1. La apuesta de la megaalianza. Probada su eficacia en el 2010 en Puebla, Oaxaca y Sinaloa, la conformación y reedición de un frente común contra el tricolor luce como la amenaza más fuerte para el PRI y sus candidatos en este 2013.
Se repite la fórmula que llevó al triunfo a Rafael Moreno Valle e incluso desde el mero análisis numérico, cuantitativo, la unión de fuerzas anti PRI representa un trabuco o, en el mejor de los casos, un acertijo difícil de descifrar para el Revolucionario Institucional y su aliado -inútil y carísimo-, el PVEM.
Por fin quedó agotado el debate “ideológico” sobre la viabilidad de la unión de la “izquierda” y de la “derecha” y hoy, de cara al 7 de julio próximo, ya a nadie le quedan dudas de la eficiencia electoral del matrimonio entre perredistas y panistas, especializados ya en capitalizar el “valor” de juntarse en contra del PRI y de explotar la idea permanente, siempre vigente, del “cambio”.
Un “cambio” iniciado en 2010 y que pese a todo, pese a los excesos y errores del actual gobierno, sigue ahí, latente, en la conciencia del electorado, pues dos años de desgaste o contratiempos son nada ante décadas de abuso, corrupción y mediocridad priísta.
Por si faltara algo, PAN y PRD harán nuevamente equipo con la estructura del magisterio (a través del Partido Nueva Alianza), recientemente premiada con bases definitivas, y empezarán a sacar provecho de las redes clientelares del gobierno estatal (mediante Compromiso por Puebla, un partido de Estado en la acepción clásica del término).
Como compañeros de viaje llevan a Movimiento Ciudadano, un partido que ha aprendido a rentabilizar la marca; al incipiente Partido Social de Integración (PSI), nacido con genes priístas pero hoy, paradójicamente, destinado única y exclusivamente a canalizar el descontento entre las filas priístas, y al PT, un instituto que envuelto en la bandera de la “izquierda” opera como franquicia, hoy al servicio de Casa Puebla, mañana a la orden del que pague mejor.
Unidos a partir de dos condiciones sine qua non de la política, el poder y el dinero, los partidos de la megacoalición trabajan coordinadamente desde hace semanas con un solo propósito: la derrota del PRI en los principales municipios y la mayoría de los distritos. Y tienen muchas posibilidades de lograrlo.
Y es que no es lo mismo pelear contra uno o dos que contra siete partidos, y al mismo tiempo. Por simple lógica y sentido común, eso luce desigual hasta en las peleas de barrio. Por más bravas que sean.
2. La necesidad del presidente Enrique Peña Nieto de llevar la fiesta en paz con el PAN y con sus gobernadores, en aras de recuperar los consensos y salvar el eje básico, central de su gobierno: el Pacto por México.
Tras la crisis política y de credibilidad desatada a raíz de la documentación del uso electorero de la Cruzada Nacional contra el Hambre, Peña Nieto está en problemas.
Sabe que su sexenio depende de las reformas estructurales; de no sacarlas adelante, será un simple huésped más de Los Pinos, pasará con más pena que gloria y terminará igual que sus antecesores, Vicente Fox y Felipe Calderón, históricamente ubicados como egoístas, incapaces y cobardes para hacer los cambios urgentes para la transformación del país.
EPN sabe que no contará con el PRD y sus votos para las reformas fiscal y energética, absolutamente indispensables para el futuro de la nación, y que dependerá única y exclusivamente del PAN y sus diputados y senadores para alcanzar las mayorías necesarias. Sin el PAN, nada pasará.
¿Va a poner en riesgo estas reformas a cambio de una carnicería en las elecciones en los estados donde el PRI no es gobierno?
Por supuesto que no.
Puebla es, sí, importante, pero no vale lo suficiente como para tirarse al vacío o darse un tiro en el pie, y menos a estas alturas del sexenio.
