Arturo Luna Silva
Ayer por la mañana, en privado, se reunieron a desayunar la presidenta municipal de Puebla, Blanca Alcalá Ruiz, y el secretario de Desarrollo Social, Javier López Zavala, en el hotel-restaurante Casa Reyna, en el Centro Histórico.
Por más de hora y media, ambos dialogaron en corto sobre el tema que les es común: el tema de la política.
La sucesión a la gubernatura se puso, inevitablemente, sobre la mesa, y el encuentro, largamente esperado por los dos, sirvió para aclarar (se) varios puntos; el más importante: que no hay ni habrá pleito entre ellos, que son amigos -y se respetan y reconocen mutuamente- desde hace años.
Uno de los grandes ausentes junto con el rector Enrique Agüera del Gran Cónclave del viernes 20 de febrero en Casa Puebla con el gobernador Mario Marín Torres, Blanca Alcalá es y seguirá siendo clave para el 2010.
Le pese a quien le pese, le guste a quien le guste.
Y a Zavala, que desde entonces se ha reunido con todos o casi todos de los que tienen boleto para la Gran Carpa del Poder, le faltaba platicar con ella. Por su mesa habían desfilado los Doger, los Morales, los Amador, los Agüera, los Chidiac, etcétera… Pero no Alcalá.
Según las versiones, el encuentro Zavala-Alcalá fue terso pero no exento de aclaraciones.
Por ejemplo: el secretario de Desarrollo Social, para muchos el favorito en la sucesión, le dijo a Alcalá que de su parte no ha recibido ni recibirá ataque alguno.
“Que no nos amarren navajas”, le pidió.
Y la presidenta municipal, temerosa de que le empiecen a cobrar a lo sucio (que es pariente de lo marrano) sus estupendos números en conocimiento, confianza y potencial de voto, estuvo de acuerdo.
¿Cómo no estarlo?
Y es que en el entorno de Blanca Alcalá creen que ésta será “bajada” de los primeros lugares de las encuestas a “periodicazos”, y que tal cosa no tardará en suceder.
Lo anterior, a pesar de que ella ha reiterado una y otra vez que en su escenario no está ser gobernadora, e incluso firmó ante notario para permanecer todo el trienio en el ayuntamiento capitalino.
Sin embargo, como todo mundo sabe, las circunstancias –que definen la vida y la política; las mismas circunstancias que la llevaron a Palacio Municipal- pueden reescribir la historia y ubicarla, pese a todo y contra todos, dentro de la jugada a Casa Puebla.
De ahí la importancia de la reunión con Zavala, de la cual salió contenta y confiada de que al menos por ese frente no recibirá “fuego amigo” ni campañas negras.
Según las fuentes, ambos aclararon malos entendidos, despejaron dudas y hablaron claro.
Él le reiteró que no llegará eliminando al de enfrente, sino en todo caso sumándolo a su causa.
Y ella, que no le interesa participar de las intrigas y los golpes bajos que marcan ya, forzosamente, los días, las noches y las madrugadas de la sucesión.
“Seamos amigos”, le dijo la alcaldesa.
Y se dieron la mano.
Tal y como se ve en la foto de arriba, tomada justo al momento de la despedida.
El pacto Zavala-Alcalá fue en Casa Reyna.
Y fue un pacto de reconocimiento de capitales políticos propios, pero sobre todo un pacto de no agresión.
Pacto que será fundamental en el juego de la sucesión.
Al tiempo.
***
NO AGUANTARON…
Por retardataria. Por dogmática. Por intolerante. Por retrógrada. Por oscurantista. Por ultraconservadora. Por maniquea. Por innecesaria. Por imprudente. Por excesiva. Por ignorante. Por timorata…
Por todo eso, y más, el PRI en el Congreso del estado ha tenido que retractarse y echar para atrás la absurda iniciativa de reforma constitucional que proponía retroceder siglos en materia de libertades ciudadanas.
Tontos útiles, los tricolores sirvieron de esquiroles de los panistas, que por supuesto no cabían de gozo.
Llevados al ridículo por José Othón Bailleres y otros que firmaron sin leer siquiera, intentaban cancelar cualquier posibilidad de avanzar en la solución del gravísimo problema de salud pública que es hoy el aborto, considerar como único modelo válido de familia a la conformada por “papá, mamá e hijos”, cerrarle el paso a cualquier sociedad de convivencia (incluyendo las uniones entre personas del mismo sexo) y ubicar vergonzosamente a la mujer en un contexto social único de “ama de casa”, o mejor dicho de “escopeta”: cargada (de chamacos) y detrás de la puerta.
Pero no pudieron.
O no se atrevieron.
Ahí están las cartas, durísimas, de repudio de las mujeres priístas, de algunos pocos legisladores con dignidad y de las organizaciones no gubernamentales para el jefe político de todos ellos: Mario Marín.
¿Pues no que muy juaristas?
¿Pero a quién se le ocurrió?
¡Y en pleno año electoral!
Ya se sabía que el nuevo arzobispo, monseñor Víctor Sánchez Espinosa, había maniobrado en el epicentro del poder estatal para evitar la despenalización del aborto, pero no que sus oficios (santísimos oficios) alcanzaran para doblegar el espíritu laico del Estado poblano, para utilizar al sistema legislativo a su antojo y para ponerlo a las órdenes de la recalcitrante derecha.
Y fíjese lo que son las paradojas.
El 13 de agosto de 1995, Provida, del “Señor de las Tangas” Jorge Serrano Limón, denunció penalmente al entonces secretario federal de Salud, Juan Ramón de la Fuente, por “violar” la Ley General de Salud y el Código Penal al promover el ¡uso del condón!
Hoy, el Consejo Universitario de la BUAP, encabezado por el rector Enrique Agüera, le otorgará el Doctorado Honoris Causa a precisamente ése que, a su paso por la UNAM, dejó todo un legado de dignidad, actitud progresista y autoridad política y moral.
Como si simbólicamente, a través de Juan Ramón de la Fuente, se enviara un mensaje claro, contundente, rotundo de “No pasarán” a quienes en Puebla, liderados por Víctor Sánchez Espinosa, siguen creyendo, por ejemplo, que la planificación familiar es “terrorismo demográfico”.
Que Dios nos agarre confesados cuando, con el apoyo del PRIAN, quieran restablecer la Santa Inquisición.
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