Los priístas poblanos empezaron este año como terminaron el 2015: totalmente confundidos, cansados de los rumores y la falta de señales, oficialmente sin candidata (o candidato) a la minigubernatura y, peor, enfrascados en una lucha soterrada y tras bambalinas, pero intensa y despiadada, por el Comité Directivo Estatal del PRI, que al menos hasta hoy preside la señora Ana Isabel Allende Cano.
Y es que de forma paralela al lento, casi tragicómico, proceso de unción de una candidata o un candidato a Casa Puebla, ha corrido una pelea por el control de las estructuras del partido, una pelea en la que los dos únicos priístas con verdaderas posibilidades de alcanzar la candidatura, la senadora Blanca Alcalá y el ex diputado federal Enrique Doger, buscan imponer sus condiciones de cara, claro, a este 2016 pero, también, al trascendental 2018, cuando estarán en juego desde la Presidencia de la República y la gubernatura de seis años, hasta las senadurías, diputaciones federales y locales, y las 217 presidencias municipales.
La pasada semana, proveniente desde el Comité Ejecutivo Nacional del PRI, circuló fuertemente la versión de que sería inminente el relevo de Allende Cano, quien ha dejado muy mala impresión en el presidente del partido, Manlio Fabio Beltrones, por la desaseada forma en que ha conducido el proceso interno, cargando los dados hacia uno de los personajes en contienda.
Al parecer, Beltrones –por lo demás, uno de los políticos mejor informados del país- cuenta con reportes confiables en el sentido de que Allende habría pactado con Doger su permanencia en la dirigencia estatal, a cambio de que la lideresa apoye su nominación como candidato a la minigubernatura. Lo peor es que, según saben en el CEN, la propia Allende ha dejado correr en su círculo de confianza opiniones bastante desfavorables sobre Blanca Alcalá, asegurando con un sorprendente énfasis que si ella, la senadora, es finalmente la candidata, el Comité Directivo Estatal “no jalará” como se espera; en contraste, ha dicho, habría una situación a la inversa si Doger resulta el candidato.
El supuesto “pacto” entre Doger y Allende ha llegado, por supuesto, a oídos de Blanca Alcalá, a quien voceros dogeristas intentaron mediáticamente sacar de la jugada en días recientes aduciendo que la ex presidenta municipal de Puebla “abandonó” la plaza en diciembre, al tomarse un “largo” y “sospechoso” periodo de descanso, cosa parcialmente cierta, pues aunque efectivamente tomó vacaciones, nunca dejó de estar pendiente de la operación política en el Distrito Federal –el epicentro de las decisiones-, tanto que abrió su juego ante el CEN y puso varias condiciones para aceptar la candidatura, entre ellas una muy importante: precisamente el inmediato cambio en la presidencia estatal del PRI.
Fuentes acreditadas afirman que Blanca Alcalá llegó incluso a poner sobre la mesa dos nombres para el relevo, es decir, los nombres de dos personajes con los que ella se sentiría cómoda y segura en campaña , a salvo –asegura- de traiciones y simulaciones desde el Comité Directivo Estatal.
Uno fue el del director local de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), Germán Sierra Sánchez, y el otro el del delegado de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), Alberto Jiménez Merino, quien aún lucha denodadamente, con todo el apoyo del ex gobernador Mario Marín –actualmente en Austria, donde reside su primogénito-, por la candidatura al gobierno del estado, aunque con escasas posibilidades (por cierto, la única opción de Jiménez Merino es ser candidato por descarte, es decir, que surja como tercera, y última, carta ante un escenario de ruptura o abierta confrontación entre Alcalá y Doger, aunque ese es otro tema).
Fuentes del CEN indican que ninguna de las dos posibilidades ha logrado consolidarse porque en el caso de Germán Sierra, este declinó amablemente la invitación que Blanca Alcalá le hizo personalmente para ocupar la dirigencia estatal del PRI –“No estoy loco para meterme en camisa de once varas”, comentó a sus allegados-, y en cuanto a Jiménez Merino –a quien Alcalá invitó en 2012 a coordinarle su campaña al Senado, aunque sin éxito-, el delegado de la Sagarpa no ha dicho ni sí ni no, pues considera que todavía puede ganar el proceso interno, aunque no descarta ocupar la dirigencia y con ello a entrar a una negociación más amplia en la que se incluya a su padrino, el “góber precioso”, quien busca llegar al Senado por la vía plurinominal en 2016.
Así que parece que la decisión sobre una candidata o candidato a la minigubernatura va forzosamente de la mano con la pugna por el Comité Directivo Estatal, donde Ana Isabel Allende literalmente se ha atrincherado desde finales del año pasado tratando de condicionar su permanencia en la presidencia bajo el argumento de que acaba de concretar la renovación de una centena de dirigencias municipales, dirigencias municipales que –desde su óptica- podrían “no jalar” si Blanca Alcalá es la favorecida, como todo parece indicar, con la nominación por parte de Los Pinos, Bucareli y el CEN priísta.
El problema para la señora Allende es que no hay garantías de que continúe en el cargo, incluso habiéndolo acordado con Enrique Doger. Entre otras cosas, porque no es seguro que este le cumpla en caso de que sea el candidato y porque quien decide, Beltrones, no sólo ya no la ve con buenos ojos, sino tampoco el delegado del CEN, Rogelio Cerda Pérez, con quien la ex diputada federal por Ciudad Serdán ha tenido sendos choques por el trato que ella le ha dado a algunos temas sensibles e importantes para privilegiar la unidad del priísmo poblano de cara a una elección tan importante como la de este 2016.
En todo caso, el desenlace habrá de escribirse hasta el 4 de febrero, cuando se espera que por fin el CEN emita la correspondiente convocatoria para la elección de la candidata o el candidato, pues según se supo en los últimos días, pese a lo que se afirma en las columnas políticas locales, el tema Puebla aún no está en la agenda, entre otras cosas porque hoy lo prioritario tanto para Beltrones como para Los Pinos y Bucareli es torpedear la alianza PAN-PRD en los estados donde este año hay elecciones, como quedó claro la pasada semana tras la filtración de una grabación del ingenuo dirigente perredista, Agustín Basave, que descompuso todavía más las negociaciones con Acción Nacional.
***
Cuentan que en Puebla, el grupo político que más festejó la recaptura de Joaquín “El Chapo” Guzmán fue el del subsecretario de la Sedatu, Juan Carlos Lastiri Quirós.
Y es que la reaprehensión del capo representa, en los hechos, la resurrección política del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien se había rezagado de la carrera presidencial tras precisamente la fuga del narcotraficante en julio de 2015.
Tras la enésima caída de “El Chapo”, Osorio Chong regresa por sus fueros y eso fortalece al grupo lastirista, que por su parte se reposiciona de cara al 2018, con todas las posibilidades abiertas para lo que venga en el estado de Puebla.