Pasar un fin de semana en los Alpes, deambular por el centro de Ámsterdam junto a sus canales o dejarse atrapar por el embrujo de las auroras boreales en el Círculo Polar Ártico son propuestas irresistibles. O quizá no. Para muchos viajeros podrían ser un pesadilla si sufren chionofobia (miedo a la nieve), cyclofobia (miedo a las bicicletas) o achluofobia (miedo a la oscuridad).
Hay determinadas fobias que se manifiestan más al salir de viaje. La aerofobia (miedo a volar) es un trastorno “relativamente frecuente que limita a las personas a la hora de desplazarse hasta el punto de tener que buscar medios alternativos como el tren”, explica María Dolores Avia, catedrática de la Universidad Complutense de Madrid.
Las personas aerofóbicas suelen ser muy imaginativas, perfeccionistas y controladoras, por lo que se ponen nerviosas a bordo de un avión en el que la situación se escapa de sus manos.
Los casos menos graves “pueden detectarse a bordo de un avión. Solo hay que fijarse en las caras de los pasajeros durante el despegue y aterrizaje”. Quienes acusan una aerofobia más severa prefieren visitar sitios cercanos a lograr grandes travesías llenas de experiencias.
Incluso, después de haber llegado a su destino en avión, son incapaces de disfrutar de sus vacaciones pensando en el vuelo de regreso.
Más allá del miedo a volar
Otras personas viven obsesionadas con la suciedad y revisan de arriba abajo las sábanas o el cuarto de baño. Algo similar sucede con la comida. Hay quien, al margen de la limpieza, también “cuestiona constantemente cómo se ha cocinado o qué ingredientes lleva”.
Aunque no es una fobia, “la hipocondría puede impedir a quien la padece emprender cualquier tipo de viaje y, si lo hace, siempre se asegurará de que haya un hospital cerca de ella”. Hay gente que, sin llegar a ser hipocondriaca, reacciona con pánico ante la posibilidad de estar en una zona infestada por el mosquito que transmite el zika”.
También afectan al turista la macrofobia (miedo a hacer cola), la nomofobia (miedo a quedarse sin cobertura móvil), la agrizoophobia (miedo a los animales salvajes) o la atefobia (miedo a los edificios antiguos).
¿Se pueden curar las fobias?
Existen muchas maneras de tratar las fobias, aunque la más aceptada es la terapia cognitiva-conductual, que consiste en dejar de evitar aquello que nos provoca temor, dice Avia. “La exposición a lo que sea que provoca la fobia debe realizarse de manera frecuente y periódica”.
En internet hay sitios especializados en el tratamiento, como “Miedo a Volar” y “Volando sin miedo (con cursos online gratuitos).
Con información de EFE