EL PAÍS reporta que con la llegada del Año Nuevo budista, a mediados de abril, las ciudades y pueblos de Tailandia se lanzan a una verdadera guerra de agua. Durante tres días, niños y adultos armados con enormes pistolas de agua deambulan por las calles o sobre las plataformas traseras de sus camionetas para mojar a amigos y desconocidos.
El Songkran, como se llama el festival del agua en tailandés, marca el final de la estación seca para dar paso a la época de lluvias. Es la festividad más larga del calendario, por lo que los tailandeses aprovechan para coger vacaciones, visitar a sus familias o acudir a los templos locales para limpiar las imágenes de Buda y tener buena suerte en el año que comienza. En algunas zonas del país, como la norteña Chiang Mai, la fiesta del agua incluso llega a extenderse incluso a lo largo de una semana, fiesta que tiene versiones locales también en los países vecinos de Tailandia, Birmania, Camboya y Laos.
Tradicionalmente, los tailandeses vertían una taza de agua sobre sus familiares y amigos cercanos para atraer buena fortuna. Pero la tendencia social de este país asiático a convertir cualquier celebración en un verdadero festival, ha hecho que, con el tiempo, este rito tradicional tenga actualmente un tono más festivo, convirtiendo las calles en un auténtico campo de batalla en el que tailandeses y extranjeros se divierten con cubos, bidones y mangueras de plástico en los días más calurosos del año.
En Bangkok, el área de la calle Silom y el oasis mochilero de Khaosan Road se han convertido en los espacios más animados y transitados durante el festival del agua: cualquier persona que pase por allí puede acabar con una mezcla de harina y agua en la cara, cubitos de hielo en el cuello y nubes de polvos de talco en los ojos.
El consumo de agua durante la celebración de Songkran acostumbra a triplicar el habitual, por lo que las autoridades este año han pedido a los tailandeses que conserven el agua en lugar de lanzarla durante el festival debido al empeoramiento de la sequía que afecta al país. Entre las medidas que se han adoptado para frenar el gasto de agua potable, las autoridades han decidido reducir la duración del festival a tres días –del 13 al 15 de abril–, y las guerras de agua estarán permitidas hasta las nueve de la noche. El Gobierno incluso ha realizado una petición pública para que los participantes rocíen con una pequeña cantidad de agua a otras personas en lugar de lanzarla con cubos como en ediciones anteriores y “mantener la tradición” evitando el derroche.
La situación por la que atraviesa Tailandia es severa. Hasta la fecha, 12 provincias que cubren 46 distritos han sido declarados zonas afectadas por la sequía donde se necesita ayuda inmediata. Si no llueve durante un periodo clave de 120 días entre marzo y junio, millones de hectáreas de arrozales podrían resultar seriamente dañadas, causando pérdidas millonarias.
La escasez de agua ha afectado también a algunos hoteles de un país donde el turismo representa alrededor del 10% del PIB, y se ha pedido a 700 establecimientos que ahorren agua reduciendo el número de toallas limpias puestas a disposición de los huéspedes para minimizar la carga del lavado.
Solo la ciudad de Bangkok consume alrededor de dos millones de litros de agua por día y, debido a la presente sequía, debería alcanzar una reducción del consumo de un 20%. El Gobierno espera conseguir un ahorro de hasta 5 millones de litros de agua para hacer frente a la peor crisis de los últimos 20 años. Este año durante el Songkran habrá que cerrar el grifo.