Casi como si fuera una sesión de la KGB (Agencia de Inteligencia Soviética), en una encerrona en Toluca, Estado de México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) definió una nada ciudadana lista de candidatos plurinominales a San Lázaro y al Senado, en la que se privilegió el nepotismo, los espacios para la cúpula, se revivió a cuadros de viejo cuño y se premió a los amigos, como los poblanos Jorge Estefan, quien tiene asegurado un escaño, y Lucero Saldaña, quien irá a una curul federal.
En tanto, también este domingo en Puebla el PRI entró en crisis tras la rebelión del aspirante a la alcaldía, Guillermo Deloya, quien desmembró de tajo la pálida simulación de unidad en el tricolor, por la pugna por la planilla de regidores, en donde le quisieron imponer a los favoritos de Blanca Alcalá, en especial a su yerno, Édgar Chumacero, motivo principal del cisma.
Memo Deloya, que repudia por viejas cuitas todo lo que huela a la actual embajadora de México en Colombia, amagó incluso con renunciar a la candidatura si le imponían a Chumacero, impulsado con todo por el dirigente estatal del tricolor, Jorge Estefan Chidiac, aliado de Blanca Alcalá y otro indeseable para el candidato del PRI a la alcaldía capitalina, mismo que terminó por recular ante las presiones.
¡Todo un show al más puro estilo tricolor!
Sí, siempre que se piensa que el priísmo poblano ha tocado fondo, nos enseña que aún hay compuertas que lo llevan más y más abajo.
En los primeros lugares de las listas de las candidaturas plurinominales del PRI aparecen por enésima vez los nombres de siempre, políticos dinosáuricos que regresan a la vida pública incluso desde la tumba política; la cúpula de la dirigencia nacional y los sectores, los cercanos al “candidato ciudadano” José Antonio Meade y hasta hijos de los mandamás del tricolor.
Nada de esa apertura a la sociedad que tanto pregona este partido está a la vista.
Aparecen los nombres de la secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Claudia Ruiz Massieu Salinas, y del presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, la primera al Senado y el segundo a San Lázaro.
También a la Cámara Alta van el líder cetemista Carlos Aceves del Olmo; el ex secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; la tlaxcalteca Beatriz Paredes Rangel; el vicecoordinador de la campaña presidencial y ex gobernador mexiquense, Eruviel Ávila; la vocera Vanesa Rubio, y hasta el hijo de Emilio Gamboa, actual coordinador de los senadores priístas, Pablo Gamboa.
A la Cámara baja, los dirigentes de la CNC, Ismael Hernández Deras; de la CNOP, Arturo Zamora Jiménez, y de la CROC, Isaías González Cuevas, entre otros.
Los poblanos también salieron con algo en esta sesión de la Comisión Política Permanente que se realizó en completa opacidad y con extremas medidas de seguridad.
Como si hubiera algo que esconder, sin previo aviso los integrantes de este órgano fueron trasladados de la sede del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), en la Ciudad de México, a la sede priísta de Toluca.
Los llevaron en autobuses y les quitaron los celulares. De acceso a la prensa, ni hablar, nada.
La jerarquización de las listas además muestra que muchos buscan tablas de salvación, ante la enorme posibilidad de que el ex secretario de Hacienda no alcance a remontar la abismal diferencia con el primer lugar en la carrera presidencial.
De ahí que su equipo más cercano ya tenga asegurado curules y escaños.
En ese escenario, la senadora poblana Lucero Saldaña, afín a Meade y cuyo hijo, Emilio Fueyo Saldaña, es su coordinador de asesores, fue colocada en el preferencial sitio 2 de la lista plurinominal de la Cuarta Circunscripción a la Cámara baja.
En tanto, el dirigente estatal del Revolucionario Institucional, Jorge Estefan Chidiac, alcanzó el sitio número 8 de la Lista Nacional a la Cámara alta, lo que aritméticamente le asegura un sitio en el próximo ejercicio senatorial, incluso si Meade y el PRI quedan terceros después del 1 de julio.
