Aunque legítimo por tratarse de un reconocimiento a la aportación económica y social de los paisanos desde el extranjero –principalmente desde Estados Unidos–, el voto foráneo en las elecciones de Presidente de la República y de gobernadores en algunos estados ha resultado un rotundo fracaso por el minúsculo nivel de participación y, en consecuencia, la nula incidencia en los resultados. En Puebla, la posibilidad de que los poblanos que radican en la Unión Americana puedan votar por el mandatario estatal fue aprobada desde la legislatura anterior, el 18 de julio de 2013, pero aquellos diputados no establecieron su reglamentación, con lo que quedó en evidencia que solamente buscaban dar atole con el dedo a los migrantes, pues es inoperante para los comicios de 2018.
Ahora, en el caso de nuestra entidad y también para los procesos que se desarrollarán en 30 estados y los federales, ya es imposible cambiar cualquier regla.
Constitucionalmente eso solamente puede ocurrir con seis meses de antelación al arranque formal del proceso, que -en el caso nacional y estatal- comenzará en octubre próximo.
Sin embargo, las cifras y la reflexión nos llevan a una conclusión irrebatible: a los paisanos migrantes no les interesa, o solamente a muy pocos, votar por las autoridades del país que tuvieron que dejar atrás para ir por el sueño americano.
En 2006, para tener ejemplos claros, en la inauguración del voto de los mexicanos en el extranjero, apenas se inscribieron para participar 40 mil 876 connacionales.
Esto, a pesar de que se estima que tan sólo en Estados Unidos viven actualmente 33.6 millones de personas de origen mexicano.
De ellos, 11.6 millones nacieron en México, de acuerdo con la Oficina del Censo estadunidense.
De los registrados para votar hace casi 12 años, solamente emitieron su sufragio 32 mil 621 sufragios. La participación fue de 79.8 por ciento de los más de 40 mil que se inscribieron para hacerlo.
Con la mayoría de las boletas a su favor, Felipe Calderón ganó en el extranjero con 19 mil 016 votos (58.29%); Andrés Manuel López Obrador quedó segundo con 11 mil 090 sufragios (34%) y el priísta Roberto Madrazo a la cola de las tres primeras fuerzas con apenas mil 360 votos (4.17%).
Con todo lo cerrado que resultó ese proceso en los cómputos globales, los poquísimos votos emitidos allende las fronteras mexicanas nada incidieron.
En 2012 la historia se repitió: se inscribieron para votar 59 mil 115 paisanos, pero solamente lo hicieron efectivamente 40 mil 714 (68.87%).
En la pasada elección presidencial, tras las fronteras ganó Josefina Vázquez Mota del PAN.
Un caso actual muy ilustrativo del espejismo que representa el voto en el extranjero, es el del Estado de México, en donde se recibieron solamente 298 votos foráneos, en esta primera experiencia para el proceso de elección de gobernador o gobernadora.
La participación resultó raquítica, pues ésta es la entidad con la mayor Lista Nominal, de más de 11 millones de potenciales votantes.
De ellos, desde el extranjero, apenas menos de 300 paisanos se interesaron en participar.
Para el caso mexiquense, fuera de las fronteras nacionales ganó la morenista Delfina Gómez con 135 sufragios; Josefina Vázquez Mota del PAN se anotó 71; el priísta Alfredo del Mazo, 36; Juan Zepeda del PRD, 24, y el resto se dividieron entre la independiente y el PT.
Si eso ocurrió en el estado con más electores y que supera a Puebla en expulsión de migrantes, la previsión es que el sufragio foráneo en la entidad para definir gobernador (a) en 2018, andaría por debajo de esa ínfima votación
La verdad es que para los paisanos, la prioridad es tener trabajo y dólares suficientes para enviar a sus familias.
Se fueron del país que no les ofreció condiciones para una vida digna y, por eso, el tema político está en la mente y el ánimo de muy pocos.
Casi siempre aquellos que tienen resuelto el pan de cada día y su situación migratoria.