Sin destellos de autocrítica, con un discurso trasnochado, reciclado de la campaña, en el que culpa al pasado y a la corrupción de todos los males del país, el presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció en el mensaje de su Primer Informe de Gobierno constitucional -el que cuenta como su Tercero ante el Pueblo- otra vez muchas promesas, compareció sin datos y, sí en cambio, un muy reiterado “no les voy a fallar”. La inseguridad, asignatura pendiente; el huachicol bajó 94 por ciento; la honestidad, solución balsámica a todo; reconoció que la economía no crece, pero dijo que “hoy es menos injusta la distribución de la riqueza”. Con una visión empañada y miope de la realidad, pasó del “yo tengo otros datos”, al “yo veo otro México”.
Si bien, respecto del pasado, las formas en el informe se modificaron, en cambio el fondo es el mismo o es un peor caos del que se puede observar en el retrovisor.
Este domingo en Palacio Nacional, el tabasqueño rindió su Primer Informe, aunque en su cuenta personalísima es el tercero (hasta sus fieles, como el loquito de Gerardo Fernández Noroña, se lo reprocharon: “El compañero presidente @lopezobrador falta al respeto al Congreso mexicano, pues su informe será entregado por escrito hoy a las cinco de la tarde y ya realiza una reunión en Palacio Nacional a la que denomina informe. En una evidente violación al artículo 69 constitucional”, tuiteó).
AMLO considera antes los que ofreció por sus 100 días de Gobierno y el de un año de su elección.
En su discurso, ante gobernadores -incluido el poblano Miguel Barbosa-, su gabinete y personajes de la sociedad -su aliado, Carlos Slim, en primerísimo lugar-, López Obrador pareció emular los días de campaña en sus líneas discursivas.
Aunque reconoció que la inseguridad es el pendiente más grave, también culpó al pasado de ésta, que calificó de “catástrofe” y volvió a prometer la serenidad para México.
“Aunque todavía tenemos que trabajar mucho porque no son buenos los resultados en cuanto a la disminución en la incidencia delictiva en el país y que se está atendiendo el problema, pero constituye nuestro principal desafío. Estoy seguro que vamos a lograr serenar al país, se va a pacificar México, eso es un compromiso”, dijo.
Pero acompañó ese tenue intento de autocrítica con una justificación, con lo que se hizo en anteriores administraciones.
“El resultado fue catastrófico, dejó crisis de derechos humanos, descomposición institucional sin precedentes. Todavía padecemos de inseguridad y violencia”.
Los datos duros de estos nueve meses de gobierno, que tuvo que presentar en formato de informe constitucional, por las fechas establecidas, serán materia de la Glosa del Primer Informe que realizará el Congreso de la Unión.
Un logro, sin duda, que además toca directamente a Puebla es la disminución en el robo de combustible a los ductos de Pemex.
Informó que se ha reducido 94 por ciento y ofreció una especie de disculpa-justificación por las semanas de desabasto que se dieron en su estrategia para combatir al huachicol.
En el ánimo de todos sus antecesores -lo normal y natural-, el tabasqueño también magnificó sus escasos logros y omitió los fracasos.
Con verdades a medias, contó como éxitos casos que están en proceso todavía y no son, estrictamente, ya realidades.
Como que “ya existe un auténtico estado de Derecho”.
¡Lejísimos de serlo!
Dijo que “se canceló la condonación de impuestos a grandes corporaciones financieras”, pero es tema irresuelto.
Subrayó la austeridad y la honestidad de su administración, como si ya se hubiera completado, pero todavía es un proceso y, en muchos casos, que va para largo.
Anunció que “al cierre del año tendremos superávit primario de uno por ciento del PIB”, pero todavía está por verse la obtención de esa meta.
También dio como consumada la creación del Instituto de Salud para el Bienestar, cuya concreción jurídica es material de este periodo ordinario de sesiones del Congreso de a Unión.
Lo que extraña del Primer Informe de Andrés Manuel es su incapacidad de ver las realidades.
Los pendientes.
Los incumplimientos a la alta expectativa de todo un país sobre su Presidencia.
El diagnóstico está en su frase: “la transformación ha empezado a convertirse en realidad, en práctica cotidiana. Es un hecho la separación del poder político del poder económico”.
Las bases pueden estar sentadas, pero la transformación está muy lejos.
Lo que inquieta es que su “yo tengo otros datos”, se transfigure al “yo veo otro país”.
Eso es muy, pero muy preocupante.