Hablando de realpolitik, hay una serie de factores que desde hoy permiten anticipar el triunfo de Gustavo Madero en la carrera por la dirigencia del PAN. Veamos algunos:
Porque la continuidad de Madero al frente del panismo representará una muy buena noticia para el presidente Enrique Peña Nieto, que necesita de un blanquiazul a modo para continuar con su política de alianzas, para legitimar sus programas sociales y para terminar de aterrizar las reformas estructurales, carentes hoy de leyes secundarias.
Porque el radicalismo, la división y el debilitamiento de la izquierda nacional, obliga al presidente a buscar en el PAN al compañero de viaje que forzosamente va a necesitar en lo que resta de su sexenio. Como Carlos Salinas, Peña Nieto parece decidido a gobernar al lado del PAN, cediendo –sí- en algunos temas para mantener vigente su bono democrático pero utilizando a Acción Nacional para su fin de fondo, esto es, el mantenimiento del poder por al menos un sexenio más. Utilízame que yo te utilizaré, es el nombre del juego de ganar-ganar de estos dos grandes aliados y cómplices.
Porque Ernesto Cordero representa al calderonismo rancio, caduco, trasnochado y corrupto que nadie quiere ver de regreso y menos al frente del PAN. De hecho, ha sido en Los Pinos desde donde el ex presidente Calderón ha recibido suficientes señales de que es repudiado y de que su retorno no es bien visto; de hecho, en los últimos días ha sido exhibido como un verdadero inepto a partir de tres muy claros casos: la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, la muerte (ahora sí) de Nazario Moreno “El Chayo” y Oceanografía, donde él, Cordero y otros agentes calderonistas tienen metidas las manos desde los tiempos de Juan Camilo Mouriño, pasando por César Nava.
Porque Madero cuenta con el apoyo de la mayoría de los gobernadores del PAN: Baja California, Guanajuato, Sonora, Oaxaca, Sinaloa y destacadamente Puebla. Sólo un norteado Marcos Covarrubias, de Baja California Sur, le está apostando a Cordero.
Porque Madero ha hecho muy serios acuerdos y compromisos de cara al 2015, repartiendo posiciones en el Comité Ejecutivo Nacional, pactando con los gobernadores y perfilando desde ahora a los candidatos a diputados federales. En 2015 también hay elecciones en 15 estados y en todos ellos Madero ya se arregló y apalabró con los grupos dominantes del PAN, que han quedado satisfechos con la repartición del pastel.
Porque Madero logró una muy importante alianza con Marco Antonio Adame, ex gobernador de Morelos y líder formal de El Yunque, logrando dividir a la vetusta ultraderecha y evitando así que ésta apoye en bloque, como se esperaba, a Juan Manuel Oliva, yunquista y compañero de fórmula de Ernesto Cordero. Adame será sin duda diputado plurinominal en 2015.
Porque quienes fueron los principales operadores de la ex candidata presidencial Josefina Vázquez Mota están trabajando hoy para Madero a lo largo y ancho del país, construyendo una estructura electoral lo suficientemente fuerte como para resistir cualquier terremoto, tanto que hoy lo difícil no es adivinar quién va a ganar la contienda interna, sino por cuál margen de diferencia lo hará Madero, arropado por los presupuestos y capacidad organizativa de los gobernadores que se le han sumado.
Porque Rafael Moreno Valle está resultando determinante en el futuro de Madero. Imagen, discurso, diseño y planeación estratégica de la campaña, son algunos de los temas que han pasado por el tamiz del huésped de Casa Puebla. También la incorporación de grupos y operadores. Por si fuera poco, la estructura morenovallista estará a cargo de la elección en seis de los estados con más peso del padrón panista, incluido por supuesto Puebla, donde van a arrasar a las huestes corderistas. La incorporación de la morenovallista Blanca Jiménez a la planilla de Madero es sólo una pequeña, diminuta muestra del peso de Moreno Valle y de la dependencia que el futuro dirigente tiene respecto al primer panista poblano, a quien por lo demás la reelección de Madero le resulta indispensable para sus planes de cara al 2018.
Porque Cordero no ha logrado hacer de su campaña un movimiento ni agrupado a los descontentos con el rumbo que ha tomado el partido en los últimos años, ciertamente muy alejado de los principios y valores que motivaron su fundación pero más práctico y con mayor vocación de poder y lo que ello significa: posiciones, dinero, influencia, etcétera. Rodeado de algunos resentidos, anticlimático como candidato, una contradicción andante, con la manos llenas de lodo, Cordero va a dar la pelea, pero terminará mordiendo el polvo frente a Madero, quien camina como aliado de Peña Nieto y tiene bajo su feudo a la mayoría de los gobiernos azules, a los más importantes comités estatales y a los más influyentes senadores y diputados.
Porque es la primera elección interna del PAN en la que el presidente será electo por el voto directo de los militantes, un terreno propio para el que más mañas y billete invierta y un escenario en el que Madero y sus aliados se mueven como peces en el agua.