El Yunque se reacomoda y pretende ganar una guerra declarada ya al dueño del poder en Puebla, el gobernador Rafael Moreno Valle.
La ultraderecha quiere que la distracción del 2012, es decir, el insípido y anodino proceso electoral en curso, sirva de cortina de humo para librar la verdadera lucha, que es por el 2013.
Un punto clave es el dominio del padrón del PAN, que hasta hoy controlan los “soldados de Dios”, lo que podría empezar a cambiar según se desprende de reuniones como la que tanta polémica ha causado con miembros activos del blanquiazul en Casa Aguayo.
Un análisis basado en datos duros señala que el PAN en la capital poblana ha cerrado ya desde hace varios años el alta de miembros activos dentro de su nomenclatura, por lo que su real participación interna en las asambleas para definir candidaturas se puede medir fácilmente: nunca ha rebasado los 2 mil miembros registrados y los mil 200 como asistentes efectivos, lo que ha causado triunfos muy pero muy cerrados.
Es la historia de las sucesivas asambleas para elegir al candidato a la alcaldía de Puebla, que se han definido por entre 50 y 70 (escasos) votos de diferencia.
Hay que revisar los casos de Paco Emmelhainz contra Luis Paredes, Pablo Rodríguez contra Roberto Ruiz Esparza y Antonio Sánchez Díaz de Rivera contra Ana Teresa Aranda.
La excepción a la regla fue la contienda entre Eduardo Rivera y Humberto Aguilar, pues el primero compitió contra un fardo de la política, un “Tigre” que no es sino triste gatito.
El acercamiento del morenovallismo con los militantes activos, en función siempre del claro proyecto político encabezado por el secretario general de Gobierno, Fernando Manzanilla, no es producto de la casualidad.
En un razonamiento sencillo, si cada uno de los convertidos cuenta con un mínimo de 5 votos adicionales, entre familiares y amigos, se obtendría un muy buen colchón de unos 155 votos, suficientes para definir al ganador de la contienda que se avecina por la candidatura a la presidencia municipal de Puebla, que esta vez será de 4 años y 8 meses: un platillo demasiado jugoso para dejar que El Yunque se lo coma solo.
La estrategia del grupo en el poder es por demás interesante: tomar el control del padrón para imponer condiciones al interior del PAN en los momentos decisivos y trascender así el sexenio morenovallista, que acaba en 2017. Trascender y cómo, con qué aliados, cuáles fortalezas, son los enigmas hoy más importantes para Casa Puebla. De ello, hay que recordar siempre, depende la Ruta hacia Los Pinos.
Por eso es fundamental el acuerdo, secreto, con frailistas, paredistas, anateresistas, toñistas y riveristas que son activos y que incluso han trabajado dentro de las estructuras del partido.
Varios de ellos estuvieron presentes en la reunión de Casa Aguayo. Todos deben ser “convencidos” o cooptados para sumarse al morenovallismo y en la futura asamblea, propinar el golpe mortal al candidato que proponga la ultraderecha, y que muy posiblemente será Francisco (Franco) Rodríguez, el recién ungido líder de la IP poblana.
Pero El Yunque, que es todo menos tonto, ya detectó la jugada: la (ni tan) sorprendente reunión en Casa Aguayo sólo vino a confirmar sus sospechas. De ahí que ha iniciado una contraofensiva para que los objetivos del morenovallismo, varios de los cuales hasta hoy habían sido marginados de los beneficios del poder, sigan fieles a la causa.
Están hablando con todos y cada uno de ellos para hacerles saber que ahora sí recibirán una rebana del pastel, aunque no se apelliden Von Rasfeld, Duque, Mantilla, Ocejo, Fraile, Kasuki, Solano, Regordosa o Mondragón. Les están diciendo que pongan oídos sordos al “canto de las sirenas” de los operadores de Moreno Valle y Manzanilla: Eukid Castañón, Néstor Gordillo, Javier Lozano, Mario Rincón o Sergio Medina, pues tendrán espacios y juego.
No hay tiempo que perder. Es, sí, una guerra, guerra por el 2013, cuyas sucesivas batallas ya ocurren, aunque poco de ellas trascienden.
El morenovallismo trabaja ya con la mira puesta en ese año fundamental para el futuro político del grupo alrededor del gobernador.
Y la ultraderecha, por su parte, hace lo propio: busca demostrarle quién es quién dentro del PAN, manteniendo el control del partido y ganándole la partida en la elección del candidato que sucedería al actual edil de Puebla, Eduardo Rivera.
No es una lucha de titanes, pero algo, algo se le parece.