No se trata del libro: “Para leer al Pato Donald” de Ariel Dorfman y Armand Mattelart; tampoco es para descubrir algo nuevo, sólo es para interpretar y leer los juegos por el poder que también le gustan al doctor Guillermo Nares Rodríguez.
Hombre de tempestades, ex militante del histórico Partido Comunista Mexicano (PCM), universitario de toda su vida, ex funcionario de la propia BUAP, conocedor de sus entrañas, suspirante a la rectoría en varias ocasiones, engañado por los Doger, adversario de muchos, personaje polémico, animal político y actualmente director de una de las facultades (Derecho) más grandes de la máxima casa de estudios.
Un personaje singular que hoy, además, nada tiene ya que ver con sus años de formación ideológica en el “seccional universitario”, donde aprendió el análisis marxista para comprender la realidad social del país. Es simple, en estos tiempos post modernos y del capitalismo global, él también quiere y le gusta el poder. Así habrá que leer su actuar pragmático y frío.
La actual coyuntura electoral lo revivió, le dieron una gran bocanada de aire fresco y por poquito lo hacen síndico en la planilla de Tony Gali. Se activó, su grupo político anda metido en el proceso electoral y quien nuevamente lo minimice cometerá un gran error.
Y eso no es todo, “las propias condiciones dialécticas” lo han llevado a ser uno de los principales asesores y dirigentes a trasmano del Partido Pacto Social de Integración (PSI). Su amigo Carlos Navarro Corro le ha entregado candidaturas en varios municipios en donde irán solos y además fueron los sastres para la hechura de los documentos básicos y la plataforma electoral 2013.
Como para no olvidar: en el 2012 apoyó a AMLO, liberó la presión y dejó que los jóvenes de Morena hicieran proselitismo. El ahora senador Manuel Bartlett, a través de René Sánchez Juárez, fue su enlace para impulsar desde la BUAP la campaña presidencial de López Obrador.
Odiado y querido por muchos al mismo tiempo, también es conocido de varios ex gobernadores (Bartlett, Melquiades, Marín) y en los pasillos de su facultad circulan muchos priistas, lo mismo sucede en sus aulas, donde cobija tanto a teóricos y filósofos izquierdistas, como a recomendados de los sexenios tricolores.
Nares Rodríguez juega en un circo de tres pistas: en una trabaja y construye sus aspiraciones en la BUAP; en otra, colabora y se siente deslumbrado por Puebla Unida, y en una última, aporta e influye en el PSI, uno de los membretes a las órdenes de Casa Puebla.
Minimizado como adversario político, atacado con campañas “negras”, hostigado y vapuleado mediáticamente, nada lo ha debilitado. Sigue vivo y manteniendo intactas sus islas de poder; es más, ahora hasta tiene una batería de articulistas que defienden su proyecto.
A Memo Nares no se le puede seguir leyendo simplemente como un tema para el morbo político; quien diga que no trae nada, se equivoca; lo mismo quien afirme que no tiene aspiraciones por el poder. Su pragmatismo es frío y calculador. Y es muy probable que a este auténtico Caballo de Troya de la BUAP, un foco rojo para Enrique Agüera y el rector interino Alfonso Esparza, su estrategia le acabe dando resultado.
Al tiempo.