La Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO) y sobre todo los mandatarios panistas le cumplieron a Enrique Peña Nieto.
Encabezados por el poblano Rafael Moreno Valle, se mantuvieron hasta el final firmes en su apoyo a la reforma energética y garantizaron el voto de sus diputados a favor de los intereses de la Presidencia.
Soportaron las presiones, maniobraron en las sombras, mantuvieron bajo control a los grupos disidentes –la fantasmal y dividida izquierda- y al final contribuyeron decididamente a alcanzar lo que incluso internacionalmente se considera el mayor logro político de la incipiente administración peñista.
El de Moreno Valle y sus homólogos del PAN no fue un apoyo mediático explícito; se trató más bien de un trabajo fino, de relojería, a la altura del reto de sacar adelante la que tal vez es la reforma más relevante de la historia contemporánea de México, que abre el sector energético al capital extranjero.
Desde el punto de vista político, fue todo un éxito: Peña Nieto obtuvo lo que quería, el PAN sacó adelante su (terca y desastrosa) reforma político-electoral (y seguramente garantizó la permanencia de Gustavo Madero al frente del partido) y los gobernadores obtuvieron su recompensa, es decir, los recursos que buscaban desesperadamente para llevar a cabo sus proyectos en 2014. Negocio redondo.
Mientras, Morena –sin su líder Andrés Manuel López Obrador- intentó un “cerco ciudadano” en los alrededores del Senado y un PRD pulverizado y debilitado sólo atinó a caminar durante tres días por un carril de la avenida Reforma, junto al Ángel de la Independencia; ambas acciones totalmente inútiles frente a los grandes acuerdos, en los oscurito entre Los Pinos, la CONAGO y las cúpulas priísta y panista, donde realmente se cocinó la energética.
Con Moreno Valle al frente, los gobernadores cumplieron un papel preponderante en las negociaciones y de la misma forma han hecho sentir su respaldo en los Congresos de sus estados, donde la reforma ha sido ya avalada para que adquiera rango constitucional.
En Puebla esto sucedió este mismo domingo, sin mayor problema, en la sede del poder Legislativo, donde desde el sábado se presentaron integrantes de un grupo minoritario, la denominada Comisión Estatal en Defensa de la Soberanía, el Medio Ambiente y el Patrimonio Nacional, para tratar de impedirlo.
Con este acto de poder, el Congreso local se convirtió en el número 16 en aprobarla, suficiente para que el dictamen regrese al Congreso de la Unión, que a su vez lo enviará al Ejecutivo federal para su publicación en el Diario Oficial de la Federación.
Y consumado está.
Queda claro, así, que a Rafael Moreno Valle le tocó presidir la Conferencia Nacional de Gobernadores en un tiempo histórico para el país y supo aprovecharlo.
Y es que hoy, a diferencia del pasado reciente, su relación política y personal con el presidente Peña Nieto es inmejorable: del hielo al deshielo; del infierno al paraíso; entre ambos hay comunicación fluida y acuerdos, muchos acuerdos que incluso trascienden el 2013, pues como era previsible el pragmatismo ganó y se impuso entre los dos actores, quienes entendieron que era mejor caminar juntos que distanciados, a grado tal que el presidente sabe que el gobernador poblano tiene palabra y que es un hombre de resultados, capaz de influir en las decisiones de su propio partido, donde sólo dos senadores –Ernesto Ruffo y Javier Corral- y tres diputados –Verónica Sada, Patricia Lugo y Alfredo Zamora- votaron en contra.
De hecho, en la culminación de la obra, Moreno Valle sostuvo el pasado viernes una reunión con sus homólogos del PAN Francisco Vega de Lamadrid, de Baja California; Marcos Alberto Covarrubias Villaseñor, de Baja California Sur; Miguel Márquez Márquez, de Guanajuato, y Guillermo Padrés Elías, de Sonora, durante la que se sellaron nuevos compromisos, en un nuevo contexto: la nueva luna de miel con Los Pinos, tras la aprobación de las reformas estructurales deseadas por la Presidencia.