Qué lejos quedaron los tiempos en que la disputa entre los morenovallistas por la candidatura a la presidencia municipal de Puebla, era si no tersa –porque es imposible en cualquier competencia-, sí leal.
Qué fue de aquellas reglas que El Gran Elector fijó al darles el banderazo de salida: libertad para moverse y para construir su propio posicionamiento, no dividirse como equipo en medio de la puja interna, no golpes bajos ni guerras sucias y acceso equitativo a los medios de comunicación que llaman “aliados”.
Y es que hoy, en la práctica de todos los días, lo que cunde es precisamente todo aquello que supuestamente se iba a evitar.
Los tres aspirantes a la candidatura que todavía siguen vivos -Jorge Aguilar, Tony Gali y Fernando Manzanilla- son víctimas, o victimarios, de intrigas palaciegas, descontones, puñaladas traperas, boicots, filtraciones y traiciones, sobre todo traiciones.
Hay quien dice estar con uno de ellos y jurarle amor eterno, y a la semana siguiente dice exactamente lo mismo a los otros dos, en lo oscurito y con idénticas palabras.
Hay quien forma parte del staff de campaña de los secretarios –porque a eso sólo se dedican: a hacer campaña- pero al mismo tiempo hace jugoso negocio personal aprovechando la cercanía y los “sabios” consejos que les brindan.
Hay, en el colmo, quien por las mañanas suele entrar al cuarto de guerra de uno de los aspirantes, pero por las noches acude al cuarto de guerra del rival para pasar puntual reporte de la estrategia que desplegará “su gallo”.
En otras palabras: la regla es que entre los morenovallistas no hay reglas y en la guerra por el 2013 se vale de todo, o casi.
Rafael Moreno Valle los echó al ruedo a pelear, les dijo cómo tenía que darse la pelea y al final, nadie cumplió.
A grado tal que lo que ahora se ve es un reguero de rencores, frustraciones, golpes y ambiciones sin control, que en conjunto presagia tormenta.
Sentados en un barril de pólvora, que podría o no estallar en diciembre, cuando el PRI regrese a Los Pinos y –como dicen en el Big Brother- las reglas cambien, las fracturas son ya evidentes, inocultables, entre los aspirantes morenovallistas.
Y ello se ha reflejado ya, incluso, en la división de los equipos de cada uno de ellos, equipos que emprendieron el camino presumiendo de unidad y que hoy, en contraste, participan con singular entusiasmo de la feria de las traiciones.
Entre otros que tienen nombre y apellidos, un caso significativo es el de Mario Rincón.
El subsecretario de Asuntos Políticos y Protección Civil de la Secretaría General de Gobierno, quien hasta hace poco se entregaba en cuerpo y alma –literal- al proyecto de su jefe, ya decidió buscarle por otro lado.
De hecho, recientemente, el secretario Tony Gali recibió una solicitud de trabajo: convertirse en su nuevo operador electoral en la ciudad de Puebla, pues tal tema se lo manejó al hoy gobernador en la campaña de 2010.
A cambio, algo simple pero no por eso menos importante: una diputación de 4 años y 8 meses en la próxima Legislatura.
Sí, la regla es que no hay reglas y en la guerra por el poder al interior del grupo en el poder, se vale de todo, o casi.
Pronto la ambición y los intereses los hicieron olvidaron que juntos no eran fantásticos pero sí indestructibles y que divididos y peor: enfrentados, resultan más vulnerables.
En principio a las traiciones.
¿Alguna duda?
* Foto tomada de la revista 360 grados, número 56, septiembre 2012.