Muy por encima del desgastado debate por la simulada Consulta Nacional sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) y las complicaciones técnicas de la opción tomada desde el principio, Santa Lucía, la decisión de Andrés Manuel López Obrador de sepultar la obra en Texcoco, sin importar los costos social, político y económico, de decenas de miles de millones de dólares, evidencia un severo manotazo del mandatario electo contra los poderes fácticos dueños del dinero del país. Es una contundente declaratoria de hostilidades, que se traduce lamentablemente en este error de octubre, con pésimos mensajes dentro y fuera de la nación, que marcarán negativamente su sexenio.
A unos días de rendir protesta como el Primer Mandatario número 63 de México, el tabasqueño se lanza frontal y pinta, con beligerancia, raya entre el poder político, que además sustenta en el apoyo artificial del “pueblo bueno y sabio”, contra el poder económico.
Las consecuencias son abrumadoras: depreciación de nuestra moneda, con el dólar superando la barrera de los 20 pesos, fuga de capitales, pagos enormes por la suspensión de la obra.
Se lo han advertido al presidente electo los hechos y casi al unísono los organismos empresariales, como la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), analistas y académicos.
Pero aún así se justifica y privilegia su demostración de poder.
“Aquí queda de manifiesto que hay una división clara, hay una frontera entre poder económico y poder político. El gobierno que está por iniciar su mandato es para todos, no es para un grupo, no va a ser un gobierno al servicio de una minoría, es el gobierno del pueblo… Les guste o no les guste.
“Todo esto que crearon de ambiente de zozobra, de miedo, de los mercados financieros, imagínense el Estado mexicano, un Estado democrático, de Derecho, porque a eso aspiramos, supeditado a mercados financieros”, sentenció López Obrador en la conferencia de prensa con la que este lunes acreditó la decisión.
Esa determinación que, por cierto, se la endilga toda al “pueblo”, mientras se lava las manos.
Y lo hace con base en una consulta amañada, que califica de “democrática”. Nada más absurdo.
La purificación de su unilateral resolución la encuentra en el estigma de la corrupción del peñismo, que acompañó evidentemente a la edificación de Texcoco, que de súbito de deberá detener, con costos multimillonarios en indemnizaciones a los inversionistas.
Dice AMLO que no hay nada de qué preocuparse, pero se tiran literalmente a la basura miles de millones de dólares y hace polvo además la frágil credibilidad que tenía ante los empresarios mexicanos y extranjeros.
Con desencanto, la Coparmex y el CCE denuncian hoy que fueron “engañados” por el otrora candidato, que les aseguró en los tiempos de campaña que seguiría la obra en Texcoco.
Les mintió absolutamente.
El mensaje del nuevo gobierno mexicano para el mundo es grave: no respetamos acuerdos, ni contratos, los desconocemos con base a una “democracia” simplista y populista, muy al estilo de la Venezuela chavista y de Nicolás Maduro. Ya lo advirtió el banco suizo UBS: AMLO podría usar las consultas tanto para ampliar su mandato constitucional de seis años como para echar mano de las reservas del Banco de México.
El todavía presidente constitucional, Enrique Peña Nieto, ya sin capacidad de maniobra ni prácticamente vela en el entierro, también alertó que con la cancelación del NAIM en Texcoco eventualmente habrá que prepagar los bonos que se emitieron para financiarlo, lo que demandará recursos fiscales adicionales.
¿De dónde?
En principio, inexorablemente deberá aumentar la Tarifa de Uso Aeroportuario (TUA), impuesto con base en el que se garantizaba la edificación del NAIM.
Efectivamente, Texcoco representó el símbolo de la corrupción del sexenio de Peña, pero cancelar el proyecto no era la salida.
Había que limpiar contratos y castigar abusos, pero no anularlo.
El peor de los escenarios se ha desatado.
Y aparentemente la única utilidad de esta decisión es el manotazo de AMLO.
Su “yo mando aquí”.
Claro, apoyado en el pueblo.
Este es el error que lo perseguirá los días por venir, durante todo su mandato.