Arturo Luna Silva
El lunes de su registro como aspirante a precandidato del PAN al gobierno del estado, Rafael Moreno Valle Rosas iba a recibir un golpe más duro que el que le propinó Ana Teresa Aranda al exasperarlo y robarle la atención mediática.
Ese día, su “aliada” Violeta Lagunes convocaría a una rueda de prensa mañanera para anunciar su ruptura con el senador de la República.
Sí, ruptura.
Ruptura en toda regla.
De hecho, la temperamental delegada de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social tenía todo preparado.
Y es que desde principios de diciembre la relación entre ella y Rafa empezó a fracturarse.
Una discusión subida de tono fue el preámbulo del prematuro distanciamiento.
De carácter fuerte, ella; berrinchudo, él, la perfecta ecuación que antes los unió, se deterioró de la noche a la mañana.
Y más cuando Moreno Valle le levantó la voz al hacerle un severo reclamo.
Se enteró que Violeta le organizó a su amigo Luis Paredes un par de reuniones con militantes del PAN, a quienes el ex edil presentó su libro sobre El Yunque, y a Rafael se le encendió la mecha, de por sí corta.
Adicto al “estás conmigo o contra mí”, el ex priísta la mandó a llamar a gritos y le exigió tres cosas: lealtad, lealtad y lealtad.
Lagunes trató de explicar que su acción tenía que ver más con la amistad que con una alianza política con el ex presidente municipal o, peor, con una traición.
Pero Moreno Valle no entendió razones.
Y al calor de la pelea, Violeta le puso un alto:
“A mí no me gritas, no soy tu gata”.
Si hubiese tenido a la mano una lata de Coca-Cola, de seguro se la arroja.
Desde entonces dejaron de hablarse.
Enojado él.
Pero más enojada ella, que empezó a planear su venganza.
(Bien dicen que no hay peor enemigo que una mujer lastimada).
La rueda de prensa donde tronaría y lanzaría ajos y cebollas contra su querido Rafa fue programada para el mismo día que Moreno Valle acudiría al PAN para registrarse como aspirante.
Es decir, el pasado lunes.
¿Por qué la canceló cuando tenía todo preparado?
Violeta fue frenada en seco por su jefe, el poblano Javier Lozano Alarcón.
El secretario del Trabajo, uno de los más grandes respaldos de Moreno Valle a nivel del gobierno federal, la llamó a la calma y le dijo que ahora se amolaba.
Que si ya se había declarado públicamente como la fan número 1 de Rafael, que tenía prohibido recular.
Y que no terminaría de dar su rueda de prensa cuando ella dejaba de ser delegada del Trabajo en Puebla, posición que –le recordó- debe precisamente a Moreno Valle.
“No seas mal agradecida, al menos por eso detente”, le dijo Lozano.
Y se detuvo.
Canceló todo.
Mordiéndose un labio, se tragó su dignidad herida.
A Lagunes se le vio, incluso, en el acto de registro de Moreno Valle.
Pero con cara de pocos amigos.
Arrinconada, fuera del entorno del senador.
Forzada a fingir una emoción que ya no siente.
Moral y políticamente obligada a declarar que sí, cómo no, “Rafa para gobernador”.
Porque conoció el verdadero rostro del senador.
El de la intolerancia.
El de la obediencia ciega.
Y no le gustó.
Quizá Rafael y Violeta logren recomponer con el paso del tiempo su relación personal y política.
Quizá todo quede en un arrebato.
Tal vez ella cumpla con la tarea que ya tenía encomendada dentro de la campaña.
Pero ya no será lo mismo.
La bronca de diciembre habrá dejado heridas sin cicatrizar.
¡Vaya momento que escogió Moreno Valle para empezar a perder a sus aliados dentro de Acción Nacional!