Esto obligará al Comité Directivo Estatal (CDE) de Puebla a modificar su lista de plurinominales al Congreso local, que encabezaba todavía el mismo Estefan.
Y precisamente a él se le atribuye la disputa, aparentemente sin cuartel, que sufría -y seguramente sufre- el tricolor hasta minutos antes del límite para el registro de su candidato y planilla al ayuntamiento de Puebla.
Guillermo Deloya, candidato priísta por Puebla capital, se opuso al empecinamiento de Jorge Estefan y su grupo a que Édgar Chumacero encabezara la lista de regidores.
Finalmente, tras el berrinche, Deloya se registró a las 22:00 horas de este domingo, tragando saliva –o bilis- y recordando que la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos.
Sin embargo, este duro jaloneo evidenció que, a pesar de que se haya llegado a un acuerdo de última hora, no hay unidad en el PRI, no hay coordinación entre candidatos, no hay respeto a la dirigencia y que el caos está a la vista y más cerca de lo que se advierte.
Por cierto: ¿son ciertas las versiones de que Enrique Doger pugnó hasta el último minuto por la caída de Memo Deloya, a quien considera un lastre, pero no le alcanzó para la sustitución del candidato a la presidencia municipal de la ciudad de Puebla?
¿Le fueron insuficientes al candidato del PRI a Casa Puebla sus relaciones nacionales para imponer a un perfil “más competitivo” que Deloya?
¿Así de “unidos” piensan ganar al morenogalicismo?
¡De risa loca!
LAS MANOS LIBRES DE EDUARDO RIVERA
Quien sí hizo lo que fue su deseo con su planilla de regidores fue el candidato de la alianza “Por Puebla al Frente” (PAN-PRD-MC), el panista Eduardo Rivera Pérez, quien puso a sus más cercanos compañeros de la organización de derecha El Yunque en los sitios de preferencia para el próximo Cabildo capitalino.
De ganar, además de que repetiría en la alcaldía de la Angelópolis, Rivera podría decir que se metió al ayuntamiento con todo y Yunque, con la compañía de personajes que serían incapaces de ganar una elección en la manzana de su colonia, pero que hoy son premiados por su cercanía con el candidato.
Al menos en esta parte los acuerdos con Martha Erika Alonso, candidata a Casa Puebla, se han respetado: Lalo Rivera tuvo manos libres para conformar su lista de regidores y nadie le pidió o impuso nada –las diferencias obedecen a otros asuntos que comentaré en una próxima columna-.
En la lista de Rivera hay nombres que son evidencia irrefutable de que nadie ajeno a su grupo o a sus intereses interfirió, comenzando con el del diputado local Pablo Montiel Solana, quien es su suplente.
Augusta Díaz de Rivera, en la Segunda Regiduría, con Érica Chávez como suplente; Enrique Guevara, en la tercera, con Alejandro García Huerta en la suplencia; en la cuarta Luz el Carmen Rosilio, con María del Rosario Andrade Gabiño, como suplente.
En la Sexta aparece Carolina Morales García, con la suplencia de Ana María del Carmen Mena Blanco; en la Séptima, Miguel Mantilla, con José Alberto Jorge González y Chamorro como suplente; Octava: María Esperanza Chiquito Ángel, con la suplencia de Ana Karen Jiménez Mora; Novena, Juan Carlos Mondragón Quintana, con la suplencia de Alfredo Ramírez Barra.
En la Décima Regiduría está como propietaria Érika del Rayo Ramírez Corte, con la suplencia de María del Pilar Vargas Morán.
Salvo la Quinta Regiduría, que se entregó a Jacobo Ordaz, el eficiente ex secretario particular del gobernador Tony Gali, y algunas posiciones más abajo para gente cercana a los perredistas Roxana Luna y Julián Rendón, casi nada se puede percibir ajeno a Rivera Pérez.
Que luego no anden diciendo que del lado de Martha Erika no se cumple lo que se promete.