Quien quiera que resulte el candidato del PRI a la gubernatura de Puebla, debe asumir, casi con estoicismo, que tendrá ante sí el descomunal, titánico, reto de romper una negativa y descendente inercia que, desde hace 20 años, viene sepultando al tricolor en la entidad y que amenaza con dejarlo en un inédito tercer lugar en los comicios de 2018, lo que además afectaría en sus cimientos la construcción del triunfo del abanderado priísta José Antonio Meade Kuribreña a la Presidencia de la República.
La caída libre del Revolucionario Institucional (PRI) en Puebla tiene antecedentes más allá de 2010, cuando perdió por primera vez Casa Puebla.
Desde 1998, cuando la elección de gobernador la ganó Melquiades Morales Flores, ese partido ha caído 20.57 puntos en las preferencias electorales de los poblanos.
Un análisis FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas) interno del PRI, que se realizó en forma reciente para medir sus posibilidades hacia 2018, hace prever que esta inercial y grave disminución en su fuerza electoral lo haría caer hasta el tercer lugar en 2018.
Desde ya, las distintas mediciones demoscópicas lo colocan con apenas 13.8 por ciento de intención de los sufragios.
De mantenerse esta tendencia, incluso Puebla dejaría de aportarle al candidato presidencial Meade un promedio de un millón de votos, sin contar que en las últimas tres elecciones presidenciales los candidatos priístas a Los Pinos han perdido en el estado.
En el año 2000, Francisco Labastida Ochoa quedó en segundo lugar en la entidad, con 40.59 por ciento de los votos, contra 42.52 de Vicente Fox Quesada.
En el controvertido proceso de 2006, el tricolor se fue hasta el tercer sitio, con apenas 23.19 por ciento de los sufragios, que obtuvo Roberto Madrazo Pintado, contra 32.24 de Andrés Manuel López Obrador y 37.49 de Felipe Calderón Hinojosa.
En 2012, nuevamente quedó segundo, con una votación de 34.44 puntos que obtuvo Enrique Peña Nieto, contra 34.61 de López Obrador, quien triunfó en Puebla.
Esta baja permanente del Revolucionario Institucional en Puebla es verdaderamente dramática desde sus años de esplendor.
En el ya lejano 1998, cuando Melquiades Morales se enfrentó a un proceso que fue un día de campo, consiguió 54.07 por ciento de los votos; luego Mario Marín Torres, también sin verdadera competencia, le bajó a su partido 4.47 puntos, al obtener 49.6 por ciento de los sufragios.
La caída contundente vino con el ex candidato y primer perdedor en 80 años de priato, Javier López Zavala, quien se quedó solamente con 40.1 de las boletas tachadas a su favor y el peor de los resultados de la historia para ese partido lo proporcionó Blanca Alcalá, en 2016, quien apenas consiguió una votación de 33.5 puntos.
Las cifras son frías y le muestran con claridad al tricolor su fatídica realidad.
Partiendo del supuesto de que cada elección es distinta, la postulación de Meade, candidato que puede convocar para su causa al voto apartidista y con un buen candidato a la gubernatura, el PRI estaría en posibilidad de dar la lucha.
El pronóstico no es alentador, si no se realiza un esfuerzo fuera de serie y una campaña innovadora en todos los frentes, en las campañas a alcaldes, diputados locales y federales, al Senado y la de gobernador.
La única forma de que el tricolor se coloque en posibilidad de regresar a Casa Puebla es con un candidato o candidata verdaderamente competitivos.
Aunque diversas circunstancias y factores locales y nacionales abren la puerta a Jorge Estefan Chidiac, Juan Carlos Lastiri y Lucero Saldaña, en el juego de las hipótesis, Enrique Doger luce hoy como el priísta que, de acuerdo con las mediciones, podría enfrentar con más éxito al PAN y a la alianza que podría concretarse para Puebla, en la que se presume que la candidata será la esposa del ex gobernador, Martha Érika Alonso de Moreno Valle.
Sí, pero aún en ese supuesto, Doger está todavía siete puntos por debajo de la todavía secretaria general del PAN en Puebla.
Ni los FODA’s ni las encuestas deben asumirse como esferas de cristal que leen en futuro. No.
Sin embargo, cuando las cifras evidencian un permanente comportamiento negativo, bien se deberían tomar en cuenta.
Si los priístas creían que las anteriores elecciones fueron las difíciles, deben dejar de mirar al pasado y poner completamente la vista en el camino que tienen delante.
La bíblica sentencia es que quien mira para atrás, se convierte en estatua de sal.