A dos años de que se detectó el primer contagio de COVID-19 en México, el número de casos va en descenso, pero el nivel de transmisión todavía se mantiene en un rango similar al de la segunda o tercera ola (con 20 mil nuevos contagios registrados al día, en promedio). Estas cifras indican que la disminución seguirá, aunque aún faltan meses para que el país salga de la pandemia, coinciden especialistas en salud.
Sobre si el control de esta cuarta ola con una variante menos agresiva como Ómicron significa que la pandemia está próxima a su fin y COVID-19 se volverá una enfermedad endémica como la influenza (que se repite con frecuencia pero con pocos casos), los expertos concuerdan en que aún falta tiempo para eso y, por ello, ni las autoridades ni la población deben bajar la guardia.
“Lo que se esperaría es que (la bajada del pico de Ómicron) ya signifique la salida de la etapa epidémica, pero eso no significa que se va a acabar el problema, ni que vaya a haber un día específico en que se pueda decir ‘ya se acabó la epidemia’; va a haber un cambio paulatino y no todas las regiones del país van a salir al mismo tiempo”, advierte Alejandro Macías, infectólogo y excomisionado contra la influenza en el país.
En México, el primer caso de COVID-19 se detectó de forma oficial el 28 de febrero de 2020, hace exactamente dos años. Cuatro olas con altos picos de contagios y muertes han afectado desde entonces al país, que hasta ahora acumula 5 millones 506 mil 105 casos y 318 mil 86 defunciones oficialmente reconocidas.
De acuerdo con información de la Universidad Johns Hopkins, México se encuentra en el noveno lugar mundial de mortalidad por COVID-19, con 249.28 muertes por cada 100 mil habitantes. El país está solo debajo de Perú (647.20), Rumania (326.99), Brasil (307.60), Polonia (293.06), Estados Unidos (288.88), Argentina (280.49), Italia (256.09) y Ucrania (253.37).
Macías asegura que lo más probable es que en México durante marzo siga aumentando el número de muertes o que este entre en una meseta, porque los pacientes que se ponen graves mueren varias semanas después y hay retraso en el reporte oficial de fallecimientos.
Este sábado 26 de febrero, la Secretaría de Salud confirmó 331 muertes más por COVID-19 en un solo día, mientras que este domingo se sumaron otras 72.
Aunque la variante Ómicron parece más segura, explica Alejandro Sánchez, maestro en Ciencias Biomédicas e investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM, un mayor número de casos —como el que se ha presentado— impacta en la letalidad y la mortalidad, que están asociadas a la transmisión. “No es lo mismo que muera el 10% de 100 mil personas que el 10% de 1 millón”, expone.
Por las cifras actuales, el panorama es que no se puede volver a la normalidad todavía. Para cortar la transmisión, dice Sánchez, se requiere que 87% de la población esté vacunada, en todos los grupos, y eso no se ha logrado.
“No llegaremos a ese porcentaje mientras no se vacune a los niños. Ya hay evidencia científica a nivel mundial para afirmar que es seguro inmunizar a los menores de cinco años en adelante, pero las autoridades no han autorizado la vacuna para menores ni han hecho las gestiones para la compra”, señala Sánchez, también integrante del Consorcio Mexicano de Vigilancia Genómica (CoViGenMex).
Respecto de la vacunación, México está en un nivel medio alto. En el país, según datos de la Universidad Johns Hopkins, está completamente vacunado el 61.8% de la población. Estados Unidos tiene 65.6%, Canadá registra 82.1%, China lleva 88.3% y Rusia tiene 49.6%, mientras que Nigeria lleva solo 3.8% de su población con esquema completo y Etiopía el 3.3%.
El otro problema de que sigan los contagios altos es lo que se conoce como COVID largo, las secuelas de la infección que persisten durante varios meses y pueden ir desde fatiga hasta afecciones neurológicas como pérdida de memoria y otras.
En esta cuarta ola, dice Andreu Comas, epidemiólogo, maestro en Ciencias de la Salud y también integrante del CoViGenMex, se infectó aproximadamente el 34% de la población. Eso hará que aumenten más los casos de COVID largo. “Vamos a tener una gran cantidad de personas que requieran atención por esto y habrá mayor presión en un sistema de salud que de por sí ya está presionado”, alerta.
Hay evidencia suficiente, explica Sánchez, de que está variante se aloja en las vías respiratorias altas, más que en los pulmones, pero puede invadir otros tejidos y órganos, como el riñón y el corazón, “así que por supuesto que puede dejar secuelas y eso seguirá siendo un problema para el sistema de salud”.
Fuente: Animal Político