Sorprende que el dirigente y el delegado del CEN del PRI, Pablo Fernández del Campo y Fernando Moreno Peña, respectivamente, se sorprendan de la sorprendente descomposición en que han sumido a su sorprendente partido.
Y es que las historias de corrupción y venta de candidaturas al mejor postor siguen saliendo como ratas de una alcantarilla del Centro Histórico.
Veamos, por citar un solo ejemplo, el caso de Ixtacamaxtitlán, un municipio pequeño, ciertamente, pero que no por eso deja de ser simbólico y representativo del cochinero generalizado en que terminó el proceso de imposición de candidatos y que hoy, en plenas campañas, tiene a la militancia tan herida y resentida con sus próceres líderes.
En ese lugar, el PRI tenía cinco aspirantes a candidatos a la alcaldía y a todos y cada uno de ellos les cobraron la muy considerable cantidad de 13 mil pesos por un supuesto curso del ICADEP como condición para tomarlos en cuenta.
Nadie sabe a dónde fue a parar el dinero, pero lo cierto es que todos tuvieron que pagar aunque tanto Pablo Fernández como el delegado Moreno Peña siempre tuvieron a un favorito: Eliazar Hernández Arroyo, protegido del diputado federal José Luis Márquez y ex chofer particular del cacique regional Lorenzo Rivera Sosa, delegado de la Reforma Agraria.
Hernández Arroyo fue impuesto como candidato, pero nadie contó con que uno de los aspirantes, Baldomero Galaviz Leal, impugnara el proceso ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y menos que este, el pasado 1 de mayo, fallara a su favor ordenando al PRI realizar una convención de delegados, un “detalle” omitido por los dueños del partido.
La convención de delegados se programó, pues, para el viernes 3 de mayo. Para ello, el partido mandó a elaborar las boletas que corresponderían al total de delegados: 162, más otros 180 conformados por 12 integrantes de cada sección electoral. Empero, como el tiempo era escaso y urgía resolver el entuerto, se acordó que cada aspirante llevaría sólo 90, seis por cada sección electoral.
El día de la convención llegó y mientras se daba el registro, de la oficina de Pablo Fernández salieron con la sorpresa de que en lugar de existir 342 boletas, que era el número total de delegados, habría 360.
Obviamente, Galaviz Leal exigió que las boletas sobrantes se anularan y/o destruyeran, pero la respuesta fue: no. Y todavía peor: decidieron que las boletas restantes, 18, fueran asignadas a los delegados supuestamente enviados por los sectores del PRI: OMPRI, FJR, MT, CNC, CTM y CNOP, todos “casualmente” fieles seguidores del candidato favorito del partido.
Con la ayuda cómplice del delegado Hugo Enrique Reyes, se efectuó la votación y el resultado fue: 165 votos para Baldomero Galaviz Leal, 175 de Eliazar Hernández Arroyo; es decir, una diferencia de solo 10 votos.
En otras palabras: sin la cargada de los sectores del PRI, Baldomero hubiera ganado sin problema.
Para desgracia de los dirigentes priístas, hay el testimonio de dos de los 18 votantes “de última hora”, los cuales el jueves previo a la convención fueron visitados por emisarios de Fernández del Campo para entregarles 500 pesos en efectivo a cambio de su voto a favor de Eliazar Hernández Arroyo.
El colmo fue que cuando se le reclamó al delegado Hugo Enrique Reyes, este dijo que sí, en efecto, estaba consciente de lo sucedido y de la inconformidad entre la militancia de Ixtacamaxtitlán. Pero dijo que el fraude, que eso fue, era “necesario”, pues con Eliazar Hernández el PRI va a perder, pero con Baldomero Galaviz perdería peor.
O sea, una chulada.
De más está decir que los priístas de la región están verdaderamente fúricos con su partido y dispuestos a todo con tal de cobrar la afrenta.
Como dice una antigua militante, fuente principal de este relato: “Nos vemos el 7 de julio en la noche, pues si el partido fue bueno para venir a engañar a la gente, a ver si ese día también es bueno para dar la cara y explicarle a la gente por qué nuevamente perdimos”.
A muchos, ciertamente, el caso de Ixtacamaxtitlán puede parecerles poca cosa. Pero no si se descubre que historias similares se repiten a lo largo y ancho del estado.
El PRI impuso, vendió, humilló, engañó y se burló de sus seguidores, sin importarle las consecuencias.
La más clara de ellas, por supuesto, la de sembrar la semilla de los triunfos de la alianza Puebla Unida, receptora de todo el descontento generado por los sorprendidos, y sorprendentes, dirigente y el delegado del CEN del PRI, Pablo Fernández del Campo y Fernando Moreno Peña, respectivamente, finísimas personas, de las que ya pocas quedan.
¿O alguien lo duda?