Con la justificación -que sabe a mal consuelo- de que Puebla recibirá una de las mayores inversiones en programas sociales, el estado quedó fuera del Plan Nacional de Infraestructura del presidente Andrés Manuel López Obrador y la Iniciativa Privada (IP). El tema es grave, gravísimo, por el dinamismo que las obras dan a las economías locales:generan empleos, crean derrama, formalizan el camino al desarrollo. Sin maquillajes, hay que aceptar que desde la Presidencia se desdeñó a Puebla y que, finalmente esa es otra señal, se menospreció también a los empresarios poblanos. Que no haya duda, desde las miradas de Palacio Nacional, la clase empresarial local se ve diminuta, duela a quien duela.
El proyecto maestro del lopezobradorismo, para resucitar la economía del país con 147 grandes obras y una inversión en concurrencia con la IP de 859 mil millones de pesos (mdp) para los próximos cinco años, simplemente no pasa por Puebla.
Esas carreteras, aeropuertos, puertos, ferrocarriles y telecomunicaciones se van a otros lugares, pero no a nuestro estado.
En el centro de México se realizarán 45 de esas obras; en el norte 49 y 42 en el sur y 11 que cruzan todo el país, en los sectores logístico, energético, turístico y manufacturero, entre otros.
En el año 2020 se busca que empecen y concluyan 72 de ellas.
Que nuestra entidad haya quedado fuera de ese plan maestro delata los graves problemas de los dueños del dinero en la entidad.
En principio, el rimbombante Consejo Asesor Empresarial, Capítulo Puebla, del gobierno federal, resultó inútil.
Este organismo que preside Alfonso Rivera Espinoza, nada pudo hacer, desde su responsabilidad, para presentar proyectos y traer obras a Puebla, de las que sus integrantes se hubieran beneficiado.
La comunicación directa que se supone tienen con el Jefe de la Oficina de Presidencia, Alfonso Romo, no sirvió de nada.
O es solamente un mito.
Esta exclusión del estado es reflejo de la pequeñez de la clase empresarial poblana.
Así de claro y sin eufemismos.
Así se ven y así quedaron hoy los líderes de las cámaras todas, con énfasis en las de la construcción.
Pareciera que la inercia de los años del priato y luego del morenovallismo, cuando hubo favoritos y solamente bastaba con estirar la mano para recibir obras, dejaron inservible la creatividad local.
¿De verdad hubo incapacidad para presentar proyectos?
¿No acaso la mayor demanda de los empresarios era que “nos de trabajo”?
En la conferencia mañanera del miércoles, en referencia directa, el presidente López Obrador reconoció el desdén a Puebla.
Confirmó que ninguna de las 147 obras de su Plan Nacional de Infraestructura se realizará aquí.
Sin embargo, quiso componer esa dura noticia y envió un consuelo para los poblanos, pues en cambio nos va muy bien en los programas de desarrollo social.
En la nómina de su política asistencialista, dicho de otra manera.
Dijo que el gobierno federal ha puesto atención especial, para el Ejercicio 2020, en la entrega de programas sociales y otros proyectos, como la industria militar, que suman inversiones por más de 10 mil millones de pesos.
También aseguró que “se está apoyando a adultos mayores, personas con discapacidad, el programa Sembrando Vida, el de los jóvenes, las becas, todo eso se está llevando a cabo en Puebla. Es de los estados con más inversión para el bienestar”.
Esto que debiera ser una buena nueva, sin embargo no lo es desde la lectura crítica.
Puebla no está contemplado en el grupo de los estados que serán motor del país.
En cambio, sí de los que más dádivas clientelares recibirá.
Vaya concepto en que nos tiene el lopezobradorismo.