La estrategia que el equipo de Blanca Alcalá Ruiz presume como “clara y bien diseñada” no es nueva, se trata de la reedición de la que utilizaron los candidatos a diputados del PRI en el pasado proceso federal y que tiene como eje la descalificación al gobernador Rafael Moreno Valle, a quien, sin embargo, la senadora con licencia no se atreve a mencionar por su nombre a la hora de ejercer su sagrado derecho a criticarlo.
Tal vez influida por el espíritu de Enrique Agüera, quien a su contienda en 2013 fue con miedo y así le fue, Blanca Alcalá inició este domingo la que denominó su “batalla por Puebla”, pero con un gran detalle: como aquel, convirtió a Moreno Valle en el “innombrable”, pues si bien lanzó algunos dardos, jamás lo encaró frontal y directamente.
El discurso de la senadora sin duda gustó a los militantes del tricolor que aplaudían y festejaban cada crítica hacia el que únicamente llamó “huésped de Casa Puebla”, en una actitud timorata, a pesar de que lo culpó de todos los males del estado, incluidos los que heredó el mismo PRI.
La virtual candidata parece que algo teme o algo sabe, pues parece que congela las palabras cuando habla del mandatario que sacó al PRI de la gubernatura en 2010. Y es que si bien su crítica es dura, se desvanece cuando elude mencionarlo con nombre y apellidos.
Blanca Alcalá muestra cierto miedo y descalifica sus propios argumentos, al considerarlo un innombrable. Parece que esas acusaciones, que emprende con enjundia, desandan sus propios pasos al evitar decir, con sus letras, Rafael Moreno Valle.
Este domingo, más de una decena de veces lo aludió en su discurso, pero en ninguna de ellas dijo su nombre. Fue el innombrable enemigo. La razón puede tener un propósito, lo que es malo; o sin él, lo que es peor y que solamente ella y su primer equipo conocen.
Tal vez a Blanca Alcalá no le han dicho que si quiere ganar, su batalla deberá ser no contra Tony Gali, sino contra Moreno Valle, al igual que en 2010 la batalla de este no fue contra Javier López Zavala sino contra el entonces gobernador Mario Marín.
Moreno Valle basó buena parte de su campaña en el “no tengo miedo a Mario Marín”, a quien siempre aludió de forma directa por su nombre y sus apellidos, y le funcionó para reafirmar en el electorado la necesidad y urgencia de un cambio, así como para capitalizar el hartazgo ciudadano.
¿Va a hacer lo mismo Blanca Alcalá en este 2016 o, como Agüera, le va a temblar el pulso y, en los hechos, a anticipar su derrota?
Ese es por lo que se ve el dilema en el que hoy se mueve la virtual candidata del PRI, por más que este domingo, al acudir a registrarse ante su partido, varios se hayan ido con la finta de que la senadora con licencia inició con fuerza la “batalla por Puebla”.
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Por lo demás, no hay innovaciones en el primer círculo de la senadora con licencia, que dicho sea de paso, se ha visto desarticulado, sin pies ni cabeza, con muchos protagonismos y sin liderazgos generosos dispuestos a sacrificar el ego en pos de la meta colectiva.
Como suelen decir en la secundaria, hay muchos generales, pero pocos soldados; son muchas divas, pero ningún peón; muchos jefes, pero no hay apaches.
Este domingo, durante la solicitud que hizo Alcalá ante la Comisión de Procesos Internos del Comité Directivo Estatal (CDE), la constante fue la desorganización y ausencia de un protocolo.
Alejandro Armenta Mier, quien se supone que es el coordinador general, por momentos hizo de cadenero, otras de hostess y otras más de edecán, pero nunca se le vio voz de mando para poner orden incluso en la marcha que partió de El Gallito y que convocó a unos 3 mil militantes.
Se vio más carácter y determinación al yerno de la senadora, Édgar Chumacero, quien también dio la mala nota, al liarse a empujones con reporteros, en su afán de hacer paso a su suegra, y casi terminar a golpes con un par de ellos.
Los errores de este domingo fueron, además de forma, también de fondo y deberían encender los focos amarillos en su equipo, que bien podría todavía corregirlos.
¿De quién fue la brillante ocurrencia de poner a los lados de la candidata en el templete para su discurso a la militancia, de un lado al considerado “impresentable” ex gobernador Mario Marín y del otro al desprestigiado candidato perdedor a la gubernatura Javier López Zavala? Estos dos personajes representan el rostro del pasado, de la misoginia, de la derrota y de lo más oscuro del priísmo.
¿Dónde estuvo la cortesía y atenciones para los alrededor de 15 senadores que vinieron a apoyar a Alcalá, quienes tuvieron que irse sin saber a dónde ni cómo, tras el acto? Personajes que son de enorme talla para los mismos priístas, como David Penchyna Grub, Mely Romero Celis, Arturo Zamora, Eviel Pérez Magaña y el propio Emilio Gamboa Patrón, no tuvieron la atención esperada en reciprocidad a su solidaridad con la senadora con licencia. Algo similar pasó con la diputada federal Ivonne Ortega.
Una más: ¿quién es el o la responsable de medios de la campaña de Alcalá: la ex diputada federal hidalguense Martha Gutiérrez Manrique, ex presidenta de la Comisión Bicameral del Canal del Congreso y persona de la confianza del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, o Ismael Ríos, que lleva la prensa en el tricolor estatal?
En la conferencia de prensa que ofreció la senadora con licencia luego de su acto partidista, de manera improvisada en un café frente a catedral, los dos y sus subalternos se disputaron el control y entorpecieron la ronda de preguntas y respuestas.
En conclusión, en la campaña de Blanca Alcalá quién es la cabeza y quiénes los pies. ¿Es verdaderamente Armenta el coordinador, aunque se pelea con todos y hay desconfianza en su actitud protagonista?
¿De verdad funcionará a la única presidenta municipal que ha tenido Puebla capital la estrategia del enfrentamiento directo contra el gobernador, pero sin mencionarlo por su nombre? ¿Hay Plan B o ese es el único camino que seguirá? Son preguntas que surgen hoy, cuando esto está apenas comenzando.