El caso de Blanca Alcalá es patético. Pocos son los personajes de la vida pública que reciben diversas oportunidades de ascenso y participación política, y pocos como ella en desperdiciarlas, dejarlas pasar o no verlas.
Aquí y más allá, por los rumbos del Distrito Federal y el palacio de gobierno de Toluca, se sabía que la hoy ex presidenta de la capital poblana encabezaba las encuestas serias para la sucesión 2010; que gozaba de prestigio y apoyos importantes; que su imagen y trabajo habían trascendido y permeado en la ciudad de México, pero ella, siempre titubeante, en cuanto había sacudidas o nubarrones, se hacía a un lado para evitar el más leve rozón que pudiera generarle cierto ruido o en su caso dolor.
Hoy, que sigue siendo bien vista en el centro del país, donde los priistas, que sin duda alguna encabezará a finales del año Enrique Peña Nieto -ya para entonces ungido como candidato a la Presidencia de la República-, decidirán quiénes tienen aptitudes y popularidad para aspirar al Senado y al Congreso de la Unión, Blanca Alcalá vuelve a externar su temor de alzar la voz y ser escuchada, porque se “pueden enojar” quienes la obstaculizaron hasta el grado de hacerla sumisa y omisa de la autonomía municipal.
Alcalá lleva perdidos cuatro meses en la indefinición, en el limbo, en la organización de pequeños eventos en el estado que pálidamente contribuyen a su causa, a pesar de que fue nombrada secretaria general adjunta de la CNOP, al lado de Emilio Gamboa Patrón, al que lejos de aprovechar parece sacarle la vuelta.
Y en ese andar extraviada, sin rumbo, sin estrategia, sin método, que le permitan trazar un mejor horizonte y destino, se va quedando sola o con un puñado de “eficientes colaboradores”, que muy poco le van a aportar o que mucho le pueden sacar, según sea el caso, pero ayudarla, ayudarla, no.
Hace unos días trascendió que ya se enemistó con su ex vocero. Y es que Blanca sí externó y externa desconfianza, malestar, enojo y coraje en contra de Emilio Trinidad, por haber osado aceptar la frustrada invitación para formar parte del morenovallismo.
Malestar que se agudizó cuando éste se atrevió a señalar al “aspirante fallido a rey”, como Emilio bautizó a Javier López Zavala, de ser uno de los responsables de la golpiza a ella en los medios.
En el colmo del pánico escénico, el tema de la célebre carta de Trinidad Zaldívar lo vio y analizó con su asesor jurídico, Ernesto Ramírez, hábil, talentoso y agudo abogado, por aquello de que fuera señalada como la “autora intelectual” y quisieran demandarla por calumniar o difamar al ya de por sí desprestigiado ex candidato priista. Por eso pidió a Víctor Manuel Giorgana y a Ramírez mismo que salieran unos días después a declarar que la ex alcaldesa no compartía lo expresado por su ex vocero.
Desde entonces, Blanca ha intentado dejar muy claro que a Emilio Trinidad le perdió la confianza y no pierde oportunidad para hablar mal de él, como intentando sacudirse a quien no solo le ayudó, sino que la acercó a las grandes ligas de la comunicación y la política de la capital.
¿Serán entonces ahora Leticia García Polo y Flora Molina quienes se encargarán de hacerle el trabajo de imagen y de tejido fino con medios locales y del DF?
Alcalá Ruiz dijo no hace mucho que ella aspiraba a que la trataran como ella trata a la gente. Entonces me pregunto: Trinidad Zaldívar y algunos otros a los que usó y luego tiró, ¿merecen los comentarios que la ex presidenta hace de ellos? ¿Aprenderá a agradecer los servicios o favores recibidos en algún momento de su todavía fructífera carrera?
¿Qué pasará cuando Emilio Trinidad se entere, sino es que ya lo sabe, que a Ernesto Echeguren le pagó 100 mil pesos por quince días de “esforzado” trabajo?
La lealtad es un valor que no todos conocen, entienden o mucho menos practican; es una ruta o camino que se construye de ida y vuelta, pero ella, lamentablemente, circula en un horizonte que se traza a sí misma en un solo sentido. Qué lástima.
Probablemente está convencida que sola va a vencer los enojos y golpes del gobernador Moreno Valle; las acusaciones de Eduardo Rivera, y los rencores de Zavala y compañía.
Y mientras duerme el sueño de los justos, se le seguirá señalando por sus inconsistencias y quedará en el imaginario colectivo la duda de su honorabilidad, sobre todo después de que se dice que con Gabriela García Maldonado, secretaria de Administración en su trienio, hizo varios y muy buenos negocios, que claro, si alguien se atreve a acusarlas de que éstos son producto de malos manejos, les tendrán que probar, pero mientras tanto, el daño ya está hecho.
Blanca es valiosa, y no dudo que honrada y decente, pero tendrá que hacer más, mucho más para remontar sus diversos errores.
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La tarde-noche del pasado lunes, Rafael Moreno Valle sostuvo una importante reunión privada en Los Pinos.
Cuentan que el gobernador de Puebla se entrevistó por poco más de una hora con Roberto Gil Zuarth, el poderoso secretario particular del presidente de la República, Felipe Calderón.
Según una enterada fuente, Moreno Valle y Roberto Gil hablaron principalmente del status que guarda la aplicación de los programas federales en el estado de Puebla.
Pero por supuesto que no fue el único tema.
El encuentro en Los Pinos se dio tras el que, por separado, sostuvo el jefe del Ejecutivo poblano con su paisano y amigo Javier Lozano Alarcón, secretario del Trabajo, acompañado del nuevo presidente de Volkswagen México, Andreas Hinrichs.
Política de altura en el centro de poder del país.