El Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) tiene hoy en Puebla el segundo lugar -y ya no muy lejos del PAN- en prácticamente todas las encuestas que se han realizado; esas que los políticos y los gobernantes apenas comentan, que reconocen; aquellas a las que temen, las que los asustan y de las que esconden los detalles.
El partido de Andrés Manuel López Obrador está con posibilidades, cada vez más tangibles, hacia 2018 para la alcaldía capitalina y la gubernatura.
Los vientos que a nivel nacional soplan a su favor, con el tabasqueño liderando la contienda previa hacia Los Pinos, también se avivan por las características locales.
En este escenario, mucho cuidado deben tener el PAN y el grupo en el poder, para saber leer cómo competirle a MORENA.
La tentación de cerrarse a su burbuja, puede ser el camino más corto al descalabro.
Ya ocurrió a otros en el pasado.
Si Acción Nacional manda a candidatos impuestos, sin arraigo, débiles, sin màs mèrito o atributo que su cercanìa o afinidad con el grupo que hoy tiene el poder desde Casa Puebla, el riesgo es altísimo en un escenario de alta competencia.
Si esa burbuja no abre el juego a las distintas corrientes internas del morenogalicismo, tanto para la gubernatura como para la alcaldía, estarán allanando el camino a MORENA.
El partido lopezobradorista podría dar el campanazo en 2018.
En la capital y en la residencia de Los Fuertes.
En Puebla, el pasado que ya se escribió hoy es advertencia ante una posible equivocación del futuro.
Es moraleja para quienes la puedan leer.
En 2010, Mario Marín Torres se creyó invencible.
Cerró las puertas de su partido a quienes no fueran de su grupo cupular.
La burbuja marinista era ley.
Y el sueño de opio terminó en el penoso naufragio.
El llamado góber precioso se equivocó al imponer la fórmula Zavala-Montero.
Su “hijo” político-su compadre y socio.
Javier Lòpez Zavala, hoy reducido a una mala broma, para la gubernatura, y el anticlimático Mario Montero, para la alcaldía.
La dupla no brilló ni en sus pendones y spots.
Originarios de un mismo grupo polìtico, en la boleta quedaron rebasados.
Aniquilados.
Neutralizados.
Convertidos en pomada y con ello el priísmo estatal.
Se restaron màs de lo que se sumaron.
Y aún no se recuperan.
Ahora, el morenovallismo y el galicismo corren el mismo riesgo.
Están ante un escenario de altísima competitividad, con MORENA creciendo cada día.
La franquicia de AMLO tiene su propia estrategia, pero avanza más rápido, mientras más errores cometen sus adversarios y mientras la crisis social, económica y política del país se va a agudizando a golpes de “gasolinazos”, inseguridad, abusos de poder y escándalos de corrupción.
Se alimenta de ellos.
El Movimiento lopezobradorista está reclutando cuadros, la mayoría jóvenes, no importa de qué ideología vengan, en todos los municipios.
Buscará postular a muchos de ellos para alcaldes.
Igual hace para definir sus candidatos y candidatas a legisladores: diputados locales y federales y senadores.
Está a la caza de gente con arraigo. Tanto en el PRI como en otras fuerzas políticas.
Jalar y empujar, así podría definirse su estrategia para 2018.
Desde abajo, con caras frescas y liderazgos regionales, empuja el voto a favor de su candidato a la Presidencia, Andrés Manuel.
Y el tabasqueño, a su vez, con la fuerza nacional, jala a los abanderados de su partido.
Ataca por dos flancos.
Y por los dos es que está construyendo ahora.
En medio, las postulaciones que haga MORENA a la alcaldía capitalina y a la gubernatura, tienen beneficio.
Es por ello que panistas, morenovallistas y galicistas, deben poner atención y leer con cuidado las señales.
Sí, son el grupo en el poder.
Pero si hoy ese grupo se cierra y no reparte candidaturas con equilibrio hacia adentro del mismo, puede que esté construyendo su declive, aunque eso hoy parezca algo lejano, impensable.
Algo así le ocurrió a los marinistas.
Sí, suena chocante.
Parece moralina.
Pero no.
Es moraleja.