Ante el previsible debilitamiento de Morena en Puebla, por la guerra civil que atraviesa por la dirigencia nacional y los yerros de algunos alcaldes del lopezobradorismo, que han decepcionado, el gobernador Miguel Barbosa ha advertido, con olfato y antelación, que es imprescindible fortalecer la marca partidista, con la creación de una estructura propia, sólida y ágil, pues como está hoy es apenas un membrete. Si quiere cosechar triunfos, para comenzar en 2021, la tarea es impostergable. Esa trascendencia del movimiento social, que en 2018 acompañó el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y en 2019 la victoria barbosista, no puede esperar. Esa labor la ha encargado a uno de sus más cercanos y eficientes operadores, su brazo político: Eric Cotoñeto Carmona, quien ya recorre la entidad, convertido en el arquitecto de esa fuerza.
A pesar del fuego interno de las últimas semanas y del impedimento estatutario para aspirar formalmente a ser dirigente estatal del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el ex diputado local sigue en la tarea que le encargó el gobernador.
Con todo y la molestia de quienes se erigen como “morenistas puros”, la realidad es que el también ex presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Puebla es el único que hace ese esfuerzo y además obtiene resultados.
Cotoñeto está sumando por toda la entidad a militantes de todos los partidos, incluido Acción Nacional (PAN).
La premisa es sencilla, pero requiere de una gran experiencia y capacidades políticas: armar una estructura propia.
Una estructura barbosista, con el sello y apoyo de casa, que sea capaz de encarar futuras elecciones, principalmente las de 2021.
Dentro de dos años, además de los 15 distritos electorales federales, estarán en juego las 26 diputaciones locales de mayoría relativa, 15 plurinominales y 217 municipios.
La joya de la corona, Puebla capital y, como añadido, la zona conurbada, donde Cotoñeto ya empezó a operar lo correspondiente a la renovación de por lo menos 60 mesas directivas de colonos.
Ahí, en 2018 el lopezobradorismo arrasó, pero apenas un año después, en la extraordinaria de 2019, los resultados le fueron adversos.
Por ejemplo, los cuatro distritos electorales locales capitalinos los ganó el PAN, y uno incluso con un resultado de dos a uno sobre Morena.
Los focos están en ámbar para Morena en esta zona y la única forma de llevarlos nuevamente a verde, con posibilidades de triunfo, está en la estructura barbosista.
El encargado de esa tarea es Eric Cotoñeto.
Les guste o no a sus detractores.
El esfuerzo es por toda la entidad.
Este fin de semana, el pupilo de Barbosa, quien llegó casi siendo un adolescente a la actividad pública y fue cobijado por el hoy gobernador -para efectos prácticos, es otro de sus hijos políticos-, estuvo en Huauchinango.
Allá en la Sierra Norte, el diagnóstico que realizó con base en las evidencias, no es bueno: “Morena no existe”.
Y lanzó una pregunta que recogieron los corresponsales de la zona: “¿dónde están los militantes?”
El padrón que sí existe, al menos en este caso, es de simple papel.
De no trabajar ahí en la creación de una estructura, como en otras regiones, la elección de 2021 será la crónica de una derrota anunciada.
Lo que Cotoñeto está realizando, no pudieron o no quisieron hacerlo en su momento el ex dirigente estatal, Gabriel Biestro Medinilla, ni el delegado del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Mario Bracamonte González, quien no pasa de ser un personaje de ornato.
Precisamente Bracamonte es quien más amargamente se ha quejado de este esfuerzo de Eric.
Lo descalifica.
Lo cela (políticamente, por supuesto).
Lo envidia.
El indispensable ejército de operadores en y desde Morena, sólo Cotoñeto Carmona lo está creando.
Los demás, especialmente el señor delegado, hablan desde la oscuridad de la hiel derramada.
La labor es también contrarreloj.
Aceitar una maquinaria así, no es sencillo.
Si Cotoñeto lo logra, como ya viene avanzando, no habrá que perderlo de vista en el esquema de lo que se conoce como “el barbosismo”.
De cara sobre todo al trascendental 2021, la primera gran prueba de fuego del grupo en el poder.