernández. O James Rodríguez, que sin el resto de estrellas haciéndole sombra, fue aquel que maravilló al mundo en Brasil y acabó firmando su cuarto doblete como merengue.
Zidane había sorprendido al no convocar a Cristiano Ronaldo para el primer partido del año y cuando decidió dejar a Benzema en la banca causó aún mayor estupor, considerando que su equipo se enfrentaba a un rival de alcurnia y no podía contar con Gareth Bale y Lucas Vázquez, ambos lesionados.
El francés parecía tentar al destino poniendo en riesgo la eliminatoria y su marcha perfecta en la campaña. Pero sus hombres dieron sustancia al discurso que adoptara desde que inició la campaña; el que reza que "todos" sus jugadores acabarían por ser "importantes" a lo largo del curso.
James fue el primer y más notorio ejemplo de ello.
El colombiano abrió el marcador antes de que se cumplieran diez minutos de juego con un golazo marca propia; un riflazo desde fuera del área pegado al poste después de un robo soberbio de Casemiro. Era su tercer gol en la temporada y el primero desde que al no ver acción en la final del Mundial de Clubes amenazó con hacer las maletas. Ya envalentonado, también marcó el tercero desde el punto penal poco antes del descanso luego de que Luka Modric fuera derribado dentro del área. Para entonces el Madrid ya ganaba cómodamente después de que Raphael Varane pusiera el 2-0 con un cabezazo a un tiro de esquina de Toni Kroos al filo de los 30 minutos.
Entre un gol y otro, el Madrid bailó frente al Sevilla sin que nadie le perturbara. Modric rompía líneas, Kroos repartía por donde quería y Casemiro parecía un muro impenetrable. Asensio armaba una jugada tras otra y los laterales haciendo ver su suerte a la defensa andaluza por sus bandas. Y por delante James, que estuvo involucrado en la mayoría de jugadas en ataque mientras estuvo en la cancha.
El rival parecía otro equipo y no el Sevilla luchón y carismático que había amenazado con quitarle el balón al Real Madrid en su propia cancha y hacerle ver su suerte. Mientras todo eso ocurría apenas daba señales de vida en las escasas ocasiones que Joaquín Correa lograba cruzar a la mitad merengue con balón controlado o que Iborra buscaba un ángulo para el remate. Los de Sampaoli apenas tuvieron un par de oportunidades en la primera mitad, ambas producto de algún descuido merengue y que no llegaron a mayores porque Kiko Casilla, arquero titular en la Copa, también salió inspirado y se lució con un par de achiques.
La segunda parte vio la continuación de un completo dominio del equipo 'B' de Zidane, aunque a un ritmo más pausado. Desarticulado y puesto en evidencia desde el primer instante, Sevilla no supo cómo volver al partido; mucho menos revertir su situación. Zidane dio entonces minutos a Isco en lugar de Asensio, que salió coreado por la grada, y hasta Danilo, que ocupó el lugar de James. El colombiano, que no hace ni dos meses se había llevado una sonora rechifla, salió ovacionado.
También Mariano tuvo su oportunidad, éste por Morata, el único merengue que quedó a deber pues su presencia en la cancha apenas se había notado hasta entonces. No importó gran cosa. El resto había sacado la casta para firmar el partido 38 sin conocer la derrota y poner un pie en los cuartos de final.