De ahí que el presidente necesita a un dirigente nacional del PAN fuerte y firme, con triunfos electorales en su cuenta, y a gobernadores como Rafael Moreno Valle, con peso e influencia al interior del blanquiazul, que le ayuden a cabildear hacia el interior de la derecha albiazul sus reformas.
Por tanto, el escenario nacional favorece al PAN y a sus candidatos.
En esa lógica, todos los priístas –todos- son sacrificables.
Porque hay un interés superior.
El interés del presidente, que en este país es tanto como decir el interés de la nación.
3. Los candidatos vulnerables. Dividido, confundido, sin general que gobierne, envuelto en traiciones, pleitos internos y delaciones, el PRI ha cometido el error, grave error, de imponer a candidatos perseguidos por la sospecha de la corrupción, que no resistirían una campaña, digamos, de contraste –por no hablar de una guerra sucia (¿hay guerras limpias?)-.
Y es que si hay algo que hoy no tolera la sociedad mexicana, ese algo es la corrupción y su hermana gemela, la impunidad. Ahí están los recientes casos de Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps, la #LadyProfeco, etcétera, para confirmar la hipótesis de trabajo.
Pueden tolerar la ineficiencia e incluso la estupidez, pero no la corrupción, con todo y que esta sea el aceite lubricante del sistema nacional.
Pese a ello, los dirigentes del PRI, Pablo Fernández del Campo y Fernando Moreno Peña, decidieron habilitar como candidatos a cuadros que no resistirían una verdadera auditoría. Auditoría social y auditoría-auditoría.
¿Hubo compra-venta de candidaturas, como ha denunciado, por ejemplo, el ex candidato a la gubernatura Javier López Zavala? Difícil probarlo. Pero en Texmelucan, en Tehuacán, en Cholula…, el esquema se repite.
¿Será que el PRI le apuesta a la desmemoria colectiva? ¿O es que, en su infinita soberbia, no le teme a la exhibición de expedientes, audios, videos, fotografías comprometedoras?
No se sabe, pero lo cierto es que la vulnerabilidad de no pocos aspirantes del PRI a alcaldes o diputados será factor en el proceso. Especialmente en los debates, en algunos casos obligatorios.
4. La sombra de Mario Marín. Y más que la sombra, la utilización del desprestigio del ex gobernador como arma de guerra electoral.
Nuevamente, el (rehabilitado e impune) góber precioso funcionará como instrumento para reafirmar el voto antiPRI, muy, pero muy marcado (casi 34%) en los recientes sondeos.
Impresentable, Marín sigue sin querer darse cuenta del daño, terrible daño, que le hace a su partido y menos del que le puede hacer a los candidatos, sus candidatos, en especial ante un probable escenario de elección cerrada.
Ocho de cada 10 siguen recordando el #Lydiagate –escándalo de abuso de poder pero sobre todo de pederastia- y siete de cada 10 aún tienen presente aquel audio con la exhibición pública de sus amoríos con una menor de edad, edecán de Los Pericos de Puebla, que tan funcional resultó para la coalición Compromiso por Puebla en 2010.
Está medido.
Tan letal puede resultar la vinculación de Marín con los candidatos, que estos muy bien harían en imitar a Enrique Peña Nieto en 2012, deslindándose abierta y públicamente de él o pidiéndole que reanude su exilio dorado en el extranjero. De lo contrario, podrían sufrir las consecuencias.
5. El control de los organismos electorales. La existencia de un PRI hegemónico y dominante a lo largo de varias décadas en Puebla no puede explicarse sin el control total y absoluto de las instituciones encargadas de organizar los comicios.
Si el tricolor se perpetuó en Casa Puebla fue gracias a que siempre fue dueño del árbitro.
Descuidos, soberbias, excesos de confianza, traiciones y negligencias cambiaron la historia en 2010.
El PRI descuidó al IEE, soltó -intencionalmente o no- los hilos del organismo electoral, y ello fue uno de los muchos factores de su contundente derrota.
