Hay pocas cosas sagradas para los políticos, quienes en su cotidiana actividad deben realizar acciones desagradables. No en vano bien dicen que la política es “el arte de tragar sapos sin hacer gestos”. Sin embargo, cuando se trata de dinero y de negocios que se realizan al amparo del poder, hay valores entendidos de lealtad que se respetan, al más puro estilo de la mafia, o la consecuencia es el rompimiento de los vínculos y las alianzas, que pueden desatar una animadversión entre quienes otrora fueron amigos y cómplices.