Las comunidades cercanas al volcán Popocatépetl han aprendido a vivir, en muchas dimensiones y de muchas maneras, con él. Es una coexistencia ancestral. Estaba ahí antes de los primeros asentamientos. Desde hace por lo menos una década también, de muchas formas, nos hemos todos acostumbrado en Puebla capital y la zona conurbada a su presencia y a sus eventos y, por supuesto, nos mantenemos alertas.
En las últimas semanas, Don Goyo, cómo se le conoce desde la voz popular, ha estado muy inquieto.
Decenas de explosiones han ocurrido.
Exhalaciones con ceniza y magma.
Mucha ceniza.
Los poblanos nos hemos hecho hábiles para lidiar con ello.
Hay más bromas que las molestias.
Ya no sorprende.
Hay protocolos bien aprendidos.
Desde este jueves se determinó que en 22 municipios se suspendía la actividad escolar presencial.
La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) replicó la medida en sus planteles que más afectación podrían tener.
En estos días en Puebla el regreso al cubrebocas tiene otra utilidad.
Resguardar las vías respiratorias de la ceniza.
En realidad, nunca deja de caer.
Pero hoy llega más lejos y su intensidad es mayor.
Es densa incluso a la vista en algunas zonas.
Hay también prevención.
Se cuenta con 205 inmuebles que, en el caso de una emergencia mayor, pueden funcionar como albergues.
Se estima que hay capacidad en éstos, para brindar atención a 56 mil 394 personas.
Es el cálculo de lo que se requiere para, en una situación grave, poner a salvo a la población de las 27 comunidades cercanas al Popocatépetl.
La vida cotidiana de Puebla, y por supuesto las comunidades aledañas, se alteró por caída de cenizas en 2000, 2010, 2013 y 2016.
Fue notable en los eventos de esos años.
Oficialmente, porque en esto también esa calificación cuenta, la última vez que se consideró una “erupción violenta” del Popocatépetl fue los días 18 y 19 diciembre del año 2000.
Hoy, también con base en las experiencias pasadas, se ha dispuesto de casi medio millar de vehículos, para una posible evacuación.
Se trata principalmente de colectivos de rutas del servicio público de Atlixco e Izúcar de Matamoros, desde donde es más viable y rápida la entrada y salida del perímetro.
A diferencia de casos anteriores, el mantenimiento de los caminos y carreteras que llevan a las 27 comunidades que tienen más riesgo, es tarea permanente.
Presupuestos para ello se aprueban cada año.
Aunque por supuesto, siempre falta hacer más.
En el 2023, también la tecnología hace la diferencia.
Tenemos todos acceso vía web y redes sociales al monitoreo en tiempo real del volcán.
También las aplicaciones de mensajería permiten la comunicación permanente e instantánea.
La guardia la tenemos arriba.
Coexistir con Don Goyo ha sido tarea de generaciones.
Él ya estaba ahí.
Y seguirá ahí, cuando nosotros ya no estemos.