El proceso local de 2013 es el primero en el que el PRI no controlará, ni siquiera parcialmente, el Instituto Electoral del Estado, un escenario inédito para un partido acostumbrado a ganar con la ayuda del réferi y que hoy, por eso mismo, luce sin rumbo, sin “línea”, sin general, sin unidad, sin estrategia (ahí está, por ejemplo, el terrible inicio: el no querer leer ni anticipar lo que pasaría con “Mover a Puebla” y lo que pasará con “5 de Mayo” como membrete de su alianza con el PVEM).
Hoy, todo mundo lo sabe, el IEE juega para un solo bando, el bando de la coalición Puebla Unida, por más que se busque simular o disfrazar el patrón de conducta de consejeros “ciudadanos” y operativos.
Y si tal cosa no luce como un elemento adicional contra el PRI, entonces estamos ante el mundo al revés.
6. La terquedad de minimizar a Rafael Moreno Valle. Todavía hoy, dentro del PRI, se escuchan voces que intentan relativizar la capacidad de operación del actual gobernador de Puebla.
Y es que no se aprenden, todavía, las lecciones del pasado.
Tiene, sí, millones de defectos. Es, sí, un personaje con claros y oscuros, muy oscuros.
Pero, con todo y algunos traspiés- como la derrota de Josefina Vázquez Mota en Puebla en 2012-, no se ha cansado de demostrar su eficacia en el tema electoral.
Se dijo que no le ganaría a su mentor, el ex gobernador Melquiades Morales, en la carrera al Senado, y le ganó.
Se dijo que Ana Teresa Aranda le arrebataría la candidatura del PAN a la gubernatura, y se vio lo que pasó.
Se dijo que no podría con Marín, y terminó por echarlo de Casa Puebla.
Se dijo que El Yunque lo frenaría, que no lograría imponer candidato a la alcaldía, y ahí está Tony Gali para dar fe de lo contrario.
¿Puede perder la elección de este 2013?
Por supuesto.
Nadie es infalible, la moneda está en el aire, y ganar o perder son los dos escenarios de todos los comicios del mundo.
No hay que olvidar, empero, tres puntos:
A) Todo lo que el gobernador se juega el 7 de julio: su futuro político personal, la sobrevivencia de su grupo y la suerte de su gobierno; si fracasa, todo su proyecto presente y futuro fracasará.
B) Se trata de la primera elección que vive desde el poder, desde la plenitud del poder, con todo lo que ello implica, y:
C) Cada vez que se le minimiza, como ha hecho por ejemplo el delegado priísta, Moreno Valle se crece al castigo, se involucra más y más, y calla bocas.
¿Volverá a ocurrir?
¿Empate técnico?
Por supuesto que nada está escrito y que el PRI, pese a su mal arranque, puede reponerse y terminar ganando las principales alcaldías y el Congreso. Ha habido campañas que empiezan muy mal y terminan muy bien.
Sin embargo, los factores antes descritos –y que de ninguna manera son todos-invitan a pensar que algo no marcha bien y que en sus entrañas al Revolucionario Institucional, en general, le está faltando lo esencial para resultar verdaderamente competitivo.
Aunque Pablo Fernández y Fernando Moreno Peña afirmen lo contrario, ninguno ha tenido disciplina, la madre de todas las victorias.
Hablan mucho y hacen poco, y mal.
Como dicen José Adolfo Ibinarriaga y Roberto Trad Hasbun, la diferencia entre una campaña ganadora y una perdedora muchas veces está en la disciplina.
Se gana con dinero, con estrategia, con tácticas novedosas, con piezas publicitarias atractivas, con movilización, con un ejército que promueva el voto, con aliados mediáticos…
Pero sobre todo con disciplina.
Algo que le está sobrando a Puebla Unida y a su gran general, las 24 horas del día de todos los días.
¿Alguna duda?