El ahora conocido internacionalmente como “el edil ordeñador” de Puebla, el ex presidente municipal de Palmar de Bravo, Pablo Morales Ugalde, tejió una red de complicidades con familiares para realizar el desvío –torpe y evidente– de dinero “presuntamente obtenido por la venta de combustible robado” y de recursos del ayuntamiento, red a través de la cual llegaba a transferir desde 1.3 a más de 3 millones de pesos en un solo cheque; realizaba compras de fondos de inversión hasta por 37.8 millones de pesos, y efectuó retiros bancarios de hasta 8.9 millones de pesos en un solo paquete de operaciones. De acuerdo con documentos de la investigación de inteligencia financiera de la Procuraduría General de la República (PGR), al que tuvo acceso este reportero, el “alcalde huachicolero” involucró incluso a sus hijas en estas transacciones, las que, según reveló el diario Reforma, sumaron 57 millones de pesos en un año, además de la propiedad de 17 inmuebles por todo el estado.
Esta indagatoria es paralela a la de su posible vinculación con la banda de El Bukanas, por la que desde marzo de este año tuvo que comparecer ante la Fiscalía General del Estado para declarar.
En esta línea criminal, también se le indaga a él y a sus cercanos.
La investigación financiera devela la presunta participación, en este tejido, de sus hijas Paulina y Jacqueline Morales Rodríguez; de su hermano Roberto y su sobrino Jorge Morales Cortés; de sus familiares, sin especificar parentesco, Manuel Rolando Rodríguez Cedeño y María del Pilar Abascal Vera.
También indaga la relación y participación de José Luis Javier Pérez y Jorge Alejandro Méndez, José Fausto Rubén Ortiz Varela, así como a la empresa CATEPSA, Construcciones Caminos y Terracerías y Proyectos.
Las operaciones millonarias, a través de cheques, depósitos y retiros directos, involucra cuentas individuales de las personas investigadas y del municipio de Palmar de Bravo, desde 2015.
Con esos recursos de “procedencia ilícita”, de acuerdo con la PGR, el alcalde y su red financiera compraron 17 inmuebles, entre ellos hoteles, terrenos y oficinas, en distintos puntos del estado de Puebla.
Esta telaraña entre las personas y las entidades mencionadas fueron detectadas, de acuerdo con el documento de inteligencia financiera, porque ninguno de los involucrados acredita lícitamente la obtención de los millones que recibía o transfería.
Es más, ninguno de sus principales operadores y familiares presentaron declaraciones anuales de impuestos, en los años de sus abultadas negociaciones.
Las cuentas y fechas están claramente identificadas en este esquema y fueron rastreadas para establecer la vinculación que, en la mayoría de los casos, era evidente.
Esta investigación está relacionada con la que realizaron el Sistema de Administración Tributaria (SAT) y Petróleos Mexicanos (Pemex) a las cuatro gasolineras de la región de Palmar de Bravo, en las que Morales Ugalde aparece como socio y que vendían más gasolina de la que compraban.
En esta investigación, que llevó a la aprehensión del ex alcalde el pasado 5 de julio, establece la probabilidad y se dan los elementos para suponer que la riqueza de Pablo Morales proviene del huachicol.
La mayor de las operaciones y por la que las autoridades encendieron los focos rojos, se registró entre noviembre de 2015 y febrero de 2016, y sumó un monto de 8 millones 929 mil 550.65 pesos.
Aquí, por descuido o ignorancia, quedaron al descubierto los nombres de sus familiares, como principales operadores de esta telaraña financiera.
Este incompetente esquema de triangulaciones entre sus familiares y colaboradores adolece de todos los “cuidados” que los profesionales del lavado de dinero –muchos de ellos político- realizan.
Delata además que, o bien Morales Ugalde se sentía intocable, o no tuvo acceso a un “cerebro financiero”.
Esquemas así, podrían aparecer en otros municipios del “Triángulo Rojo”.
Es interesante además en extremo la posible vinculación del “alcalde huachicolero” con El Bukanas, quien sentó sus operaciones criminales, además de en Palmar de Bravo, en Quecholac, Acatzingo, Tepeaca y Tecamachalco, cuyos ediles hoy deberían poner sus barbas a remojar.
La telaraña, una vez hallada, conduce inevitablemente a laberintos que, una vez resueltos, tarde o temprano encuentra destinos.
Todo es cosa de seguir la hilatura.
Y sobre todo seguir la ruta del dinero.