Arturo Luna Silva
A propósito de la tragedia shakesperiana –que por supuesto a nadie se le desea- de Javier López Zavala, expropio las reflexiones que con una claridad meridiana anotó el joven politólogo y escritor Juan Manuel Mecinas Montiel, doctorando por la Universidad Complutense de Madrid, España, en su última colaboración para Puebla On Line, titulada “El hijo que no quiso matar al padre”.
Cito:
“Es indudable: alguien le engañó.
“Alguien le hizo creer que podría ser gobernador del estado.
“Era el alfil, el preferido, el alumno avanzado de una escuela “única”.
“Era el indicado, el designado.
“Era el candidato del gobernador y con eso le bastaba.
“Le hizo creer que el estado estaba ganado. Que la campaña sería un paseo e, incluso -días antes de la elección- le seguía diciendo al oído que su ventaja era insuperable.
“Le hizo creer que su derrota no era tal. Que incluso con los resultados en la mano, todo era una confusión: en todo caso, se trataba de un fraude.
“Le hizo creer que los votos son un costal que se trae de un lugar a otro y que eso le bastaba para ser el presidente de su partido.
“Le dijo que su jefe político le apoyaría hasta el último momento. Que nunca dejaría de lado su compromiso de padre político.
“Le hizo creer que los medios, esos que se peleaban por entrevistarle y besarle la mano en el proceso electoral, seguirían suspirando cada vez que él hablara.
“La realidad seguramente lo está matando.
“Zavala deberá entender que, políticamente, sobre todo en su partido, matar al padre es nacer y él nunca se convirtió en el parricida.
“Deberá asumir que le han vendido como a Cristo, aunque las monedas se llamen impunidad.
“Deberá entender que él no perdió solo: los intereses le rebasaron.
“Deberá entender que perdió porque su contrincante tenía la tarea avanzada.
“Deberá entender que tuvo errores de campaña y que, seguramente, nunca supo la verdad.
“Deberá entender que los votos obtenidos no son un capital político traducible en moneda de cambio. Son una manifestación de consentimiento, que se convierte en nada si uno pierde.
“Deberá entender que en la política la forma es fondo, pero no lo es todo.
“Deberá reconocer sus errores. Saber que seguramente le traicionaron y le vendieron, pero que, también, él contribuyó a su caída.
“Sólo así podrá renacer López Zavala. No desconoce el ámbito: nunca, digamos, ha pertenecido a las mayorías.
“A todo esto: ¿Quién engañó a Zavala?
“Puede que un hombre que se apellida Marín, pero también se hace llamar Javier López Zavala”.
Hasta ahí la larga pero obligada cita.
Cita que vuelve a confirmar que la vida es totalmente inescrutable.
Que es un vasto jardín de senderos que se bifurcan.
Y que es tan rara que tiene curiosas, extrañas formas de volverse lógica.
Aun en el tenebroso mundo de la política.