Como ayer le adelanté, no les quedó otra que hacer cambios a la retrógrada, oscurantista y ofensiva iniciativa sobre los derechos de la familia.
Cambios mínimos pero cambios a final de cuentas.
Ayer por la tarde-noche, de última hora y tras largas y tensas discusiones en Casa Aguayo y el Palacio Legislativo, la Ley Bailleres (¿o Ley monseñor Sánchez Espinosa?) sufrió modificaciones que, en los hechos, significan un verdadero triunfo para los grupos sociales y políticos que, junto con un sector de la prensa, dieron una batalla memorable para impedir una agresión más a la laicidad del Estado.
El tema, eso sí, sacó a flote las profundas diferencias existentes en el priísmo poblano.
La lucha de facciones.
La guerra de guerrillas entre los grupos que hoy, como siempre, se disputan el poder (desde el poder).
Asuntos sensibles como el aborto y su despenalización, la eutanasia y hasta el concepto de familia, fueron utilizados como pretexto para la batalla por Casa Puebla.
En la arena legislativa (algo así como una Arena Puebla para los ricos), monteristas y zavalistas se dieron hasta con la cubeta, sin importarles caer en el juego de la ultraderecha y en las redes de la Iglesia católica, que por su parte enseñó los dientes y presumió músculo.
Rocío García Olmedo y José Othón Bailleres fueron los capitanes enviados por sus respectivos generales a dar la pelea cuerpo a cuerpo.
Las bayonetas lucieron afiladas.
Hubo heridas y lesiones que tardarán en sanar.
Detrás de ellos, los titiriteros maniobraron lo mejor que pudieron.
Maquiavélicos, aprovecharon -y manipularon- el marcado interés del gobernador Mario Marín Torres, El Gran Legislador, por abrirse sin dogmas a temas sociales espinosos (¿en busca de legitimización?); sus acuerdos con el PAN -que los hubo, sin duda- y con el nuevo jefe de la grey católica, y su obvio deseo por conciliarse (¿o reconciliarse?) con la sociedad conservadora; ésa, la misma que lo destrozó, lo destazó y lo exhibió a propósito del caso Lydia Cacho.
Y todo, absolutamente todo, en función del 2010 y la sucesión gubernamental.
¿O hay, acaso, otro telón de fondo?
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A pesar de todo, un punto a favor (la verdad, pudo haber sido peor) es que ampliarán el sectario, maniqueo y ofensivo concepto de familia (el de sólo “papá, mamá e hijos”), que el vergonzoso PRIAN planteaba en la primera iniciativa de reforma constitucional de los artículos 16 al 27, relacionados con los derechos de (precisamente) la familia.
Eso al menos se desprende del decreto que anoche fue aprobado con votación dividida entre los priístas (Pablo Fernández del Campo, Humberto Aguilar, a favor; Rocío García Olmedo y Luis Alberto Arriaga, en contra), con el obvio apoyo de los panistas (Eduardo Rivera Pérez y Leonor Popócatl) y con el sabotaje de la perredista Irma Ramos, quien de plano se fue de -y así intentó sabotear- la sesión de la Comisión de Gobernación.
El borrador inicial -el que causó tanta polémica, el que prendió los focos rojos- decía:
“El Estado reconoce a la familia como agrupación primaria, natural y fundamental que constituye una unidad política y social que promueve la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos y sociales necesarios para el desarrollo de las diferentes generaciones que la conforman”.
Pero en el decreto que será aprobado hoy, no sin shows, este párrafo fue modificado así:
“El Estado reconoce a la familia como una institución fundamental que constituye una unidad política y social que promueve la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos y sociales necesarios para el desarrollo de las personas que la conforman”.
El cambio no es menor.
A pesar de los dictados de la derecha y de sus cómplices en el PRI, se eliminan los conceptos: primaria y natural, lo que en la práctica implica que el Estado amplia su mira, acepta la realidad de una sociedad disfuncional y atípica, y reconoce y reconocerá a otras uniones no ortodoxas (papá e hijos solamente, mamá soltera e hijos, hombre y mujer sin hijos, etcétera) también como una familia.
