México está peor que hace un año.
Pensamos que con Vicente Fox y Felipe Calderón habíamos tocado fondo.
Nos equivocamos.
El regreso del PRI a Los Pinos ha resultado un fracaso.
Una –otra- decepción generalizada.
En 12 meses, Enrique Peña Nieto logró lo imposible: empeorar a México.
Lo que ya es decir mucho.
Los números son fríos peros contundentes:
En su primer año de gobierno, Carlos Salinas alcanzó 70% de aprobación ciudadana.
Calderón, 66%.
Y Fox, 62%.
Hoy, Peña Nieto tiene un registro de 56%, que no es el 44% de Ernesto Zedillo pero lo suficientemente bajo para un mandatario como él que llegó al poder con tantas expectativas.
La inseguridad está peor que antes.
No hay estrategia clara contra el narcotráfico, que literalmente ya gobierna algunos estados, como Michoacán.
Respetadas ONG´s como el Observatorio Nacional Ciudadano reportan un alza dramática en asesinatos y secuestros; en un año van 2,421 plagios.
Human Rights Watch ha dicho recientemente que Peña Nieto no ha mostrado avances significativos “en la investigación de abusos del pasado” y sí, por el contrario, se han detectado “nuevas violaciones graves de derechos humanos con impunidad”.
En materia económica, las cosas sencillamente no marchan.
O no, al menos, para el grueso de los ciudadanos.
Del 3.5% de crecimiento prometido, la expectativa se ha ido diluyendo; a finales de año se llegará a un punto, si es que Hacienda no vuelve a realizar el enésimo ajuste a la baja.
La desaceleración y el (desconcertante) subejercicio del gasto público sólo han sido dos escenas de la misma película de terror.
La reforma hacendaria fue el último golpe a la (casi) desaparecida clase media.
La reforma educativa es letra muerta.
La reforma en telecomunicaciones es una simulación.
Y en torno a las reformas política y energética hay muchas dudas, tantas que hoy nadie en su sano juicio apostaría por ellas.
El Pacto por México es un zombi que se pasea feliz de la vida por Reforma e Insurgentes.
Como el país, se ha ido cayendo en pedazos.
Quedó en retórica, discurso hueco, política ficción.
Como la generación de empleo, el combate a la impunidad y el fin de la corrupción.
La espectacular detención de Elba Esther Gordillo acaparó portadas pero terminó en “llamarada de petate”.
Mientras la ex lideresa del SNTE se pudre tras las rejas, los otros dirigentes sindicales, tan o más corruptos que ella, gozan de cabal salud.
Especialmente Carlos Romero Deschamps, a salvo él, su fortuna, sus cómplices, su familia y sus negocios personales en Pemex.
El “mexican moment” que nos vendió Peña Nieto no es ni ha sido lo que dice la errática propaganda oficial, sino en realidad tres hechos concretos que marcarán, a la postre, el sexenio:
1. La liberación de la secuestradora Florence Cassez.
2. La excarcelación del narcotraficante Rafael Caro Quintero, y:
3: La devolución de los millonarios bienes del corrupto Raúl Salinas de Gortari.
En otros frentes de guerra, hay más “ninis” que nunca.
Más damnificados que nunca.
Más migrantes que nunca.
Más muertos que nunca.
(Cifras del INEGI iindican que en 2006, el primer año del sexenio de Felipe Calderón, se cometieron en México 10 mil 452 asesinatos, menos de la mitad de la cifra anual con la que se estrena Peña Nieto).
Más decepcionados que nunca.
Y en el colmo, el programa “estrella” del gobierno, la Cruzada Nacional contra el Hambre, no es cruzada, no es nacional, ni cura el hambre: más bien transita entre la apatía, la ineficiencia y la corrupción mediante el descarado tráfico de despensas a precio alzado.
A la fecha, no hay reporte confiable que haga pensar que hay menos pobres y menos hambrientos que con Fox o Calderón, pese a la millonaria inversión.
No por nada, 45% de los mexicanos consideran que Peña Nieto ha fallado en el combate a la pobreza y 40% cree que ha trabajado mal en la generación de empleos, según una encuesta de la empresa Parametría.
Pero lo más importante: en las calles, en la plaza pública, en los hogares, el mexicano promedio no está contento con el regreso del PRI al poder tras 12 años de castigo.
Se creyó que habían aprendido la lección y que si regresarían, sería para hacerlo mejor que el PAN.
No fue así.
El fracaso es evidente.
En términos reales, ha sido un año perdido.
Un año en el limbo.
Ese infierno donde la ineficiencia se convierte en otra forma de la corrupción.
Porque no se puede vivir de promesas.
Y menos de frases hechas.
¿Mover a México?
Sí, cómo no.