Será la insensibilidad que se incuba cuando el presupuesto federal alcanza para vivir con vicios y lujos excesivos. O será su desinterés por asumir realmente una actitud digna en correspondencia directa al altísimo sueldo, las canonjías y las oportunidades de hacer prósperos negocios que le genera el cargo de subsecretario de Prospectiva y Planeación de la SEDESOL en el frustrante gobierno de Enrique Peña Nieto. O pudiera ser que su verdadero interés sea a la vez un necio desvarío guardado en la quimera de ser gobernador del estado de Puebla.
Pudiera ser todo eso y más, pero lo verdadero, lo real, es que a 16 meses de asumir el cargo, Juan Carlos Lastiri Quirós no ha querido ver ni entender las enormes dimensiones del mapa de miseria y hambre trazado a lo largo y ancho de la República Mexicana.
Y sólo aparenta tener interés para Puebla, su Puebla, incluido Tehuacán, su Tehuacán.
El Tehuacán de sus amores, donde es diputada Geraldine González, su Geraldine.
Donde es su amigo el obispo diocesano Rodrigo Aguilar Martínez.
El mismo que en octubre de 2013 afirmó que la Cruzada Nacional contra el Hambre es “únicamente un proyecto viciado con intereses mezquinos y personales” (sic).
Pasado medio año, la circunstancia les ha cambiado: el obispo, Lastiri y Geraldine están alineados.
De hecho, apenas el pasado 22 de marzo crearon un cerco: los políticos incautaron al religioso con una estrategia tan perversa como miserable: ofrecer comida para ganar votos.
El parapeto será la fallida estrategia insigne del peñanietismo: la célebre –pero inservible- Cruzada Nacional contra el Hambre.
Así, Lastiri y Geraldine, con recursos públicos de por medio, techarán y colocarán piso en los cuartos lumpen de familias hambrientas, instalarán comedores colectivos, aumentarán los centros de distribución de leche Liconsa y repartirán despensas.
Uno por altruismo, otro porque sueña ser gobernador y la diputada local porque cree merecer ser diputada federal.
En ese orden y con esos intereses particulares trabajan la iglesia y los políticos en Tehuacán.
Al principio de la operación hambre por votos no se hablará de política, sólo de la gran bondad de Lastiri y Geraldine, de Geraldine y Lastiri.
De su gran corazón y de su inmensa generosidad avalada por los representantes de Dios en la tierra.
Ya llegará, claro, el momento en que cosecharán el fruto de su trabajo, las ganancias de sus juegos, juegos del hambre; al menos eso lo que secretamente piensan cuando se miran a los ojos.
Por cierto, la reciente visita de Juan Carlos Lastiri Quirós a tierras tehuacaneras no fue sólo para salvaguardar a los pobres del hambre, también aprovechó su paso para “rescatar” al gobierno municipal de ese lugar de la espiral de desastre e ingobernabilidad a la que se dirige.
Ante la alcaldesa Ernestina Fernández Méndez –quien acaba de estrenar camioneta de medio millón de pesos-, regidores y funcionarios, Lastiri, cual nuevo Mesías, ofreció “recuperar” la administración, obvio con el apoyo de Enrique Peña Nieto y su ejército nacional de salvación.
Pero ese es otro tema del que daremos cuenta después.
Antes, un último dato curioso:
El pasado 24 de noviembre, en la ciudad de Puebla, en uno de sus acostumbrados actos matizados falsos de altruismo, Lastiri ofreció comida en forma de atunes, para ganar gratitud en forma de votos.
Ahí, se hizo acompañar de su familia en acto atestiguado por monseñor José Víctor Manuel Valentín Sánchez Espinoza.
En Tehuacán, el 22 de marzo, donde también ofreció comida, también pensó en los futuros sufragios y también estuvo un religioso, pero no estuvo su familia: estuvo Geraldine.
Conclusión en forma de pregunta:
¿Dónde está la familia no puede estar Geraldine?
O lo que no es lo mismo pero es igual:
¿Dónde está Geraldine no puede estar la familia?