No son pocas ni menores las guerras –todas relacionadas con el poder y la forma de obtenerlo o conservarlo- que se libran hoy en Puebla.
Conscientemente o no, pero lo cierto es que hay ejércitos enteros participando de duras batallas, que sólo excepcionalmente resultan ser lo que parecen.
De éstas, cosa curiosa, sólo unos cuantos salen ganadores y las más de las veces todos pierden todo. La sed de pelea es aquí, sí, increíblemente proporcional a las ganas de ser lo que no se es.
Pero, ¿están estos eternos guerreros dominando algo tan sencillo pero a la vez tan indispensable como el arte de la oportunidad, y utilizándolo para cumplir con su tarea: la obtención del poder?
¿Qué es este arte?, ¿sirve de algo en la confrontación?, ¿vale la pena echar mano de él…?
Sí, según Robert Greene, autor de “Las 48 leyes del poder”, un texto frívolo (pese a estar inspirado en Maquiavelo y Sun Tzu), pero que no estorba leer.
Y es que –dice- el éxito o fracaso de una guerra muchas veces está en “nunca demostrar prisa”.
El apuro, refiere, delata una falta de control sobre el tiempo y sobre su propio accionar.
Hay que mostrarse siempre paciente, como si ya supiéramos que, con el tiempo, todos nuestros deseos se cumplirán.
Es necesario convertirse en especialista en el arte de detectar el momento propicio para cada cosa.
Es forzoso aprender a mantenerse a la expectativa cuando el momento adecuado no haya llegado, y a golpear con fuerza cuando la oportunidad sea la idónea. Nunca antes, nunca después.
Green recomienda:
“Hacer esperar a la gente es una forma poderosa de forzar el tiempo, siempre y cuando los demás no se den cuenta de qué es lo que usted está tramando. Usted controla el reloj y ellos permanecen en el limbo… y se desmoronan con rapidez, abriendo oportunidades para que usted aproveche.
“Comience sus negociaciones en forma pausada y luego, de repente, aplique presión. Cuando no se les da el tiempo necesario para pensar, las personas cometerán errores, así que fije usted los plazos”.
De todos los guerreros vigentes hoy en Puebla, ¿quién está utilizando mejor el arte de la oportunidad?
Cuentan que Fernando Manzanilla, a quien muchos ya dan por muerto y que –por lo que se sabe- peleará hasta el final por la candidatura a la presidencia municipal.
El impasse tuvo un objetivo fundamental: identificar a los traidores y medir lealtades, dentro y fuera del círculo cercano.
El rumor de que el secretario General de Gobierno se bajó –o lo bajaron- de la contienda interna fue más bien una estrategia de guerra para saber con la precisión del cirujano qué apoyos son incondicionales y cuáles dejaron la causa apenas escucharon ruidos.
Manzanilla nunca se fue del todo, todo fue un anzuelo que, en río revuelto, picaron los traidores y que sirvió para probar la fidelidad de un equipo listo para continuar en la pelea, contra viento y marea.
Es decir: el arte de la oportunidad, en pleno.
Primo hermano del otro arte, el del engaño.