Incluso ello abre la puerta para, en su momento, poder legislar sobre los derechos de las sociedades de convivencia y para el reconocimiento de las uniones civiles entre personas del mismo sexo, algo ya legal en por ejemplo el DF y que aquí en Puebla sigue provocando urticaria (y diarrea mental) a las buenas conciencias (especialmente a aquellos señorones del Yunque con inconfesables hijos o hijas fuera del matrimonio).
Otro caso es la modificación sufrida en la fracción IV del artículo 26, relacionada con el aborto, la posibilidad de que éste sea despenalizado y el tema de la muerte asistida (o eutanasia).
En el primer proyecto se establecía, textualmente:
“La vida humana debe ser protegida desde el momento de la concepción hasta la muerte. El Estado garantizará a las personas el pleno goce y ejercicio de todos sus derechos”.
Hoy, empero, si no sucede otra cosa, los diputados estarán aprobando que:
“La vida debe ser protegida desde el momento de la concepción hasta su muerte natural, salvo los casos previstos en las leyes”.
La diferencia, o el detalle, está en el añadido: “salvo los casos previstos en las leyes”.
Es decir: aunque mínima, se deja abierta la posibilidad (una pequeña ventana, pues) para que en el futuro se legisle sobre la famosa despenalización del aborto, a fin de que las poblanas, como ocurre en otras partes del mundo, puedan practicarse un legrado antes de las 12 semanas de embarazo, sin que haya sanción penal privativa de la libertad para el médico y la interesada.
Así, el caso previsto en las leyes sería, pues, un nuevo decreto que, en un mejor momento (quizá cuando no haya elecciones), propusiera en su momento legalizar el aborto.
En otras palabras: no se abre pero tampoco se cierra la puerta del todo.
En un contexto general, a final de cuentas, podría hablarse incluso de un empate técnico.
Y es que el PAN y la ultraderecha -liderada por el nuevo arzobispo de Puebla- lograron impedir la despenalización fast track del aborto, su mayor temor, pero sí consiguieron elevar a rango constitucional lo que ya de por sí estaba en el Código Civil.
Y el PRI evitó la pena de tener que salir a explicar a los ciudadanos, en pleno proceso electoral, por qué diablos, a cuenta de qué, de parte de quién, asumió tesis, conceptos y banderas con alto contenido clerical, más propios de los grupos radicales ligados con el conservadurismo azul.
Aunque eso sí: a los diputados del Revolucionario Institucional nadie, nadie les quita el ridículo que hicieron en estos últimos días de fuego.
Ni mucho menos, insisto, la división ni la flaqueza… vamos: el cisma que mostraron entre sus filas.
***
Ana Teresa Aranda sigue sin dar el “sí”, pero tampoco el “no”.
En la Subsecretaría federal de Gobernación que encabeza no hay hasta hoy visos de cambios administrativos.
Vamos, nadie habla de entregas ni de recepciones.
La Doña sigue sin decidir si va o viene, si viene o va, si es o no es, si será o no candidata a diputada.
Y en el PAN poblano ya se empiezan a desesperar.
Tanto que ya tienen dos escenarios: el primero, para en caso de que Ana Tere diga “sí”, y el segundo, si dice “no”.
Veamos:
Si acepta, entonces los candidatos por los cuatro distritos con cabecera en la Angelópolis serían:
Luis Mora Velasco, por el VI.
Myriam Arabian, por IX.
Ana Teresa Aranda, por el XI.
Y Eduardo Morales, por el XII.
Pero si no acepta, entonces los candidatos serían:
Enrique Rojas, por el VI.
Luis Mora Velasco, por el IX.
Myriam Arabian, por el XI.
Y Eduardo Morales, por el XII.
El reloj sigue su curso.
Tic-tac…
En el PAN siguen esperando.
Tic-tac…
El tiempo se acaba.
Tic-tac…
Hagan sus apuestas.
gar_pro@hotmail.com