¿Por qué ganó Moreno Valle?

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Porque incluso con el regreso del PRI a Los Pinos, fue capaz de resucitar una megacoalición teniendo como eje al matrimonio PAN-PRD, una unión probadamente atractiva para el electorado.

Porque repitió la dosis de 2010: fracturó a los priístas y destruyó al tricolor desde adentro. Lenta, paciente y consistentemente.

Porque privilegió lo importante sobre lo urgente y mandó a los mejores hombres de su equipo a la guerra, la madre de todas las guerras, y lo hizo en el momento justo: no antes, no después.

Porque por un momento dejó de lado la soberbia y pudo reencontrarse con amigos y aliados que se habían alejado de él por diversas razones. Los volvió a “enamorar” y terminó por sumarlos a la causa. La causa morenovalllista.

Porque incluso logró incluir en el proyecto a personajes que cualquiera hubiera apostado que navegarían por un río diferente en esta campaña. Tal es el caso de Miriam Arabian y Ana Teresa Aranda, que dejaron de lado las diferencias, firmaron una tregua, resultaron tan pragmáticas como él y hoy, hoy van montadas en el tren de la victoria.

Porque fue más inteligente y audaz y sereno que el delegado del CEN del PRI, Fernando Moreno Peña, uno de los grandes perdedores de esta guerra y ya uno de los protagonistas de los más grandes ridículos electorales en la historia del estado. Mientras este hablaba y hablaba y hablaba, el gobernador actuaba. Y en política no gana el que habla más, sino el que convierte sus palabras en hechos. Y el hecho es que la “putiza” se la acabó llevando el lenguaraz jefe del Cártel de Colima, no el huésped de Casa Puebla.

Porque empezó a ganar la elección desde hace uno o incluso dos años de anticipación: primero llevó a cabo una redistritación electoral que favorecía sus intereses y desmantelaba el voto duro del PRI en zonas muy focalizadas del estado y de Puebla capital; después tomó el control del IEE, como lo hacen todos los gobernadores que se respeten, y al final inventó las candidaturas comunes, un genialidad más que fue perfilando lo que pasó este 7 de julio.

Porque puso a prueba su carácter y operó hasta el final para que El Yunque –ambicioso y hábil- diera su brazo a torcer y se incorporara plena y convencidamente al proyecto morenovallista. Para ello, el gobernador tuvo que ceder –aprender a ceder- y no avasallar, como había sido la tónica con la ultraderecha, que por su parte negoció, y negoció bien, y a cambio recibió varias rebanadas del pastel del poder.

Porque supo sobreponerse al mazazo de la detención de Elba Esther Gordillo, tras la cual demostró que es dueño de grandes reflejos, a grado tal que volvió a demostrar que en efecto: lo que no mata, fortalece.

Porque rápido definió el gran tema de la campaña 2013 y no tuvo miedo a someter a su gobierno –y él mismo- a una evaluación ciudadana intermedia. Con precisión, planteó el dilema de: continuismo morenovallista o retorno al marinismo, y en el referéndum, que eso fue esta elección, salió más que aprobado. Y con proyecto presidencial vigente, como una carta fuerte del PAN, quizá la más fuerte, para el 2018.

Porque Tony Gali resultó un estupendo candidato: carismático, cercano, educado, comunicativo y sobre todo disciplinado. Se apegó al manual, se dejó conducir, rectificó rápidamente los errores y todos los días, desde que inició la campaña, supo escuchar y ejecutar.

Porque Moreno Valle nunca ocultó a su favorito y lo blindó de ataques insidiosos, guerras sucias y quintacolumnas, le armó una estrategia de posicionamiento de alto rendimiento y le invirtió lo que un gallero le invierte a su mejor gallo.

Porque lo rodeó de sus mejores operadores (Marcelo García Almaguer, por ejemplo), le puso a los mejores candidatos por los distritos de Puebla capital, sin importar que su gabinete fuera literalmente desmantelado, y por si fuera poco, le diseñó una planilla de regidores donde cupieron todos los grupos.

