En abril pasado, el Comité Directivo Estatal del PRI, cuyo encargado responde al nombre de Fernando Morales Martínez, recibió 15 millones de pesos del Instituto Electoral del Estado, dinero correspondiente a las prerrogativas de 2012.
Por su parte, el Comité Ejecutivo Nacional del PRI envió 14 millones 500 mil pesos para gastos extraordinarios del CDE en estos seis meses.
Los gobernadores de Veracruz y Tlaxcala mandaron mensualmente importantes aportaciones económicas al Comité Directivo Estatal; las cantidades fueron de los 400 mil a los 700 mil pesos, de acuerdo a la voluntad de Javier Duarte y Mariano González, respectivamente.
Por si fuera poco, el CDE recibe 35 mil pesos al mes por concepto de la renta al Banorte de la planta baja de la sede del PRI, en la Diagonal Defensores de la República.
Fernando Morales Martínez, presidente delegado del CDE, asumió la dirigencia el 14 de febrero de 2012, es decir, hace siete meses.
¿Por qué hasta hoy, entonces, sale a señalar que el PRI en Puebla está quebrado y que sólo dispone de 4 mil pesos para terminar el año?
¿Quién lo quebró: él o sus antecesores?
Si fueron estos, ¿por qué calló? ¿Por qué no salió a denunciarlo con la vehemencia con que lo hizo hace unos días ante los medios de comunicación?
Según el sedicente dirigente priísta, hijo del ex gobernador y ex senador Melquiades Morales Flores, una de las causas principales del Hoyo Financiero son los “aviadores” de los últimos ex presidentes estatales del tricolor: Alejandro Armenta y Juan Carlos Lastiri.
Fernando Morales asegura, por ejemplo, que de Juan Carlos Lastiri, actual secretario de Gestión Social del CEN del PRI, son cinco las personas que cobraban sin trabajar, con sueldos mensuales de 10 mil pesos; es decir, unos 350 mil pesos en siete meses, una cifra importante pero rotundamente insuficiente para llevar a la ruina al CDE.
Si cinco aviadores de 10 mil pesos no crean una crisis financiera, ¿de dónde entonces la gravísima situación económica en el Revolucionario Institucional?
El propio Fernando Morales reconoce que la mayoría de la plantilla laboral del CDE no cobra o recibe gratificaciones y, según se sabe, los gastos de operación (teléfonos, luz, Nextel, etcétera) son de 1 millón de pesos al mes.
¿Dónde está todo el demás dinero?
La verdad, la verdad verdadera, es que el tema de los aviadores es sólo una cortina de humo para tapar el problema real, que es ¿dónde están los millones restantes?
¿Qué les hizo el (ya ni tan) joven político?
En el pasado proceso electoral federal, los candidatos a senadores y a diputados recibieron 600 mil pesos al inicio de la campaña y posteriormente 2 millones de pesos más (en el caso de las candidatas a la Cámara Alta, Blanca Alcalá y Lucero Saldaña, la cifra fue de 4 millones).
Pero con el detalle de que todo ese dinero no salió del CDE, sino del Comité Ejecutivo Nacional, que por cierto ya auditó el uso de esos recursos que se destinaron, principalmente, para gastos de movilización.
Todos los candidatos, y todas las candidatas, coinciden: Fernando Morales no apoyó con un solo quinto sus campañas.
Y es que, en realidad, aquí hay un solo culpable del Hoyo Financiero; es el mismo que lo quiere tapar con declaraciones propias de un leguleyo.
Fue Fernando Morales el responsable de quebrar al PRI con sus gastos de Nuevo Niño Rico:
Sus traslados constantes en helicóptero a las regiones del estado.
Los exagerados sueldos de sus principales colaboradores, como Ángeles Mendoza, secretaria de Administración, hija por cierto de Jorge Mendoza –subsecretario de Finanzas de Mario Marín-, y Miguel Ángel Ceballos, secretario de Organización, así como Fedra Soriano Corrales, secretaria general.
Y la remodelación de la oficina de la Presidencia del CDE, con un costo de medio millón de pesos, entre otros.
¿Dónde quedaron los millones que recibió del IEE, del CEN priísta y de los gobiernos de Veracruz y Tlaxcala?
¿Los extravió?
Son preguntas que nunca va a contestar quien pasará a la historia como el tipo que saqueó las arcas del PRI dejándolo en la ruina, literalmente.
Y es que, además, ya se va, con la cola entre las patas.
Porque es definitivo: Pedro Joaquín Coldwell no quiere saber nada más de él y será en el mes de noviembre cuando el CEN emita la convocatoria para elegir a su sustituto.
Una posición para la que ya están apuntados: Alberto Jiménez Merino, Juan Manuel Vega Rayet, Pablo Fernández del Campo, Adela Cerezo y Silvia Tanús, entre otros.
Mientras tanto, Fernando Morales Martínez buscará desesperadamente alcanzar un hueso en el gobierno federal, con el fin de tener una salida “digna”.
Cosa que parece poco probable, a menos que el presidente Enrique Peña Nieto esté dispuesto a pagar el costo de empezar su gobierno con el pie izquierdo metiendo a su equipo a corruptos de esa calaña.