El despido de 16 mil burócratas del gobierno del estado, la privatización del agua y el pésimo servicio y los abusos de la empresa concesionaria, los contratiempos de la RUTA, el rigor del programa de Foto Multa, el desorden y la mala planeación de los verificentros, el menosprecio hacia los grupos sociales, la intolerancia ante quien disiente o piensa diferente, los presuntos presos “políticos”, la resaca de Chalchihuapan y el niño muerto durante un operativo policiaco, la detención arbitraria de 7 estudiantes de la BUAP por el “bombazo” preelectoral al INE, y sobre todo el hartazgo y rechazo ciudadano hacia los grandes partidos políticos…
Eso, todo eso, y más, aprovechó a la perfección el partido de Andrés Manuel López Obrador para dar la gran campanada electoral en Puebla; fue, de hecho, el único que realmente lo capitalizó en una campaña casa por casa, a ras de tierra, a grado tal de llevar a Morena hasta la tercera fuerza política en el estado.
Ni siquiera el PRI logró hacer de su campaña antimorenovallista lo que consiguió el Movimiento de Regeneración Nacional: el sorprendente verdugo del PAN, ahora mismo el verdadero peligro para el 2016 y ya ni se diga para el 2018, proyectos que o se recomponen o van a terminar tambaleándose por más que en el PAN a nivel nacional, tras el 7 de junio, no haya figura mejor posicionada que el gobernador de Puebla.
No es que Morena haya hecho una campaña excepcional, o siquiera ejemplar, sino que resultó un invitado inesperado, pero eficaz, para quitarle votos al partido en el poder a nivel estatal, más que al PRI, con todo y que el discurso de su figura principal, López Obrador, siempre se enfocó en atacar las múltiples debilidades y los innumerables errores del presidente de la República, el priísta Enrique Peña Nieto.
Hubo, por supuesto, diversos factores adicionales que llevaron al resultado del pasado domingo (como el privilegiar el proyecto presidencial por encima del proyecto local, lo que generó distracciones y descuidos que a la postre resultaron decisivos; una mala selección de candidatos; la obvia pugna al interior del morenovallismo de cara al 2016: ¿quiénes no quieren a Tony Gali como candidato?; la acumulación de resentidos y marginados y que antes fueron aliados pero hoy abiertos enemigos: muchos panistas no salieron a votar o de plano lo hicieron por el PRI para cobrarse las facturas; la falta de una coalición antiPRI, etcétera), pero entre los más importantes estuvo, sin duda, el haber minimizado lo que podría representar Morena en su primera incursión electoral.
Y es que todas las lecturas conducen al mismo camino: Morena no es la panacea pero fue clave para el increíble resultado priista, ya que precisamente le quitó más votos al PAN, partido en el gobierno estatal, que al PRI, partido en el gobierno federal, pues sencillamente supo capitalizar y/o “tropicalizar” el descontento social, convirtiéndolo en un voto de castigo.
Según los números del PREP, el Movimiento Regeneración Nacional se convirtió en la tercera fuerza política en Puebla –desplazando al PRD- y ello fue debido, en parte, a que desde hace tiempo ha sido más persistente –más incluso que el principal partido de oposición, el PRI- en la crítica al morenovallismo sobre los grandes temas sociales que le interesan a la gente ajena a la clase política: los derechos humanos, el agua potable, el transporte público y el régimen de libertades. Por sí misma la figura del caudillo López Obrador ayudó a soportar las improvisadas campañas de los candidatos de Morena que, sin muchos recursos propagandísticos ni acceso a los grandes medios de comunicación, fueron de puerta en puerta, en labor hormiga, extendiendo el repudio hacia el estatus quo.
Con el 99.2 por ciento de las actas computadas, Morena ganó 152 mil 744 votos en todo el estado, siendo la zona metropolitana de Puebla capital y Cholula su principal fuente de sufragios. No fue casual que el distrito con mayor votación para Morena fue el XII, del municipio de Puebla, ya que se contabilizaron 17 mil 514 sufragios a su favor; seguido del XI, también de la capital, con 16 mil 800; el Distrito IX, con 16 mil 481, y el Distrito VI, con 14 mil 782. Esos 152 mil 744 votos son de poblanos decepcionados con el gobierno –al que desaprueban claramente- o de nuevos votantes que no encontraron en el partido en el poder la solución a sus problemas, y que decidieron castigarlo.
Morena canalizó el descontento y si bien no le alcanzó para ganar ningún distrito, sí ayudó a que el PAN perdiera varios, especialmente de la capital. El voto nulo, la coalición PRI-PVEM, el abstencionismo, los votos obtenidos por los otros nuevos partidos (44 mil de Encuentro Social y 31 mil del Humanista), se encargaron del resto.
Morena terminó ayudando al PRI y deberían enviar un buen regalo a AMLO, cuyo partido, con menos de un año de existencia y totalmente carente de recursos públicos o privados, evidenció la gran fuerza de las campañas ciudadanas a ras de tierra y cercanas al pueblo.
Por supuesto, Morena no va a ganar la minigubernatura de Puebla en el 2016 pero sí, sin duda, será un factor que ayudará a ganarla o a perderla. Y si el PAN y el morenovallismo no hacen nada para revertir o neutralizar el crecimiento del partido de AMLO en todo el estado, donde ya es tercera fuerza, Morena terminara siendo su verdugo.
Sí. Otra vez.