Porque la campaña de Enrique Agüera fue un desastre de principio a fin: en organización, en comunicación y en estrategia, que modificó al menos tres veces. En resumidas cuentas, el candidato de la alianza 5 de Mayo nunca entendió que su verdadero enemigo no era Gali, sino Moreno Valle. Pero todavía peor: nunca dejó de tenerle miedo, y eso, el miedo, terminó por hundirlo.

Porque el PRI se entretuvo en minucias y equivocó el eje de la campaña. No era la economía, no era la inseguridad, ni siquiera el empleo. Era convertir un sentimiento, el sentimiento antimorenovallista, en movimiento social, y nunca lo logró. Casi al final de la campaña, dio visos de entenderlo y lanzó una campaña de contraste cuestionando las principales obras del gobernador, pero fue demasiado tarde.

Porque el gobierno federal –tal vez no específicamente el presidente Peña Nieto- abandonó al PRI y a sus candidatos, que se pasaron la campaña esperando dos cosas: el dinero federal y el gran golpe mediático, legal y político contra Moreno Valle o contra alguno de sus más importantes operadores, como Eukid Castañón, un operador de grandes ligas, tan discreto como efectivo. La mano federal nunca se sintió –o sí, muy poquito- y a estas alturas, con la derrota encima, los priístas siguen sin entender qué pasó: ¿por qué Dios les dio la espalda? Tampoco entendieron que su momento nunca coincidió con el momento histórico del presidente: primero las reformas estructurales, luego lo demás. Y en “lo demás” cabía Puebla perfectamente. Una plaza importante, sí, pero de ninguna manera trascendental, o de vida o muerte, para el proyecto Los Pinos.

Porque Moreno Valle no descuidó, no, un solo detalle, uno solo, y como un día le dijo a Agüera: se pasó las 24 horas del día, de cada día, pensando cómo ganarle. Habilitado como general en jefe, hizo todo, y todo es todo, lo que un padre hace por un hijo. En este caso, Gali, un “delfín” que ya creció, que aprendió a nadar en alta mar y que sin duda estará ahí, listo, formado en primera fila de la sucesión 2018.

Porque otra vez Moreno Valle fue absurdamente minimizado por el PRI y este, en el pecado llevó la penitencia. No ha perdido una desde hace muchos años, no iba perder la más importante de todas: la que le garantiza la supervivencia de su grupo, la continuidad de su proyecto, la salvaguarda de sus intereses y aliados, y seguir, claro, con todos, todos los hilos del poder en el estado, con el Congreso incluido.

Porque generoso, leal y visionario, Fernando Manzanilla dejó de lado su interés particular, se puso el overol y llegó a la campaña para meterle orden, coherencia, estrategia y supervisión. Sin un coordinador como él, tal vez las cosas hubiesen tomado un rumbo muy diferente. Por fortuna para Gali, Manzanilla siempre estuvo ahí, cuidándole las espaldas y llevándolo paso a paso hacia una campaña exitosa y triunfadora. Como si el triunfo de 2010 no hubiese bastado para dejar en claro su capacidad, el ex titular de la SGG se doctoró el 7 de julio de 2013. Huele a líder del Congreso de Puebla.

Porque el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, y algunos de sus operadores incorporados a la campaña, como Nacho Dávila, también hicieron la tarea, y el edil no sólo no sufrió voto de castigo, sino que calladamente cumplió con el plan encomendado: sacó sus distritos, protegió a su grupo, inyectó vida a su proyecto personal –senador, peleará la gubernatura- y entregará el mando a un aliado, Gali, que no lo perseguirá. Por si fuera poco: dormirá en paz, sin padecer amargas pesadillas por sus cuentas públicas. Y negocio redondo. Mejor, imposible.

gar_pro@hotmail.com

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