“Las ondas expansivas pueden causar lesiones cerebrales aun sin impactos directos. Una nueva investigación sobre los efectos de las ondas expansivas podría conducir a una mejor comprensión de las lesiones cerebrales y a mejores diseños de los cascos de protección. Usando simulaciones hidrodinámicas numéricas mediante ordenador, los científicos Willy Moss y Michael King, del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, junto a Eric Blackman, de la Universidad de Rochester, han descubierto que las ondas expansivas no letales pueden, sin embargo, inducir suficiente flexión sobre el cráneo como para generar presiones potencialmente dañinas en el cerebro, incluso sin un impacto directo en la cabeza.
“Una lesión cerebral traumática es consecuencia de presiones mecánicas en el cerebro, a menudo sin fractura craneal, y causa síntomas complejos y persistentes.
“Las lesiones cerebrales traumáticas en los civiles usualmente son causadas por impactos directos en la cabeza como consecuencia de accidentes de automóvil o durante la práctica de deportes.
“Se ha investigado mucho sobre cómo los impactos en la cabeza, como los ocurridos en accidentes automovilísticos, pueden causar lesiones cerebrales traumáticas. Sin embargo, no se conoce mucho sobre los causados por ondas expansivas no acompañadas por un impacto sobre la cabeza.
“Con el fin de paliar este desconocimiento, el equipo utilizó simulaciones hidrodinámicas 3D, y ha comprobado que la acción directa de la onda expansiva sobre la cabeza causa flexión del cráneo, produciendo cargas mecánicas en el tejido cerebral comparables a las producidas por los impactos que provocan lesiones, incluso con presiones no letales tan bajas como un 1 bar por encima de la presión atmosférica.
“En particular, el equipo ha mostrado que las ondas expansivas afectan al cerebro de forma muy diferente a los impactos directos.
“La fuente primaria de lesión en los impactos directos es la fuerza resultante de la aceleración de la cabeza. En cambio, una onda expansiva aprieta el cráneo, creando presiones tan grandes como las de los impactos que inducen lesiones, y gradientes de presión en el cerebro que son mucho más grandes. Esto ocurre incluso cuando las aceleraciones de la cabeza inducidas por una onda expansiva son mucho menores que las de un impacto directo”.
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El anterior es un fragmento de un muy serio reporte de investigación más amplio publicado en julio de 2009 en Scitech News y reproducido en el sitio especializado Noticias de la Ciencia y Tecnología.
Lo traigo a cuento porque si bien no es la verdad absoluta, sí, en esencia, ayuda a encontrarle un poco de sentido a la –para muchos increíble- versión difundida por la Procuraduría General de Justicia del estado de Puebla sobre la causa de la lamentable muerte del menor José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, la principal víctima del caso Chalchihuapan: “Una onda expansiva producida por artefacto explosivo que le golpeó la cabeza.” (sic).
Una versión que más tardó en ser difundida este miércoles durante una rueda de prensa en la PGJ que en ser descalificada y ridiculizada con más hígado que sesos por los profesionales de la mentira, los “ayatolas” de La Guerra Santa contra “El Tirano” con mayúsculas, el mismo al que antes elogiaban y defendían y explicaban y justificaban hasta la ignominia y que hoy abominan –también hasta la ignominia- por la sencilla y simple razón de que les cortó la llave del financiamiento.
Ninguna palabra, ninguna explicación, ningún peritaje, ningún esfuerzo del gobierno “malo”, valen para convencer a los autodeclarados representantes del pueblo “bueno”, en un maniqueísmo burdo, barato y ramplón pero llevado al extremo: o es blanco o es negro, no hay puntos intermedios ni claroscuros, y el mal anida única y exclusivamente en Casa Puebla. No es el afán de justicia, ni el periodismo puro, ni la sacrosanta libertad de expresión, lo que los mueve: es el odio, el hambre y la venganza. Y ni siquiera disimulan…
En ese sentido, el argumento más socorrido durante el día fue que la PGJ exoneraba a la PGJ, y nada más falso que eso.
La conclusión que el procurador Víctor Carrancá presentó no se maquinó o manipuló en las oscuras cámaras secretas de la dependencia.
Les guste o no, no es un traje a la medida: está sustentada en un total de 98 dictámenes periciales en Medicina Forense, Criminalística, Química Forense, Topografía, Arquitectura, Fotografía y Video, Balística, Informática, Análisis de Voz, Comportamiento Psico-delictivo, Criminología, Físico-matemáticas, Genética, Explosivos e Infografía.
Dictámenes en los que participaron, además de peritos de la PGJ, instituciones y especialistas de reconocido prestigio, como:
El médico forense Aldo Salazar Téllez, del Consejo Mexicano de Medicina Legal y Forense, A.C.
Doce especialistas de la Coordinación de Criminalística y División Científica de la Policía Federal –y hasta donde se sabe la Policía Federal sigue perteneciendo al gobierno de Enrique Peña Nieto, bajo la jurisdicción del titular de la Secretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong-, quienes dictaminaron en Infografía forense, Análisis del discurso psico-delictivo, Química Forense, Explosivos, Microscopia electrónica, Genética, Análisis de Voz, Cinética y cronometría y Criminalística, bajo la supervisión de Rubén Hernández Hernández, titular de la Coordinación de Criminalística de la División Científica de la Policía Federal.
Y Bernardo Matías Pérez, ex agente y ex Director Asistente del Laboratorio del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI) en Washington, D.C.; José Manuel Cervantes Jiménez, delegado de la Cruz Roja en el estado, y Consuelo Cristina García Gil, Directora de Servicios Médicos de la UDLAP.
Si para los “ayatolas” un ex agente del FBI, una institución como la Cruz Roja, una policía como la Policía Federal, una especialista de la universidad privada más importante de Puebla y un agente ministerial del Consejo Mexicano de Medicina Legal y Forense A.C no son suficientes, o no son creíbles, entonces ya no hay nada que hacer: para ellos, Rafael Moreno Valle es un “asesino” y si no, pues “al menos lo parece” y eso basta y sobra para colgarle la etiqueta con una saña que ya raya en sadismo.
Más verdades a medias, y mentiras completas, acomodadas según sus inconfesables intereses.
Dejaron de cobrar y meter sus facturas y entonces les salió lo “críticos”; descubrieron el periodismo y más el periodismo de datos, la “investigación” como la última de las bellas artes, las redes sociales como el perfecto sustituto del psiquiatra, el protagonismo para hacernos ver el tamaño de sus frustraciones; una mañana, muy temprano, despertaron y ya eran escarabajos y entonces se volvieron antigobierno, antinómina, anticonvenio, antitodo… Se terminaron las becas, la información privilegiada, las exclusivas, el acceso a las recámaras del poder; se dieron a la fuga los privilegios y los empleos gubernamentales y los salarios injustificados para la familia; crearon su propia Intifada y en esas andan…
Como diría el sepulturero del panteón de los mitos: con la pena de vivir consigo mismos.